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¿De qué escribir hoy?

Iris Zamora [email protected] | Lunes 09 diciembre, 2013


Buen viaje, Rolihlala, dormirás la eternidad, como ciudadano eterno, si es tu voluntad… Aquí, aún vivimos alimentando el miedo creyendo que nos hará vencedores


¿De qué escribir hoy?

Sí, lo tengo claro, una no titula una columna con una pregunta, pero ¿qué hago? Mi vida es una constante pregunta, cuando creo tener la respuesta, surgen cinco más…
Tenía casi lista mi columna sobre “el miedo, de los que inventaron el miedo”, referida a ese fenómeno en que se ha convertido José María Villalta, y la cantidad de tonteras con las que pretenden parar ese ascenso, pero justo cuando le escribía a nuestra editora doña Carmen Juncos, anuncian el fallecimiento del preso 46664.
Me dirán que obviamente es más importante, ¡Mil veces! —dirán muchos— Mandela que Chema Villalta, sí y no.
Habrá quienes conviertan a Madiba en una divinidad. Su rostro sereno, apacible, sonriente de Khulu, de los últimos años, no fue el rostro de aquel muchacho que desde la clandestinidad creó el brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA) que luchó violentamente contra el nefasto Apartheid de la Sudáfrica de los 50 y 60; tiempos que en USA, el Rev. Marthin Luther King convoca a su pueblo, igual de vejado y excluido, a una revolución pacífica, muy diferente a la de Rolihlala, nombre con el que llamaba su abuela a aquel chico, que en nada fue un pacificador.
Lo que hace extraordinario a un hombre es reconocer esa, su naturaleza humana, que lo iguala a todas y todos, sin halos de santidad. Mejor lo dijo Mandela de sí mismo “no quiero ser presentado de forma que omitan los puntos negros en mi vida”, uno de ellos fue su ruptura con su tercer esposa Winnie Madokizela que desde Zoweto mantuvo la llama encendida sobre el preso 46664 que se negó a salir de la cárcel con condicionamientos, que pretendían impedir su lucha contra el Apartheid.
Sobre su naturaleza profundamente humana Madiba sentenció frente a sus enemigos: “Si tengo que morir, declaro para todos los que quieran saberlo, que iré al encuentro de mi destino como un hombre” y no se refería al macho, con que se homologa hombre.
Trascendió, no por sus 27 años en prisión. No por ser el primer Presidente Negro en África del Sur. Menos por un premio Nobel que compartió con su perseguidor, y el perseguidor de su pueblo.
Fue su capacidad de perdón, su convicción en una gran unidad nacional del pueblo sudafricano, a pesar de esa historia de ignominia, esclavitud y crueldad contra los suyos; lo que lo agigantó ante sí mismo, ante los ojos de la humanidad entera.
Fue su triunfo contra el miedo, su miedo, el de los suyos y los blancos, lo que lo convirtió en vencedor.
“La muerte —dijo Aaah Dalibhunga (Mandela)— es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como un deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo, y por tanto dormiré toda la eternidad”.
Dostoievski dijo alguna vez que éramos “ciudadanos de la eternidad”. Buen viaje, Rolihlala, dormirás la eternidad, como ciudadano eterno, si es tu voluntad… Aquí, aún vivimos alimentando el miedo creyendo que nos hará vencedores.
 

Iris Zamora

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