Don Rodrigo Carazo y doña Laura
Tomas Nassar [email protected] | Jueves 25 agosto, 2011
VERICUETOS
Don Rodrigo Carazo y doña Laura
Les conté en esta misma columna hace unos meses que durante la administración del presidente Carazo, siendo empleado público-estudiante universitario, fui testigo involuntario de una conversación en la soda de la Asamblea Legislativa, en la que un “ilustrísimo” diputado de entonces decía a sus contertulios algo así: “Nosotros vamos a destruir el gobierno de Carazo aunque para ello tengamos que destruir el país”.
La administración de don Rodrigo ha tenido muchas interpretaciones, la mayoría de ellas negativas porque se ha concentrado en la situación económica del país prescindiendo de analizar la situación global coyuntural que fue elemento causal indiscutible.
No me parece que sea tan alejado de la realidad asumir que la actitud de un Congreso inconsecuente y reacio a proporcionarle más ingresos vía impuestos colaboró en mucho en la quiebra de las finanzas públicas
No son tan lejanas en la memoria colectiva las apariciones casi cotidianas de un Presidente de la República profundamente agobiado por la situación fiscal solicitando se le concediera la aprobación de los impuestos que la hacienda pública urgía para poder mitigar los gravísimos efectos de la crisis económica internacional que a principios de los años 80 nos azotó tan fuertemente.
No se puede obviar tampoco, cosas curiosas de la historia, que Costa Rica estuvo también en esa época inmersa en una confrontación frontal con el gobierno de Somoza acorralado por la revolución sandinista y la condena internacional y que el mundo entero afrontaba una escalada nunca antes vista de los precios del petróleo, que llevaron a la bancarrota a las economías de prácticamente todos los países consumidores.
Me costó muchísimo como joven ingenuo en los avatares de la política, asimilar la contundencia de la sentencia dictada por el diputado que presagiaba la ruina del país, sin importar sus consecuencias, con tal de derrotar al enemigo y alcanzar el fin último que orientaba su norte: alcanzar el poder.
En estos días he recordado mucho a don Rodrigo, a quien profesé mucho cariño a pesar de mi desacuerdo, por razones ideológicas, con su visión de algunos temas nacionales durante los últimos años y lo he tenido muy presente en particular cuando intento explicarme la actitud de algunos diputados de la actual Asamblea Legislativa de minar hasta lo imposible el camino del gobierno de doña Laura.
Me cuesta mucho, igual que hace treinta años, entender y asimilar que las ansias de poder y el revanchismo electoral sean capaces de conducir el país al despeñadero con tal de garantizarse el fracaso del gobierno en la gestión de los grandes temas nacionales y, por supuesto, de paso aprovecharse de la desazón popular para allegar unos votos de más.
Tengo muchas dudas sobre algunos de los impuestos planteados en su proyecto por el Ejecutivo, en particular la decisión de gravar la educación y la salud, pero coincido plenamente con la urgencia de una decisión parlamentaria responsable en el tema tributario.
No es válido ni inteligente intentar ahogar al gobierno de la presidente Chinchilla para alcanzar el poder, no es legítimo ni es ético porque la práctica legislativa se puede ejercer con rectitud de principios y de valores y porque más temprano que tarde esos que intentan sentenciar el país al fracaso tendrán que asumir su responsabilidad. Ese es el inexorable destino de la historia.
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