El auge de la “inversión sostenible y de impacto” en un mundo volátil y convulso
Ivannia Méndez [email protected] | Jueves 17 marzo, 2022
Ivannia Méndez
Gerente Legal
Grant Thornton
Se viven tiempos convulsos e inciertos a nivel internacional, pero la unión que los países occidentales han mostrado, ante amenazas que en pleno siglo XXI se creían sino superadas al menos controladas, ponen hoy más que nunca de manifiesto la importancia de las inversiones no sólo sostenibles sino de impacto, lo cual se ha convertido, más que un lujo o una moda, en una exigencia de los propios inversionistas.
Promovidas por el lanzamiento de los Principios de Inversión Responsable de la ONU en 2006, en las dos últimas décadas se han modificado las estrategias y los mercados que integran las carteras de inversión, para incorporar sistemáticamente factores como los de i. exclusión (implican exclusión de empresas o sectores productivos de los llamados productos perjudiciales, como el tabaco, alcohol, armas, entre otros), ii. integración (confluyen factores ambientales, sociales y de transparencia en la gobernanza), iii. sostenibilidad (empresas orientadas a la búsqueda de soluciones, cuyos productos y servicios generan un impacto inherente), e iv. impacto (aquellas capaces de producir un impacto cuantificable, centrándose medularmente en la contribución del inversor o la adicional).
El interés por invertir en empresas orientadas a fines más sostenibles y de impacto ha crecido de forma aún más significativa y vertiginosa desde la puesta en marcha de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en 2015, y los principales inversores -a nivel mundial- están ahora movilizando ingentes cantidades de capital en esa dirección, ya que tienen interés en generar un impacto social y medioambiental positivo y medible, sin dejar obviamente de lado el esperado rendimiento financiero, pero también demostrar públicamente cierto grado de contribución -en metálico o en especie-.
Lo anterior ha llevado a que el doble delta de la inversión de impacto se torne medular, es decir, que se considerará que una inversión genera impacto si ésta puede originar un cambio principalmente en dos niveles: a. el empresarial, entendido como el cambio positivo que genera una empresa a través de sus productos y servicios (ejemplo tecnologías con bajas emisiones de carbono), y b. el del inversor, atendiendo al impacto positivo que un inversor ayuda a generar a la empresa, permitiéndole crecer más rápido o de forma más eficaz, ya sea mediante financiación o a través del activismo accionarial.
Así, mientras que las inversiones tradicionales están concebidas para ofrecer un solo tipo de rendimiento -el financiero-, las inversiones sostenibles y de impacto permiten obtener tres tipos distintos de rendimientos: los financieros clásicos, los sociales y los experienciales o familiares. Por tal motivo, si bien la mayoría de los vehículos de inversión existentes en el mercado no prevén sacrificar los rendimientos financieros por unos atributos de mero impacto o sostenibilidad, ahora que situaciones tales como la pandemia del COVID-19 y/o la invasión de Ucrania han puesto de manifiesto la fragilidad de la sociedad, muchos inversores reconocen la necesidad de actuar.
Procure, en consecuencia, que su empresa sea de aquellas que forman parte de las elegibles por esta nueva oleada de inversionistas sostenibles y de impacto, ya que serán éstas más proclives a una rápida evolución, adaptación a la innovación y captación de recursos frescos de terceros.