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COLUMNISTAS


Educar y educar, nunca deformar

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 18 febrero, 2022


Sinceramente

Todo acto político o de gobierno debe de educar a nuestra población. Toda expresión de los líderes políticos o administrativos del estado debe generar cultura política y consecuencias positivas en la conducta de los costarricenses. La campaña político electoral que vivimos debería ser una gran lección cívica para los costarricenses que les forme en el camino de rectitud, integridad, respeto y bien. Debemos fortalecer la institucionalidad, la credibilidad y el respeto de los ciudadanos hacia el liderazgo democrático legítimo que encabeza partidos y busca elegirse en gobierno.

No deben quienes buscan el favor del voto popular distorsionar y menos destruir las instituciones democráticas del país, forjadas con esfuerzo y con grandes dificultades a través de los siglos de vida republicana. Tratar de avasallar la división de poderes es totalmente inconveniente a la perspectiva de una democracia funcional. No queremos una dictadura ni un régimen de fuerza en el que uno de los poderes subordine a los otros a su voluntad y a su mandato.

La libertad de los ciudadanos depende en democracia de la división de poderes para que nadie tenga todo el poder, para que las minorías estén representadas, para que el país no se gobierne ni dirija a punto de ocurrencias o dictados autoritarios, sino sobre la base de una discusión pública y de acuerdos entre minorías que formen mayoría parlamentaria. El proceso democrático podrá ser más lento que las órdenes dadas por un personaje autoritario, pero estas decisiones son seguras y dan estabilidad para el funcionamiento social.

La libertad y el derecho en nuestro sistema deriva justamente de integrar las partes, todas con opinión propia en la discusión de nuestros problemas. No se amenazan entre sí los poderes del estado, no se insultan ni se extorsionan uno al otro. Los poderes del estado y su legítima dirigencia negocian, conversan, persuaden y dentro del marco de las leyes, la constitución y los tratados internacionales con valor supraconstitucional toman sus decisiones para bien de todos, con equilibrio, con moderación, con legalidad, procurando el bien de los costarricenses. El ejercicio político debe de ser virtuoso no un proceso de extorsión, amenaza y pleito.

Una campaña política no debe degradar a los ciudadanos y a los votantes, jamás debe deformar a los jóvenes que son el futuro de la patria. Esta campaña que vivimos está logrando exactamente eso deformar y educar en los vicios que creíamos ya superados en Costa Rica.

Cuando el intercambio es de insultos e insinuaciones, y cuando se mezclan personas inocentes en los ataques a uno u otro candidato, cuando con absoluto irrespeto del honor ajeno, los hogares y los hijos de las familias involucradas se hacen publicaciones ofensivas, mal marcha el proceso y la educación cívica de la campaña ha muerto.

¿Cuáles problemas y sus respectivas soluciones se han abordado? ¿No se han percatado que hay cerca de medio millón de personas sin trabajo alguno? ¿No sienten respeto por quienes viven en la pobreza y en la miseria? ¿No han parado mientes en quienes están siendo afectados por las desigualdades y brechas en su futuro? Mientras discuten y entrecruzan insinuaciones usando figuras a la sombra llamadas la “mano izquierda”, mientras intercambian acusaciones que dañan mutuamente a los candidatos que será alguno en poco menos de dos meses presidente de Costa Rica, las soluciones y los planteamientos están ausentes. La destrucción mutua de prestigios e imágenes es del todo contraproducente. La destrucción frente a los electores de ambas candidaturas, de su legitimidad, de sus rasgos personales y de su integridad conducirá a la destrucción institucional y a las posibilidades del electo de ejercer un mandato razonable por los próximos cuatro años.

El generar brechas abismales de odio y resentimientos entre personas llevará a continuar el pleito en la Asamblea Legislativa donde los partidos en competencia carecen de mayoría para dictar las leyes. ¿Quién querrá negociar luego de lo que estamos viviendo? Una casa, una familia y un país dividido y polarizado no sobrevive. No se sobrevive a esta lluvia de insultos sin sentido más que el de destruir.

Una vez más se busca la polarización irracional de los costarricenses para lograr ganancia política. Una vez más se busca lucrar electoralmente de la irracionalidad emotiva dejando a un lado lo trascendental en la discusión. Una vez más Costa Rica será la sacrificada y al final todos los ciudadanos seremos víctimas de este estilo electoral de destruirnos entre nosotros.

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