El joven, la mujer y el ecosistema emprendedor costarricense
Kirk Salazar [email protected] | Miércoles 08 diciembre, 2021
En Costa Rica, según arrojó el estudio GEM (Global Entrepreneurship Monitor) en 2015, la edad promedio de emprendedores primerizos es de 36 años con cerca de la mitad de emprendedores en un grupo de edad mayor a los 34 años, y sumado a eso, el estudio encontró que la edad promedio para negocios establecidos es de 45 años. Aunque lo anterior no representa un problema crítico (ya que de acuerdo con el informe de Emprendimiento Juvenil del INCAE, el 63.5% de los nuevos emprendedores costarricenses está impulsado por la oportunidad del negocio mientras que un 19.3% se motiva por la necesidad propiamente) sí es importante observar las políticas que han llevado a una edad promedio de emprendimiento tan alta y a su vez diseñar políticas que permitan a los jóvenes desplegar su talento en servicio de los demás por medio de un emprendimiento.
Ahora, aunque en primera instancia la edad promedio o género de los emprendedores ya sea primerizos o estables no parece un tema de mayor importancia, el desaprovechamiento de la potencial experiencia emprendedora en mujeres y jóvenes representa un problema estructural en la economía nacional, pues lleva a un costo de oportunidad en innovación y desarrollo del ecosistema empresarial en el país; esto al no contar los jóvenes y mujeres con la preparación y vivencias (tanto positivas como negativas) necesarias que les permitirían optimizar sus prácticas y procesos de negocios para llevar a emprendimientos cada vez más duraderos y estables en el largo plazo.
A pesar de que parte de la causa de este problema se debe a motivos culturales, (menos de un 40% de los costarricenses desea emprender) las altas edades de la mayoría de emprendedores se deben a más problemas de estructura en la economía nacional, como lo es la complicada burocracia que desincentiva la creación y formalización de nuevos emprendimientos al crear un coste regulatorio alto que hace de barrera de entrada para emprendimientos pequeños y les obliga a desembolsar una inversión mayor de capital (con el cual la mayoría de jóvenes no cuenta) para así poder despegar.
Por otro lado, siempre hago hincapié en el hecho de que un 55% de las Pymes en América Latina cierran sus operaciones debido a la falta de conocimiento técnico y capacitación, lo cual también representa un gran desincentivo para jóvenes al no contar con la división de trabajo y el conocimiento técnico como herramienta para llegar a la eficiencia productiva. A esto hay que sumarle el difícil acceso a capital semilla, de riesgo y/o a créditos para emprendimientos que trunca la habilidad de emprendimientos pertenecientes a jóvenes para escalar sus operaciones y financiar sus costos e inversión iniciales.
Por todo lo anterior, es necesario que desde la política pública se abran espacios de apoyo al emprendimiento que no solo resuelvan los problemas estructurales de burocracia, capacitación y acceso al financiamiento mencionados previamente, sino que también permita a jóvenes y mujeres hacer uso de su talento e insumos para emprender y de esa manera llegar a generar empleo, adquirir experiencia, mejorar la competitividad de nuestro país, para así contribuir a la reactivación económica de Costa Rica, lo cual se puede lograr a través de incentivos en incubadoras para dichos grupos, además de una mayor oferta en las áreas STEM (que son responsables de una gran parte de la innovación que vemos hoy en día) para los mismos. En general, dadas las diversas situaciones del país, el capital humano es la mayor ventaja competitiva con la que cuenta Costa Rica para posicionarse a nivel global en los mercados y por eso es necesario el verdadero aprovechamiento del talento con el que contamos para seguir avanzando hacia la prosperidad y competitividad como país