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Martes, 26 de noviembre de 2024



COLUMNISTAS


El futuro del país, de los próximos cuatro años, está en nosotros, los votantes, los electores.

Vladimir de la Cruz [email protected] | Miércoles 09 marzo, 2022


En estos días finales del proceso electoral, en su segunda ronda, se ha planteado el tema de que los partidos políticos, y especialmente, sus candidatos presidenciales de la primera ronda, no se han pronunciado contundentemente sobre la segunda ronda, especialmente en la posibilidad de sumarse, a apoyar a alguno de los candidatos finalistas, a José María Figueres o Rodrigo Chaves, y de llamar a votar por alguno de ellos, como la opción que más le convenga a Costa Rica, desde la dirección del Poder Ejecutivo.

En las segundas rondas que ha habido, en el 2002 y el 2014 esta situación no se dio. En la segunda ronda del 2018 se produjo, dada la situación tensa, por el tema en discusión, que había en torno a la disputa entre Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado, un movimiento político muy fuerte de los partidos Restauración Nacional y Acción Ciudadana. Definidos esos dos candidatos inmediatamente el equipo económico de Liberación Nacional y dirigentes políticos de la Unidad Social Cristiana corrieron a las faldas de Restauración Nacional y de Fabricio Alvarado. Rodolfo Piza, el candidato de la Unidad Social Cristiana, por su parte, se atrevió valientemente, a apoyar a Carlos Alvarado, a llamar a votar por él, lo que atrajo detrás suyo al equipo económico de la Unidad Social Cristiana a apoyar a Carlos Alvarado. Por su parte los partidos políticos señalaron que no se habían hecho coaliciones. Esto era cierto, además que no podían hacerse legalmente coaliciones para ese momento de la campaña. Se podían hacer alianzas tácticas inmediatistas, porque los Programas de los partidos estaban presentados en el Tribunal Supremo de Elecciones, como podrían hacerse ahora, con los candidatos finalistas, buscando el impulso de alguna plataforma programática conjunta, o negociando proyectos de ley a aprobar, o políticas de gobierno a impulsar vía Decretos Ejecutivos de interés partidario.

En la elección del 2018 se introdujo la idea de un Gobierno Nacional, tema que abordaba Rodolfo Piza y que también impulsó Carlos Alvarado. Este Gobierno Nacional resultaría de la integración de personajes políticos, o destacados de distintos partidos políticos, en el Consejo de Ministros especialmente. Así se integraron Edgar Mora, del Partido Curridabat Siglo XXI, Patricia Mora del Frente Amplio, Rodolfo Méndez y Rodolfo Piza de la Unidad Social Cristiana. Estos se integraron, como personalidades políticas destacadas, no como resultado de acuerdos entre los partidos, a los que ellos respondían, y el de Gobierno que representaba Carlos Alvarado. El acuerdo más firme en ese sentido lo hizo Rodolfo Piza que sí firmó, con el Presidente Alvarado, un documento de trabajo, que no era un documento oficial de la Unidad Social Cristiana ni de Acción Ciudadana.

Los partidos políticos, de estos ministros, tan solo emitieron un pronunciamiento en el sentido de que liberaban a estos ministros de sus responsabilidades partidarias para que pudieran sumarse al Gobierno, sin perder su condición de militantes partidarios, pero señalando que ellos como partidos no tenían nada que ver con el ejercicio de gobierno. Era literalmente un sancocho político.

Evidenciaba aquella situación, cierto adelanto político, con el pasado político electoral del país, pero seguía mostrando la poca fortaleza política de los partidos, la debilidad de los liderazgos políticos y partidarios, la crisis organizativa que siguen mostrando los partidos políticos, y el alejamiento de los partidos de sus seguidores, que tan solo se resumen en el apoyo partidario electoral que reciben ocasionalmente, en cada campaña electoral.

En una situación como la que hemos vivido, de segundas rondas, en el 2002, 2014, 2018 y ahora en el 2022, los partidos políticos que participan en el proceso electoral, que validan ese proceso, que juran respetar sus resultados, deben contribuir a fortalecer el proceso electoral, y la democracia política nacional, llamando a votar en la segunda ronda, a no fomentar el abstencionismo, a no negar el voto por alguno de los candidatos finalistas. Lo mínimo que podrían decir a sus seguidores es “voten en conciencia por el que consideren mejor, en este momento, para el país, pero voten”.

Los partidos políticos deben contribuir a fortalecer la conciencia política, la educación cívica y la formación ciudadana diciéndole a los ciudadanos cuál es la opinión de esos partidos y sus principales líderes, al menos los que participaron como candidatos a la Presidencia, respecto a los dos finalistas, José María Figueres y Rodrigo Chaves, señalando cuál es la mejor opción entre ellos, el que más le conviene al país, entre esas dos opciones, para dirigir el Gobierno en los próximos cuatro años. En esto no hay alternativa.

Alguno de ellos va a dirigir el Poder Ejecutivo. Esta es una responsabilidad política, que pudo haber sido igual para cualquiera de los otros candidatos presidenciales que participaron en la elección, si hubieran quedado en esa misma situación de finalistas.

El problema radica en que los partidos políticos hoy son cascarones electorales, que funcionan solo para las elecciones. Esa debilidad política de los partidos y sus dirigentes se demuestra en este silencio, en no participar públicamente en el debate de los temas nacionales y parlamentarios, en este “abstencionismo” de no pronunciarse a favor de alguna de las opciones finalistas. Los partidos que tienen diputados participan el debate parlamentario con sus diputados a la fuerza. Los diputados por ello se han convertido, en la más de las veces, en las cabezas de esos partidos.

La izquierda política, la que dirigía el Partido Comunista de Costa Rica, Vanguardia Popular, en los procesos electorales anteriores a 1970, cuando no les permitían votar a los comunistas ni a la izquierda por ellos mismos, siempre señalaban un camino, una ruta, en las elecciones, para que los costarricenses votaran por lo que consideraban mejor para ese momento histórico. Así llamaron a votar por Mario Echandi, en 1958, por Enrique Obregón en 1962, por Daniel Oduber en 1966. En 1970 empezaron a votar por su propio partido, cuando fueron electos Manuel Mora y Marcial Aguiluz diputados, y se inició el proceso fuertemente para derogar el segundo párrafo del Art. 98 de la Constitución Política, lo que se logró entre 1974 y 1975. En las elecciones de 1974 participaron varias opciones de izquierda, ampliándose la posibilidad electoral desde entonces y fortaleciéndose la democracia política nacional.

La división de la izquierda en la década del 80 produjo, en estos partidos una situación de desaparición de unos líderes políticos, y un desprestigio que se impulsó, dentro de las mismas filas de Vanguardia Popular contra sus líderes históricos, que eran seguidos con gran respeto por sus luchas, desprestigio que todavía algunos continúan afirmando, sin aprender y comprender bien el resultado de esa división y descalabro que sufrió la más importante organización de la izquierda costarricense.

A todo esto contribuyó la crisis mundial del socialismo surgida entre 1989 y 1991 cuando la misma Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se disolvió, y desaparició el Sistema Mundial Socialista, dando la sensación de que ese proyecto histórico, igualmente moría.

En cierta forma los partidos comunistas, y los comunistas como personas, se quedaron sin norte político, sin posibilidad política de impulsar un nuevo sistema económico, político y social alternativo al capitalista. De esto la izquierda política no ha podido reponerse plenamente. Se replantearon, en distintos frentes, luchas sociales pero no luchas por el Socialismo, haciendo algunas excepciones partidarias que todavía reivindican este objetivo histórico, pero en un escenario que no responde a las condiciones de este siglo XXI.

Los resabios de esa izquierda, en este siglo, siguen levantando banderas de debilidad política, de sectarismo político e ideológico, sin norte, sin brújula, sin visión de alianzas políticas.

Los otros partidos, los que no son de la izquierda tradicional, históricamente gobernaron, al menos hasta 1998, a base de pactos electorales que lograban expresarlos en la Asamblea Legislativa, no así a base de coaliciones con el Gobiernos. Coaliciones las tuvieron y los llevaron a gobernar en 1958, con Mario Echandi, en 1966 con José Joaquín Trejos, y en 1978 con Rodrigo Carazo. La izquierda por su parte impulsó la gran coalición de Pueblo Unido en 1978, que llegó a elegir diputados, y en los años siguientes, hasta que los afectó la crisis de disolución y división de partidos de izquierda en esa década.

Mientras no había segundas rondas las cartas políticas estaban echadas al terminar la campaña electoral y al elegir Presidente entre los candidatos participantes. Pero, cuando hay segunda rondas, las campañas políticas no terminan hasta que se nombre el presidente, aunque ya se hayan electo los diputados. Por eso es que hay una responsabilidad de los partidos, de continuar en el proceso electoral, informando, llamando a sus seguidores, con verdadera responsabilidad política, ciudadana y cívica de convocar, primero, a votar en la segunda ronda como sufragaron en la primera, y segundo, de orientar a votar por la opción que cada partido, y cada candidato presidencial, si ese el vocero de ese partido, de decir por quien se debe votar, como la mejor opción, y por lo que más le convenga al país, entre lo que hay que escoger.

Hay que cambiar la práctica política en general. Los sindicatos y las organizaciones sociales también tienen esta responsabilidad de orientar a sus afiliados y a los públicos que influyen. Los sindicatos deben aprender que en la lucha social y política sindical tienen distintos frentes de combates, de aliados y de contrincantes. El principal es el de oposición a todas las políticas que se impulsan, desde el Poder Ejecutivo y desde la Asamblea Legislativa, contra los postulados de luchas de los sindicatos, de defensa de los derechos sociales y laborales, y de los derechos humanos asociados a estas reivindicaciones. Al mismo tiempo deberían movilizarse a favor del gobierno y de los diputados que impulsan políticas o proyectos de ley que deban ser apoyados socialmente, para defenderlos o profundizarlos según sea el caso. Son movilizaciones a favor y en contra, según sea el caso. Es la forma más correcta de educar políticamente a las bases sindicales. No es solo llamando a movilizarse en contra de… También hay que llamar a favor de…

Los gobiernos deben entender esto y deben, también, aprender a convocar a favor de apoyar sus proyectos y acciones políticas. Los partidos de gobierno son los que deben llamar a sus bases y seguidores. Así es la lucha democrática y es la forma de ejercer una activa participación ciudadana en la toma de decisiones.

En la práctica de las segundas rondas, por esa indiferencia de los partidos que no clasificaron y no eligieron diputados, sucede que estos partidos políticos quedan relegados del proceso electoral en toda su dimensión.

En las segundas rondas del 2002 y 2014 de hecho los partidos que fueron a esta segunda elección se presentaron solos, por sí mismos. Se presentaron como únicas opciones ante todo el electorado, el propio que ya habían tenido en las elecciones de febrero, y como únicas alternativas para el resto del electorado, que forzadamente se veía obligado a votar por una de esas alternativas. Lo peor fue cuando en el 2014 el candidato de Liberación Nacional anunció su retiro de la segunda ronda, lo que no podía hacer legalmente, pero frenó a su partido aumentando el peso de su derrota.

Para esas segundas rondas ningún partido, de los que no participaron en esta segunda ronda, llamó a votar por una de las opciones que se presentaban. Ni siquiera sus comités políticos, sus dirigentes principales, ni sus candidatos presidenciales llamaron a votar por alguna de las opciones que se presentaban en estas segundas rondas. Los ciudadanos en conciencia votaron por la opción que les pareció mejor o la que consideraron que era menos mala para ejercer el Gobierno. En ambos casos presionó, en la conciencia del elector, el voto contra el Partido Liberación Nacional y sus candidatos presidenciales.

En la elección del 2018 Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana no estuvieron en la final, en la segunda ronda, lo que fue un duro golpe para esos partidos. Sin embargo, los electores asumieron su responsabilidad y llegaron a votar por lo que se consideraba mejor en ese momento.

En esta ocasión, en el 2022, Liberación Nacional logró recuperar su papel de finalista y de partido posible de volver a gobernar. Hasta ahora ha sido un pequeño triunfo a su favor. Queda el resultado final el 3 de abril de ver si recupera la confianza nacional, que no es un cheque en blanco, de volver a gobernar.

Para José María Figueres o Rodrigo Chaves va a ser un gobierno muy difícil si sectarizan su ejercicio gubernativo. Sola una visión de estadista puede iluminar a cualquiera de estos dos en su posible gobierno, y evitar un gobierno de profundas contradicciones y de agudas luchas sociales y populares.

José María Figueres o Rodrigo Chaves y sus partidos pueden parecernos insaboros, incoloros, e inodoros doctrinariamente, pero es lo que tenemos en alternativa de gobierno. Ambos se traslucen con una bandera socialdemócrata, sin ningún contenido político. A ninguno de los dos, por esta razón, se les vincula con la izquierda política o la derecha política en identificación doctrinaria. Su distinción es muy sutil, que puede no ser bien comprendida, por la baja cultura política y ausencia de conocimientos históricos, para todos los votantes, de optar o distinguir entre ser “antisistema” o “prosistema”, “antidemocrático” o “prodemocrático”.

En este momento no está a la vista el desplazar a Acción Ciudadana de Gobierno, porque no está ese partido jugando en nada. La crítica contra al gobierno en cierta forma se desvaneció, por eso también la facilidad de aprobar algunos proyectos legislativos que han sido duramente cuestionados.

Lo que está en el orden del día es la agenda del nuevo gobierno, sin esos temas candentes, frente a la situación económica y social del país. Y esto no pinta bien desde el contenido que se esperaría estuviera en discusión pública. Lo que hay son consignas y mensajes muy generales, casi vacías.

La crítica antigobierno que se hace es contra el gobierno de José María Figueres de 1994-1998, lo que es un tema lejano para una gran parte del electorado, y que no es lo que está en la discusión principal. La crítica es contra algunas de sus acciones gubernativas de aquello años, que suenan a siglo pasado.

La posición fácil de Rodrigo Chaves es estar contra todos los que han sido Gobierno, porque él no ha sido nada en el país, y no representa nada. Las críticas aquí, ahora, son más personales, no políticas. No hay críticas contra Liberación Nacional, como partido gobernante, que ha gobernado 9 de 17 gobiernos desde 1953, y podría abonar mucho en su favor. Rodrigo Chaves no puede aportar nada, ni experiencia de gobierno, ni presencia política nacional, ni ninguna experiencia de su partido político, que él no fundó, si se desarrolló como líder dentro de ese partido. Allí cayó, como decimos a lo tico, “en paracaídas”, de manera inesperada, sorpresiva, insospechada, y dando bofetadas en la cara a toda la sociedad política nacional, fabricando y “comprándose broncas”.

Forzadamente los costarricenses tenemos que decidir a quién apoyamos, y debemos apoyar por lo que consideremos que es mejor para el país, para todos los ciudadanos.

En Costa Rica no tenemos cultura política desarrollada para entender los procesos electorales como escenarios de fuerzas de izquierda, centro o derecha, por los programas políticos, por los temas que se discuten, por el modelo de gobierno que se quiete impulsar. Hay en los procesos electorales campañas anticomunistas, anti socialistas, anti izquierda en general, más de las que hay de carácter anti derecha.

Todavía brotan los estereotipos y prejuicios del período de la Guerra Fría. En esta ocasión Rodrigo Chaves ha intentado meterse en este camino asustando con el lobo de la izquierda, que carece de existencia en la realidad nacional. Con estos estereotipos se trata de asustar a los votantes en el modelo de sociedad que significan. Todavía la sociedad costarricense es altamente prejuiciosa respecto a estas definiciones, sobre todo las de aceptar posiciones que se consideren de izquierda. Parecieran pesar en el subconsciente los resabios de la Guerra Fría.

Apoyar a uno u otro candidato en esta final no es una adherencia partidaria a lo que ellos representan. Es un apoyo a la democracia nacional, a su proceso electoral, a la conciencia política nacional.

La particularidad de la integración de la Asamblea Legislativa con seis fracciones políticas puede ser importante para el futuro próximo, por las posibilidades de acuerdos legislativos, y para el nuevo gobierno.

El futuro del país, en esta elección, de los próximos cuatro años, está en todos nosotros, los votantes, los electores.

El futuro del país hay que comprenderlo con visión más profunda, más amplia, de más perspectiva, de manera más integral, y no solo verlo desde la forma que nos puedan significar estos candidatos José María Figueres o Rodrigo Chaves.

El desarrollo histórico de la sociedad costarricense progresista se ha venido construyendo, con la tradición liberal que viene desde 1824, 1841, 1882, 1884, 1888, 1914, 1924, 1943, 1948-49, y 1998, modelando el país a través de sus distintos gobiernos, con la posibilidad de ponernos al día en estas tareas humanistas y seguir siendo un referente internacional de modelo de país.

No podemos echar por la borda la imagen de país, y este avance social que está a la vista. Esta es la responsabilidad que tenemos que enfrentar el 3 de abril. La decisión está en partidos y personalidades. En esto también se juega ese futuro, en esa decisión está la defensa de esta Costa Rica progresista, moderna, está la defensa de lo que hasta ahora se ha edificado, con posibilidad de mejorar y de avanzar. Si de las personalidades y partidos se trata hay que atender el peso pesado de ellas.

Los costarricenses, los electores en general, no tenemos opción de escoger al mejor candidato que quisiéramos. Tenemos que escoger entre los dos candidatos que se nos presentan. Los dos no van a resolver los problemas que heredan de manera inmediata. El escenario del Poder Ejecutivo Nacional no es a la vista el que va a izar banderas en esta dirección. En igual sentido va a ser importante el escenario legislativo, porque el próximo Presidente tiene la iniciativa parlamentaria, es el que va a estar enviando proyectos de ley los primeros tres meses de nuevo Gobierno. Los diputados solo eso discutirán. Desde la Asamblea Legislativa probablemente se van a trazar las primeras líneas del gobierno nacional que se nos avecina. Tal vez, sin exagerar, desde la Asamblea Legislativa se va a gobernar más.

Ninguno de los candidatos está impulsando la imagen de un gobierno de unidad nacional. Liberación nacional no necesita porque tiene mucha gente experta en distintas funciones de gobierno. Rodrigo Chaves con su forma de escoger funcionarios, como ha dicho que los va a seleccionar, por medio de una empresa especializada que le dará perfiles profesionales, da la sensación de una gran improvisación o una gran anarquía, más que un gobierno altamente ejecutivo.

Seguiremos sin cultura de coaliciones políticas electorales, y sin cultura de coaliciones políticas de gobiernos.

Todos los partidos que participaron en la elección de febrero se probarán en las elecciones municipales del 2024.

Todos los ciudadanos que fuimos a votar en febrero debemos hacerlo otra vez el 3 de abril. Los que no votaron y los que llaman a no votar que asuman su responsabilidad, y no lloren después…

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