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EE.UU., la campaña electoral

Arnoldo Mora [email protected] | Martes 04 marzo, 2008


EE.UU., la campaña electoral

Arnoldo Mora

En política como en deporte, siempre se habla de ganadores y perdedores. Por eso, al tratar de entender lo que está pasando en la actual campaña que se lleva a cabo en Estados Unidos, se debe comenzar por señalar quién aparece como ganador y quién como derrotado. Pienso que el gran ganador de la presente campaña ha sido, más que un nombre, la actitud de amplios sectores del electorado que se ha convertido ya en una atmósfera generalizada.
Me refiero al interés mostrado por la opinión pública hacia los grandes temas de interés nacional e internacional. Lo dicho se constata en el creciente número de ciudadanos que ha ido a votar. Por eso afirmo que el primer ganador ha sido la política misma frente a la cual amplios sectores como los jóvenes y las minorías habían tradicionalmente mostrado indiferencia e incluso desprecio.
Las causas de este creciente interés por la política las encontramos en la profunda crisis que vive ese país, tanto en el campo internacional, con el fiasco de la guerra en Irak, como nacional en razón del inminente hundimiento de su economía.
Pero, si en la política como en el deporte se habla de ganadores, es porque también hay derrotados. Estos son de dos tipos: quienes son los protagonistas de la contienda electoral y quienes, sin ser candidatos, juegan un papel imprescindible dada la función que desempeñan.
Comenzando por esto último, considero que el gran perdedor es el presidente G. W. Bush, pues sus políticas están en la raíz de la crisis actual de su país. Esto explica el por qué quienes asumían su herencia, como Giuliani y Huckabee son hoy los grandes derrotados en las filas del propio Partido Republicano. En concreto, Giuliani quería continuar con la obsesión de Bush por el terrorismo, al fomentar la imagen de un hombre implacable en materia de seguridad nacional. Por su parte, el pastor Huckabee ha pretendido ser el continuador del fundamentalismo evangélico del actual presidente.
Ambos han sido ampliamente derrotados. El caso más dramático ha sido el de Giuliani, ex alcalde de Nueva York, que aparecía como el gran favorito antes de lanzarse a la contienda; pero resultó noqueado en el primer round de la pelea que se llevó a cabo en Florida.
La razón de esta derrota y del triunfo del veterano Mac Cain no se debe a rasgos de personalidad, o a las estrategias que se utilizaron, sino a que las preocupaciones del electorado cambiaron radicalmente. Porque ya no es tanto la seguridad sino la crisis económica lo que más preocupa al votante medio, si bien el fin de la guerra en Irak y la amenaza del terrorismo siguen ocupando un lugar importante en las preocupaciones de la mayoría de los norteamericanos, especialmente republicanos.
Por su parte, Mac Cain proyecta la imagen del político tradicional. El hoy candidato favorito de los republicanos aparece como el heredero del conservadurismo de D. Eisenhouer y no del fundamentalismo de Reagan y Bush.
Por eso tengo la impresión de que, cualquiera sea el que gane el próximo 4 de noviembre, republicano o demócrata, será tan solo cronológicamente el sucesor de Bush, pero no lo será en concepciones ideológicas o religiosas.
En conclusión, considero que el primer gran derrotado ha sido el actual mandatario, porque el gran protagonista de esta campaña ya no es el terrorismo sino la inmanejable crisis económica que, por ello mismo, se ha convertido también en crisis política.
He hablado hasta ahora de la repercusión de este cambio del contexto político en las filas republicanas. Pero de cómo se manifiesta este mismo fenómeno en la acera de enfrente, me ocuparé en el próximo artículo.

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