“El Aguilucho” desplegó sus alas y voló al cielo
Gaetano Pandolfo [email protected] | Lunes 05 agosto, 2024
¡Gracias Aguilucho!
¡Miles de gracias por hacer de nuestro paso de niño a adolescente, once de los años más felices de nuestra existencia!
Carlos Alvarado Villalobos.
¡Qué señor!
¡Qué porterazo!
Las fechas coincidieron y con sus prodigiosas atajadas y sus vuelos de águila a los ángulos superiores de su portería, convirtieron al escolar y luego colegial, en el seguidor manudo más feliz del planeta.
Carlos Alvarado debutó con la Liga en 1944; en el 47 defendió al América de México; regresó al Alajuelense 48-50 y lo fichó el América de Cali en 1950. Solo estuvo tres meses en Colombia.
Lo “jalaba” su tierra y aunque nació en Santa Bárbara, su Patria siempre fue Alajuela. De 1950 a 1960 defendió la portería del Alajuelense y se convirtió en el mejor portero del fútbol nacional.
En 1950, Tano Pandolfo entró al primer grado en la Escuela Juan Rudín. En 1956, ingresó al primer año en el Colegio Los Angeles y se graduó Bachiller en 1960.
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De 1950 a 1960, exactamente la década en que el “Aguilucho”, convertía los partidos de fútbol en todo un espectáculo, con sus atajadas magistrales, este columnista, niño y joven, lo aplaudía, admiraba, brincaba, reía y festejaba sus intervenciones en el Estadio Nacional o en el Morera Soto, con mi hermano y compañero de barrio y Colegio, Fernando Aronne Castro, de madre manuda y quien tuvo a don Carlos como su ídolo y héroe.
He escrito en esta Nota en varias ocasiones, la pasión de mi papá Leonardo por el fútbol y cómo desde niño me llevaba al estadio. Mi “tata” jamás se iba a perder el Alajuelense-Boca Juniors del 25 de diciembre de 1950 y claro, con siete años de edad, me llevó al juego. Tano ya era manudo por “culpa” de “Chumpi” Zeledón, historia que he contado con anterioridad.
No recuerdo de cómo le detuvo el penal a Marcos Busito en el minuto 89, para resguardar el empate 1-1, pero si recuerdo a don Otilio Ulate, obsequiándole al “Aguilucho” su reloj de oro.
Tuve el inmenso honor de que don Carlos, cuando conversábamos vía telefónica, decía respetar mis opiniones en esta Nota; su esposa doña Marujita, igual.
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Lo invité personalmente a mis fiestas de cumpleaños 70 y 75, celebradas gracias a la gentileza de mi amigo don Manuel Borges en su “Yeguada Coris”, en Cartago.
Gilbert “El Brujo” Castro, amigo inseparable del “Aguilucho”, intentó llevarlo, pero el temor al frío de la zona, hizo que don Carlos cancelara su honorable presencia.
¡Buen viaje “Leyenda”!
Has vuelto a volar hacia lo más alto.