EEUU: ¿Crisis Pasajera o Estructural?
Alberto Salom Echeverría [email protected] | Jueves 28 enero, 2021
II Parte
Alberto Salom Echeverría.
albertolsalom@gmail. Com
Enero, 2021.
En mi artículo anterior, ofrecí a mis lectores, ahondar acerca del por qué no hay lugar en Los Estados Unidos para lanzar las campanas al vuelo, aunque Trump haya salido derrotado en las elecciones recién pasadas. Mi hipótesis es que la crisis es honda y estructural, y aunque se pudiese producir un período de recuperación económica, como ocurrió después de la crisis inmobiliaria del 2008, la situación estructural continuará empeorando mientras no se ataquen las causas que han originado lo que llamo la decadencia del capitalismo globalizante, ‘salvaje’ y depredador del planeta.
El ascenso al poder por parte de Trump y su ascendiente sobre vastas capas de la población, fueron producto de fenómenos mucho más determinantes que el de su propio malhadado liderazgo. Son causas que se originan en la matriz de naturaleza política, económica, social y hasta cultural, y son muy difíciles de revertir.
Lo anteriormente expresado lo base al menos en los siguientes fundamentos:
1 En Estados Unidos la desigualdad social ha continuado acentuándose, no obstante, los períodos de recuperación económica. La distancia entre los grandes millonarios y los más pobres entre los pobres, es hoy mayor que nunca. Jack Goodman escribió para la BBC de Londres, un artículo (marzo 2019) en el que demuestra, según datos del Banco Mundial, que Estados Unidos es poseedor de la brecha de desigualdad más grande entre “las mayores economías desarrolladas del mundo” salvo China, ateniéndose al coeficiente de Gini. (Banco Mundial). Es el cuarto país en el mundo en el que el 1% acapara la mayor porción de la riqueza. Igual patrón se evidencia observando los datos del 10% más rico. (Credit Suisse Global Wealth Databook, 2018). Por último, según el World Inequiality Database, desde el año 1980, los ingresos del 1% más rico muestran una tendencia a una concentración cada vez mayor en los mismos Estados Unidos; mucho más alta que en Reino Unido y en Francia, por ejemplo.
2 En un célebre artículo de la profesora en Derecho Comparado de la Universidad de Columbia, Katharina Pistor, muestra que las empresas estadounidenses proclaman “de la boca para fuera” el <<Estado de Derecho>>, pero se viven cabildeando en el Capitolio, para obtener jugosos cambios legales que las favorezcan a ellas. La Dra. Pistor afirma que gran parte de la ley y el orden en el país del Norte existe en beneficio de las grandes corporaciones y no de los hogares promedio, mucho menos de los más pobres. La misma académica acotó que durante el gobierno de Trump, “…[se] brindó a las corporaciones estadounidenses prácticamente todo lo que quisieron: [ya que, el gobierno] redujo los impuestos corporativos, desanduvo muchas de las normas instituidas para proteger el sistema financiero de otras crisis y destruyó las políticas de protección ambiental, aun cuando los desastrosos efectos del cambio climático son ahora más obvios.” (La Nación. 16.1.21). Por lo tanto, es de Perogrullo decir que tanto el Congreso como el Senado estadounidenses son dos instituciones emblemáticas del sistema político, que no gozan de independencia respecto de los grandes grupos empresariales y corporativos de este país. De feria, en la presente coyuntura -dice la Dra. Pistor- la mayoría de los líderes empresariales se mantuvieron “firmes” al lado del presidente, justo durante el preciso momento en que Trump difundía frondosas mentiras acerca de las elecciones y el proceso de certificación electoral. Con la notable excepción de la Asociación Nacional de Manufacturas (NAM por sus siglas en inglés), los grandes empresarios no han dicho prácticamente nada respecto de la invasión al Capitolio protagonizada por fuerzas subversivas, incitadas por el mismo Trump (cfr. Pistor, 16.1.21)
3 Por añadidura, otro elemento que explica la insolvencia del sistema para poder superar realmente la crisis que sufre, lo encontramos cuando se observa que el ejército, constituido por cuatro grandes organizaciones: “Army, Navy, Air Force y Marine Corps”, se convirtió en un complejo andamiaje >militar-industrial<. Esto estaba ya claro tras el famoso estudio de C. Wright Mills sobre la “Élite del Poder” (1956), cuya lectura debí acometer con fruición como estudiante universitario. Más recientemente, me encontré otra investigación muy interesante de Miguel Jerez Mir (cfr. Revista de Estudios Políticos, Nueva Época, 1985). Jerez hace una afirmación allí, que es clave para apuntalar mi argumento de la crisis estructural del sistema político, militar y económico en los Estados Unidos: Este sistema militar -afirma- mantiene una relación estrecha con el aparato de dominación económico. Ya lo había afirmado antes el General D. Eisenhower, cuando dio el discurso de despedida en calidad de presidente de los Estados Unidos; ocasión en la que llamó a la ciudadanía a precaverse del aparato militar-industrial que a la sazón despuntaba. Poco después, en el año de 1963 fue secundado por el senador J. Williams Fullbright, el cual fungía como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Ya en plena guerra fría, Fullbright advirtió que la sociedad se estaba militarizando. En estas condiciones crece y se fortalece una industria privada de guerra, productora y proveedora de todo tipo de alta tecnología en armamentos, tanto para atender necesidades de defensa como para el despliegue de las fuerzas armadas hacia los distintos contextos geopolíticos, que en todos los continentes fueron invadidos por los Estados Unidos en función de sus intereses. Por eso no debería extrañar que, tanto la policía del Capitolio como el ejército se hubiesen demorado tanto en su actuación, ante los recientes acontecimientos subversivos, bajo el dominio de “supremacistas blancos” fuertemente dominados, como ha dicho el experto de inteligencia en entrevista reciente en CNN, Joseph Humire, por la asociación extremista de derecha “QAnon”. Queda claro que el objetivo cardinal fue atacar el Capitolio para bloquear la acreditación de Joe Biden, como el 46 presidente de los Estados Unidos. En este contexto, resulta incomprensible que alguien, como el periodista Carlos A. Montaner, haya dicho que la toma del Capitolio se había producido por una “turba de fascinerosos.” Hoy semejante afirmación es insostenible, cuando está claro que en la asonada subversiva participaron al menos tres senadores republicanos, bien identificados por CNN, miembros activos del ejército, y otros ya retirados, y como si lo anterior fuera poco, respaldados en el silencio cómplice de los más altos empresarios y azuzados por el propio Donald Trump. Más peregrina por falsa, resulta la afirmación de Montaner en el sentido de que: “…Trump, finalmente aceptó la victoria de Biden…” (La Nación, 17.1.21).
No entro a analizar ahora, otras fuentes de la crisis estructural del sistema político-económico y militar en Estados Unidos, que me he afanado en poner de relieve, como el sistema judicial y la prensa. El espacio y la paciencia de ustedes seguramente no me lo permitirían. Quedará para otra ocasión.