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Duelo en la patria

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 27 enero, 2012




Carmen Naranjo y Jorge Manuel Dengo provienen de aquellas generaciones que se propusieron hacer realidad los ideales socialdemócratas de Rodrigo Facio y José Figueres

Duelo en la patria

La palabra patria es susceptible de múltiples significaciones. Patria es, sin duda, una realidad material, un territorio con sus paisajes y ciudades. Pero patria es, ante todo, la gente que allí vive. Un conglomerado humano con su identidad cultural, una historia común y un conjunto de instituciones, todo amalgamado por unos valores intangibles que marcan su sensibilidad.
Preservar ese acervo material y cultural, es el deber principal de la generación actual a fin de entregarlo como invaluable tesoro a las futuras generaciones, no solo para que lo mantengan incólume sino para que lo perfeccionen. Porque no en todo lo que llamamos patria hay valores y grandeza. También hay humanos errores y tareas inconclusas.
La patria es tanto una realidad como una idealidad, un conjunto de cosas y personas reales, como un haz de sueños y frustraciones.
Para el pueblo la patria se encarna en hechos e instituciones concretos realizados por personas con nombres y apellidos. Cuando alguien así muere, la patria se viste con crespones de duelo.
Eso ha sucedido a inicios de año con la muerte de dos insignes ciudadanos. La una era escritora, el otro ingeniero, pero ambos estaban imbuidos de un inclaudicable espíritu patriótico.
Carmen Naranjo y Jorge Manuel Dengo provienen de aquellas generaciones que se propusieron hacer realidad los ideales socialdemócratas de Rodrigo Facio y José Figueres. Ellos lucharon por hacer realidad el sueño de una Costa Rica, no solo moderna, sino ante todo, solidaria, basada en la justicia social cuyos cimientos habían sido puestos por la generación que los precedió, como fueron el doctor Calderón Guardia, monseñor Sanabria y don Manuel Mora Valverde.
Pero lo hicieron de acuerdo con los talentos de cada cual. Carmen cultivó las letras. Su pluma fue implacable denunciando la corrupción.
El ingeniero Dengo fue el creador, entre otras muchas cosas, de una de las instituciones emblemáticas del país, el Instituto Costarricense de Electricidad.
Por eso, la única manera honesta de honrar su memoria es continuar su labor para hacer cada día más tangible el sueño de una Costa Rica soberana, justa y solidaria.
Ellos solo vieron en el ejercicio del poder una ocasión para servir a la patria y no una excusa para entregarse a la avaricia.
Esos son las mujeres y los hombres que ahora mas necesita nuestra agonizante democracia social, nuestro maltrecho estado de derecho. Su legado debe ser asumido hoy con la misma entereza que hizo de ambos un ejemplo inspirador.

Arnoldo Mora

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