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COLUMNISTAS


Educación y formación vs adoctrinamiento sectario

Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 02 octubre, 2023


La escuela, el colegio, la universidad trasmiten conocimientos y forman. ¿Pero cuál es el contenido de esa formación? ¿Quiénes y cómo lo deben determinar? ¿Qué hemos vivido en occidente en este campo en las décadas recientes?

Los poderes públicos siempre han querido adoctrinar.

El Diccionario de la Real Academia define adoctrinar como: “Inculcar a alguien determinadas ideas o creencias”. Se adoctrina a través de procesos de socialización, mecanismos de control, y prácticas sociales y educativas dirigidas a inculcar determinados valores y formas de pensar. Es evidente que la educación es fundamental para adoctrinar, para imponer una determinada forma de pensar y de actuar a los ciudadanos.

Ya en La Política Aristóteles nos señaló que para dominar se debe adoctrinar para formar ciudadanos acostumbrados al régimen imperante, sea este democrático u oligárquico.

En la democracia liberal que con pensamiento, sudor y sangre gradualmente, paso a paso, con avances y retrocesos por milenios la humanidad ha ido formando se fue llegando a una práctica educativa para formar en valores fundamentales de muy generalizada aceptación.

En Occidente la formación, la trasmisión de los valores, de la cultura es fundamentalmente el dominio de la familia. Las generaciones trasmiten su patrimonio intelectual, sus tradiciones, sus creencias. Y así puede haber diversidad por la formación de los niños, y niñas, adolescentes y jóvenes en la libertad de sus propios hogares.

Así fueron predominando -en medio de brutales violaciones en la vida real- los valores de la herencia judeocristiana, grecorromana, que en el encuentro de civilizaciones en América se enriqueció con la convivencia de razas y creencias, que fortaleció la aspiración cristiana a vivir con la dignidad de hijos de Dios llamados a amarnos unos a otros.

Así se pudo ir construyendo, como aspiración y como realidad imperfecta, la democracia liberal, el humanismo, la sociedad solidaria, la búsqueda del bien común y la opción preferencial por los pobres, con la eficiencia de los mercados y una globalización basada en el respeto a los derechos humanos fundamentales y a la soberanía de las naciones.

Para permitir la libertad de las personas la actividad formativa subsidiaria y supletoria del estado debe restringirse a los valores de más generalizad aceptación. Valores como la libertad, la igualdad intrínseca de las personas y sus consecuencias jurídicas, la fraternidad humana, el respeto a los demás y a sus propiedades, la responsabilidad por nuestros actos, el valor del bien, de la verdad, de la belleza. Dentro del respeto a estos valores la libre creatividad crea el crecimiento del conocimiento y de los bienes y servicios, enriquece el espíritu y a las sociedades, y les permite atender mejor las necesidades de sus integrantes, especialmente de los que enfrentan más difíciles y apremiantes circunstancias.

Por su parte, los totalitarismos, el marxismo y el fascismo se propusieron adoctrinar para favorecer sus visiones opuestas a la libertad, la dignidad, la igualdad y la fraternidad. Y apenas pueden tratan de imponer sus visiones. Cuando pueden descaradamente como lo hicieron Hitler, Stalin o Mao, y hoy tratan de hacerlo cerrando centros de enseñanza y de valores Ortega y Murillo en Nicaragua. Si no les es posible actuar de frente, lo hacen disfrazándose como adalides de otras causas aparentemente reivindicativas de derechos.

Corresponde a los defensores de la libertad y la dignidad de las personas desenmascararlos.

Antes de que en URSS se destaparan los increíbles, sangrientos y monstruosos crímenes de Stalin la lucha contra la democracia liberal y su influencia en la educación se daba por el marxismo.

En Europa, después del destape de esos horrorosos crímenes, el adoctrinamiento contra la libertad y la dignidad necesitó otros ropajes.

Además, con el enorme crecimiento económico que se dio en la postguerra y el progreso de los trabajadores, la misma idea de la lucha de clases perdió atractivo.

La izquierda destructiva se vistió con los ropajes del relativismo, del post modernismo y de una falsa e inalcanzable lucha por la igualdad de resultados que solo crea frustración, rencor y envidia. Cada problema en la evolución de las naciones se achacó al “neoliberalismo,” a los productores, a la banca, a la globalización, a los políticos y a sus partidos.

Con el postmodernismo y su relativismo los valores fundamentales ya no son lo importante, tampoco la verdad ni los hechos. Se desechó el racionalismo. Lo importante es mi verdad. Si los hechos la desmienten, peor para los hechos. Se adoctrinó en la irresponsabilidad. La izquierda se reivindicó como defensora de la igualdad, mientras que la derecha era acusada de ser cómplice del capital, de los banqueros y de la injusticia social

Esas mismas circunstancias ayudaron a que se pusieran de moda la desconfianza en la ciencia, el relativismo moral y cultural, la subjetividad a ultranza.

En América Latina el cambio del adoctrinamiento vino más tarde. Muchas sociedades estaban embelesadas con los barbudos que habían bajado de la Sierra Maestra como héroes liberadores y a quienes se les excusaban fusilamientos, destierros, destrucción de la libertad y la riqueza, empobrecimiento de su gente e irrespeto a la soberanía de otras naciones.

Las contradicciones no importaban.

Ingenuamente con la caída del muro algunos creímos con Fukiyama que había llegado “el fin de la historia” y se había materializado el “fin de las ideologías” anunciado décadas antes.

Pero la historia es caprichosa, los seres humanos somos creativos y no solo racionales, a la vuelta de la esquina estaban los nuevos problemas.

Terminada la Guerra Fría Occidente pierde la necesidad de predicar y promover libertad, democracia, respeto a los derechos fundamentales, las bondades de la eficacia del mercado. No todos los estados practicaban esas virtudes a pesar del gran crecimiento del número de democracias con la tercera ola democrática. Pero frente al bloque soviético las cacareaban.

Los partidos políticos llamados a ser crisoles en los que se fundan intereses grupales armonizados en una visión de bien común compartida pierden o al menos ven gravemente debilitada su capacidad de hacerlo.

Como consecuencia en muchas naciones los partidos se fragmentan y multiplican dificultando la gobernabilidad, especialmente en sistemas presidencialistas.

Se facilita con todas estas condiciones el ascenso de partidos populistas extremistas. Se debilitan los partidos tolerantes, que apelan a la razón.

El postmodernismo y el relativismo aparecen fortalecidos y con nuevos disfraces. Y el adoctrinamiento contrario a nuestros valores fundamentales se fortalece en escuelas, colegios y universidades.

Ahora el marxismo no se viste de neomarxismo, ni de postmodernismo.

Ahora atenta contra los valores judeocristianos y grecorromanos con nuevos instrumentos y distintos disfraces.

Se presenta como defensor de los derechos de diversos grupos con lo que atrae aprobación ciudadana.

Se viste de movimientos identitarios y sus nuevos instrumentos son muy variados:

-creación de derechos para cualquier grupo, derechos diferenciados. Así se erosionan los derechos generales,

-fake news, paparruchadas,

-la posverdad o las verdades alternativas,

-sin escrúpulo alguno promover la división, ya no de clases, sino contra cualquier sector social al que sea fácil mover a envidiar o a odiar.

- y claro el adoctrinamiento en la educación pública.

Se enseña que la ciencia, la moral, el género, la verdad son meras construcciones sociales, que no hay valores objetivos, que la civilización occidental es culpable de todos los males del mundo.

Se quiere eliminar la injerencia de los padres y su derecho a ser quienes determinen la formación de sus hijos.

Se enseñan y se pretende que se aprueben absurdos tan sin sentido como que un niño o una niña de 12 años pueda decidir que se le alteren sus órganos genitales para cambiar de género.

Enfrentar frontalmente el adoctrinamiento que envenena las mentes y los corazones de nuestros niños, adolescentes y jóvenes es una tarea esencial para impedir el triunfo del totalitarismo que amenaza a nuestras naciones.


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