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Dos cumbres continentales

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 14 agosto, 2009



Dos cumbres continentales


Acaban de pasar dos eventos que, por ser ya habituales, no constituyen ninguna novedad, pero que, en este caso, no dejan de llamar la atención por su carácter contrastante. Me refiero a las dos cumbres presidenciales que tuvieron verificativo en las dos Américas. Una de estas cumbres fue la realizada entre los presidentes de los países de América del Norte y se llevó a cabo en la ciudad de Guadalajara. La otra fue la celebrada por la UNASUR, a la que asistieron todos los presidentes miembros, excepto Uribe, que tuvo como escenario la ciudad de Quito.
Esta última cumbre cumplió una función múltiple, pues no solo se hizo con ocasión del traspaso de la presidencia pro tempore de UNASUR de Chile a Ecuador, sino que sirvió para iniciar las celebraciones del Bicentenario de la Independencia del país anfitrión y de la toma de posesión del presidente Correa en su segundo periodo. Pero tuvo como telón de fondo el conflicto fronterizo entre Colombia y Ecuador, que el gobierno de este último consideró, con sobrada razón, como una violación a su territorio, lo que trajo como consecuencia la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países. Igualmente se dio una fuerte controversia causada por la decisión del gobierno de Uribe de autorizar la instalación de siete bases militares norteamericanas en territorio colombiano. Consciente del riesgo de quedar aislado en la región, pues los gobiernos, considerados “moderados”, de Chile, Uruguay y, sobre todo, Brasil, han expresado inequívocamente su oposición a esta controversial decisión, desde Bogotá se envió a la vicecanciller.
Pero no fue aquí en donde se dio el mayor contraste entre las dos cumbres que he venido comentando, sino en el trato que se ha dado a sus miembros en uno y otro evento. En Guadalajara fuimos testigos, no sin estupor y vergüenza ajena, al menos de los latinoamericanos, de la humillación de que fue objeto el gobierno anfitrión de parte de los jefes de Estado de los países del Norte. Tanto el primer ministro canadiense, particularmente grosero, como el presidente Obama, dieron un contundente no a los reclamos del presidente Calderón en materia migratoria. Más matizado en su negativa, Obama adujo que se debía esperar al menos un año, antes de que él decidiera enviar al Capitolio un proyecto de ley proponiendo una reforma migratoria, debido a que ahora tenía otras prioridades tales como la aprobación de un controvertido plan de universalización de la salud. En ambos casos se trata de promesas de campaña de Obama, pero es obvio que ahora los trabajadores latinoamericanos no son prioridad.
En cuanto a la cumbre de Quito, si exceptuamos los reclamos a Uribe por dividir a las pueblos de América del Sur y amenazar la paz regional, lo más importante fueron los acuerdos tomados, en forma unánime como es de rigor, tendientes a consolidar con medidas concretas y factibles la unidad sudamericana que, más temprano que tarde, abarcará todas las otras dimensiones de las relaciones de esos países. El espíritu bolivariano constituye el mejor tributo, no solo a los próceres de la Independencia, sino también la aspiración más auténtica de los pueblos de la región. Si algo quedó claro de estas dos cumbres es que para los pueblos de Nuestra América nuestro Norte está en el Sur.

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