El dinero no compra felicidad…
Alejandra Esquivel [email protected] | Jueves 14 septiembre, 2017
El dinero no compra felicidad…
Desde expectativas hasta exigencias de los colaboradores; desde requerimientos de planeación, hasta ejecuciones significativamente estratégicas; desde asesores externos, hasta juntas directivas que encaran la necesidad de gestionar recursos humanos a partir del reto de crear, desarrollar y mantener motivadas y satisfechas a un conjunto de personas con competencias, actitudes, responsabilidades laborales y realidades personales muy diferentes…
La gestión del recurso humano se ha replanteado no solo con el fin único de conseguir los objetivos de las organizaciones, sino para apoyar y resolver los problemas/situaciones individuales, familiares y sociales del capital humano de las empresas, como vía integral y sana, para promover un ambiente exitoso en los negocios.
En la práctica profesional con personal a cargo, se puede identificar que uno de los factores externos individuales más recurrentes y complejos de resolver, con afectación negativa sobre el ámbito corporativo, han sido los enredos financieros que con frecuencia asfixian a personal de todos los niveles de la empresa.
¿Se ha preguntado si las contrariedades financieras están presentes en la vida de un porcentaje significativo de sus colaboradores? ¿Provocan los problemas financieros estado de shock, inacción o impotencia en sus colaboradores? ¿Cuántas personas van al psicólogo en busca de soluciones desafortunadamente transitorias, dado que no se ataca correctamente la causa raíz de sus desequilibrios al estar estos expuestos a escenarios financieros fuera de control? ¿Qué pasaría si las empresas abordan formalmente, con los instrumentos correctos, los problemas financieros de sus colaboradores?
En la actualidad existen en nuestro país programas interesantísimos de compensación y beneficios para colaboradores, especialmente en transnacionales, que son un reflejo de responsabilidad social empresarial y demuestran que vivimos una época en la que el bienestar del capital humano de las empresas sí afecta los resultados corporativos y sí importa a las empresas que quieren empleados felices.
De ahí que me extraña mucho no haber escuchado sobre iniciativas que promuevan el saneamiento de las finanzas personales y familiares de sus colaboradores, siendo que este me parece un tema muy sensible para la tranquilidad de cualquier persona que quiera llevar una vida emocionalmente estable y, siendo que cuanto mejor vivan nuestros colaboradores en su “realidad personal”, las empresas tendrán empleados más felices, con todo lo que ello implica sobre “la felicidad” misma que se respire en la empresa y sus efectos paralelos sobre la productividad, eficiencia y resultados financieros corporativos.
Teorías de distribución de la riqueza plantean que si el dinero se distribuyera equitativamente entre la población mundial, en un plazo muy reducido de tiempo, pronto los que tenían dinero tendrían más y los pobres volverían a dicho estado simplemente porque la administración financiera va más allá de la fantasía de tener dinero en las manos… de ahí que los aguinaldos no duran un mes en la mayor parte de quienes dependen de un salario en nuestro país y tan efímeros resultan también beneficios como bonificaciones anuales que son apreciadísimas por todos los que las hemos recibido en algún momento, pero que suelen no significar un punto de quiebre en la realidad financiera de quienes las gastan.
Sería muy interesante que desde el sector privado e incluso con participación activa de cámaras y colegios profesionales como el de Ciencias Económicas y el de Psicólogos de Costa Rica, se promuevan programas que impacten directamente la calidad de vida de la población económicamente activa del país. Consciente y abierta a toda crítica que se pueda suscitar en profesionales de salud mental, les comparto mi hipótesis de que a más soporte/ intervención financiera formal y controlada, que reciba nuestra sociedad, se reducirían los pacientes sujetos a atención psicológico-psiquiátrica en el país con problemas financieros identificados, tendríamos empleados más felices y empresas más productivas.
Fuera de la hipótesis: ¿por qué no aspirar a sostenernos como el país más feliz del mundo, con resultados tangibles y medibles sobre la tranquilidad financiera de nuestra población económicamente activa? El dinero no compra felicidad, pero vivir con problemas financieros sí que causa infelicidad.
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