Democracia a medias
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 31 enero, 2013
Los partidos políticos, en buena medida indiciados por la sociedad, están en otra onda. O refinándose como maquinaria electoral o consolidándose como “derecho de llave”
De cal y de arena
Democracia a medias
El meritorio trabajo de la Comisión Presidencial sobre Gobernabilidad Democrática (CPGD) abunda en la diversidad de propuestas incidentes en el amplio arco estructural y operativo del Estado.
También se le notan vacíos. Para mí, el de mayor bulto es por qué se aleja de proponer la adopción de un régimen parlamentario y opta por un semiparlamentarismo que no es ni chicha ni limonada y sí un modelo que acentúa la inestabilidad de las alianzas y la ingobernabilidad, presentes hoy.
El régimen parlamentario potencia al Parlamento y refuerza su carácter de agente de una beligerante representación popular propia de un gobierno participativo, como reza nuestra definición constitucional.
Se dirá que no hay madurez política para ir al parlamentarismo pero también cabe pensar que en la Comisión ha estado gravitando inconfeso el amor hacia un modelo que concentra más poder en el Ejecutivo y que acaricia “el funcionamiento de la democracia de las mayorías”, con riesgosa grande constricción del debate parlamentario y de las competencias de los órganos dedicados a ejercer frenos y contrapesos.
Me parece reflejo esto del criterio que ubica el colapso de la gestión administrativa del Estado en el breñoso mundo de nuestras leyes y reglamentos y que no tiene como factor principal la astenia política que se confiesa en ausencia de liderazgos y en partidos sin autoridad moral ni capacidad de convocatoria (también por la corrupción que les invade) ante el grueso de los ciudadanos que hoy no tienen por qué votar. En la CPGD se analizó el deterioro de la confianza en la democracia y en sus instituciones cardinales. Mas no reflexiona sobre el tema de los partidos, que no son parte del Estado pero sí conducen a hacer el Estado.
Son tarea pendiente de la necesaria renovación del diseño institucional aludido por la CPGD para hacer que la cosa pública funcione bien y a satisfacción del ciudadano.
Si solo tuviera la virtud de sacar de la modorra a esta sociedad tan peligrosamente sumida en el culto a la liviandad, el informe de la Comisión estaría resultando altamente beneficioso.
Temo que así no va a suceder y que el análisis y el debate que está provocando en las fechas subsiguientes a su aparición, va a ser una versión modificada de aquella sentencia que alude al tiempo tope de duración de los escándalos.
Los partidos políticos, en buena medida indiciados por la sociedad, están en otra onda. O refinándose como maquinaria electoral o consolidándose como “derecho de llave”. Por otro lado, en estos tiempos del periodismo “light” no se ve a los medios de comunicación auspiciando con sentido de permanencia en el tiempo el debate de calidad y variedad en contenidos sobre la suerte de nuestra democracia y el funcionamiento del Estado.
La Agenda Nacional, el trabajo del Grupo de Río Segundo y otros documentos elaborados a propósito del atasco institucional y político, perdieron espacios periodísticos, quizá para gracia de quienes están lucrando con el statu quo y buscan desviar la atención hacia los espectáculos propios de la agenda de la liviandad. Seguiré.
Álvaro Madrigal
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