De policías y criminales
Nuria Marín [email protected] | Lunes 16 noviembre, 2009
Creciendo junt@s
De policías y criminales
La muerte de varios policías me tiene sumamente consternada.
Pienso en sus familias, en las jóvenes viudas que han perdido al compañero en una vida aún por construir, en tantos niños quienes no solo han perdido a un padre, sino un ejemplo de lucha y vocación de servicio a la patria, y en los progenitores quienes han perdido su tesoro más querido. Me preocupan igualmente, el oculto y subliminal impacto en la psique ciudadana de estas muertes. No me cabe la menor duda de que para todos nosotros los ciudadanos comunes la muerte de los oficiales, el modus operandi y el número de fatalidades, la ocurrencia de balaceras en las calles y la trágica muerte
de una inocente joven de 20 años profundizan aún más el sentido de indefensión. Otras inquietudes que surgen son si ¿provocarán estas muertes un debilitamiento de los cuerpos policiales ante la más cruda falta de respeto a la autoridad? y, ¿cómo reaccionarán los cuerpos policiales? Idealmente, con todo profesionalismo, pero humanos como son podrían verse tentados a escalar en la ofensiva. Puede suceder el efecto inverso con consecuencias igualmente negativas, como es la fuga masiva de policías experimentados frente a los nuevos niveles de peligro y exposición a la muerte y a altos niveles de frustración cuando los tribunales o el Ministerio Público actúan permisivamente con liberaciones
prematuras o decisiones como la del fiscal en Pococí que calificó de insignificante el decomiso de 19 armas. No es difícil pensar que estos efectivos mal pagados, con sistemas de pensión y pólizas inadecuados se verán seriamente tentados por un creciente mercado de seguridad privada con mejores condiciones y menor exposición de riesgo. Tam-poco el que habrá una disminución en el reclutamiento. ¿Y frente a esta realidad qué hacer? En primer término huirles a posiciones
irresponsables que quieren explotar el tema electoralmente. Segundo, la búsqueda de soluciones
integrales y multidisciplinarias que vayan desde la prevención, la contención, el fortalecimiento de los cuerpos policiales con una verdadera Escuela de Policía, dotarles de recursos y buenas remuneraciones, y el cambio en el enfoque judicial por uno de mayor balance que considere los derechos de los delincuentes pero también el de las víctimas. Tercero, tener presente que la violencia genera más violencia, y que la paz es el mejor antídoto a esa violencia. Hay que incorporar a la sociedad civil, especial pero no exclusivamente a las mujeres en las comunidades, quienes con el apoyo del Estado pueden ejercer un interesante rol de control social y un especial protagonismo en una alianza por la construcción de una renovada cultura de paz. ¡Aún estamos a tiempo!
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