¡El desfile del orgullo!
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 06 julio, 2018
Sinceramente
¡El desfile del orgullo!
A lo largo de años, a través de una lucha sin cuartel contra la incomprensión, los homosexuales y las lesbianas han desarrollado un significativo esfuerzo por alcanzar reconocimiento y aceptación social en nuestro medio. El origen de este desfile no es original de Costa Rica sino que es la reiteración de uso de una herramienta que en otros países se ha utilizado de manera exitosa.
En una colorida caminata, cientos y miles de personas demostraron su voluntad y ferviente deseo de que la sociedad les permita alcanzar la legitimidad en sus uniones y en sus requerimientos civiles para normalizar su vida bajo la ley costarricense.
Fue muy colorida la marcha, muy pacífica, muy educada. Claro siempre hay excepciones para llamar la atención que llevan a algunos a vestirse y a actuar fuera del contexto de la gran multitud. He leído y escuchado las protestas airadas de quienes se han sentido heridos por tales conductas. Es claro que fueron muy inapropiadas y pocas. Estas manifestaciones fuera del tono del desfile a quienes más afectan y perjudican es a los propios manifestantes que buscan reconocimiento, derechos y aceptación. Sin perjuicio de ello se ven demostraciones más fuera de lo corriente en los Carnavales de Río o en Nueva Orleans en el Mardi Gras, donde los desbordes son generalizados y son mucho más explícitos.
Familias completas, hermanos y hermanas acompañándose para subrayar el apoyo de sus familias a su condición que no les permite escogencia fue la tónica de la caminata. Personas de todas las edades y orígenes con alegría se acompañaron solicitando una vez más que sus derechos civiles sean equiparados a los de otros segmentos de nuestra población.
Ha perjudicado su esfuerzo el que la religión haya entrado en la política. Ha perjudicado su objetivo el que el choque de partidos políticos sea invocando a Dios en un sector y atacando la religión y las creencias de católicos y otros grupos.
Cuando se dieron las grandes luchas cívicas por el divorcio, el matrimonio civil y la venta de los anticonceptivos, también las exaltaciones estuvieron a la orden del día. ¿Por qué tanto odio acumulado? ¿Por qué tanta violencia en una discusión seglar, cívica, de derechos humanos que no deberían someterse a confrontaciones?
¿Qué alternativa queda a un ser humano cuyas preferencias son diferentes? ¿Reprimirse y vivir en oscuridad, a la sombra? ¿Dónde están los valores cristianos de tolerancia, compasión y misericordia cuando de ellos se trata? ¿No es que los juicios son únicamente de Dios?
Libertad, tolerancia, comprensión de las diferencias y amor al prójimo son valores todos de una sociedad cristiana, inclusiva y democrática que deseamos construir los costarricenses. No debemos favorecer la intolerancia, el dogmatismo, el rechazo ni el odio.
Una sociedad debe cultivar los valores que les den solidez y pertenencia a los ciudadanos que en ella viven, en su comunidad, en nuestros tiempos.
Debemos cambiar el país para bien. Quienes albergamos convicciones cristianas debemos conservarlas celosamente para nosotros sin buscar imponerlas a quienes tienen convicciones y sentimientos diferentes y menos tratando de forzar en otros escogencias careciendo ellos de alternativa.
No deseo dejar de recordar que el respeto que todos piden debe ser mutuo. Que agredir a unos y a otros y luego pedir respeto es una contradicción inaceptable. Las agresiones deben acabar y la concordia y la fraternidad deben regresar a nuestros hogares, comunidades, calles y sitios de trabajo donde miles de personas con preferencias y creencias distintas trabajan hombro con hombro con nosotros y en las aulas estudian en las mismas mesas de trabajo y viajan en los mismos autobuses.
Respeto y comprensión por nuestras diferencias debe ser una senda social a seguir con respeto, tolerancia, paciencia y grandeza de alma para superar estos desencuentros en nuestra Costa Rica de hoy.
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