De cal y de arena Álvaro Madrigal
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 18 febrero, 2016
La mala praxis en el periodismo es —lo han dicho sentencias de nuestros tribunales— mucho más criminal que el bisturí en la mala praxis de la medicina porque mata en vida
De cal y de arena
Mala praxis periodística
La mala praxis también existe en el periodismo. Se manifiesta cuando se incumplen los deberes y obligaciones de la deontología de esta profesión y toma forma en la divulgación de hechos con contenido distante de la verdad así como también en la intencionalidad de dañar el honor, el prestigio, la integridad de una persona. Es frecuente el recurso de la reproducción de textos de terceros habilidosamente radicados en la tenue frontera que separa la verdad pura y dura de la verdad manipulada con la intención de sesgar los hechos. La mala praxis en el periodismo es —lo han dicho sentencias de nuestros tribunales— mucho más criminal que el bisturí en la mala praxis de la medicina porque mata en vida. Con la intencionalidad que conforma el dolo o con la impericia que lleva al error se han destruido honras cuya integridad se torna irrecuperable, así luego haya sentencia reparadora. La reproducción del dicho de tercero así sin más ni más, sin constatación de la veracidad de su contenido, puede llevar a la comisión de un atropello a los derechos del afectado (la intimidad y la vida privada, el honor y el principio de inocencia). Constatar la veracidad de la información es regla de oro conforme a la ética periodística y el orden jurídico. Gozamos de libertad de expresión y de libertad de prensa, mas en su ejercicio hay fronteras a respetar: quien las trasgreda tendrá que encarar las secuelas así sea que se haya escudado la información con la muletilla de la presunción de culpa. En la jurisprudencia constitucional está dicho que la práctica periodística de hablar de “presuntos culpables” o “presuntas anomalías” es inconstitucional pues por esta vía se invierte la carga de la prueba y se pone al aludido en situación de demostrar su inocencia, una presunción garantizada hasta que en sentencia firme se declare la culpabilidad. “En estos casos el ejercicio de la libertad de prensa se torna abusivo” ha dictado la jurisprudencia.
Nuestro orden jurídico impone límites al ejercicio de la libertad de prensa y la libertad de expresión. Por ejemplo, toda persona tiene derecho al respeto a su honra y al reconocimiento de su dignidad; está vedada la incursión en la honra y la reputación de una persona; también la propalación de especies idóneas para afectar su reputación. En el ejercicio del periodismo hay leyes y ética que deben respetarse. Lo rememoro preocupado por la presencia de prácticas que, manipulando los contenidos de la información, se alejan por completo de esos dictados arrasando el principio de veracidad y las reglas éticas. No es una perversión exclusiva de estos días; también en el pasado se ha dado. Pero si partimos de un criterio evolutivo, es preciso pedir que esas prácticas viciadas se erradiquen en el interés de asegurar un periodismo en evolución. Si el diario Extra debió informar de que hay dinero negro del narcotráfico en Costa Rica, es censurable ligar con ese mundo el nombre de familias por demás honorables por el simple hecho de que algún inversionista extranjero comprase una residencia en una urbanización que en algún momento construyó la familia Terán Jiménez. Eso no es periodismo de merecimientos.
Álvaro Madrigal
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