Cuentos y realidades (I)
Roberto Dobles [email protected] | Lunes 04 diciembre, 2017
Cuentos y realidades (I)
Es preocupante observar como a menudo se anuncian políticas y se prometen proyectos o programas que terminan siendo un cuento. Una de las razones por las cuales esto ocurre es porque estas políticas y estas promesas no se basan en estudios técnicos y económicos y no se basan en planes que detallen, entre otros aspectos, cómo se van a ejecutar y de dónde van a venir los recursos para llevarlas a cabo.
Uno de estos cuentos está relacionado con el sistema de transporte público y privado. La realidad muestra que las políticas actuales están teniendo resultados muy diferentes a lo que pretenden.
Como lo analicé en mis tres últimas columnas, el colapso vial es cada vez mayor debido a la obsoleta y raquítica infraestructura que tenemos y a que la infraestructura multimodal de transporte público y privado enfocado en la movilidad eléctrica no se ha desarrollado por falta de recursos.
Pero adicionalmente, contrario al discurso, existe también un acelerado crecimiento de la flota de vehículos de gasolina y de diésel que agrava aún más la situación. El “III Informe Costa Rica Importa” revela que “por primera vez el sector transporte —que incluye todo tipo de vehículos— superó al petróleo en cifras de importación durante el 2015”. Este informe señala también que “la traída de vehículos del exterior se posicionó en el primer lugar” y que “la factura comercial por importación de vehículos fue de $1.324.038.000 en el 2015. Anteriormente los productos petroquímicos (combustibles y derivados) ocupaban el primer puesto en las importaciones. El año anterior (2015) se ubicó en la segunda posición con $1.285.788.000”.
El “IV Informe Costa Rica Importa” indica que “para el 2016, el Sector Transportes presenta un crecimiento de 16% sobre el valor importado, registrando importaciones por 1,531.21 millones de USD$, colocándose por segundo año consecutivo como el principal sector importador del país, destronando al Sector Petroquímico (el cual incluye el sector petrolero) que ocupó dicha posición en años anteriores. Este aumento se ve reflejado en el crecimiento de las importaciones de vehículos nuevos”.
Esta situación ha sido también destacada en el informe de la Cámara de Comercio sobre los resultados del desempeño económico de 2016, donde se indica que la venta de vehículos de combustión interna (de gasolina y diésel) es el sector comercial que más creció en el país durante 2016, con un 13,5%.
El reciente informe del Estado de la Nación 2017 señaló también que “entre el 2015 y 2016 la flota vehicular aumentó un 7,4%” y “alcanzó 1.664.991 unidades”. Con esta tasa de crecimiento, la flota vehicular se duplicaría en 9,4 años.
Una reciente publicación de Ojo al Clima, basada en datos del Registro Nacional y del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), señaló que “desde 1980 la población de Costa Rica aumentó en un 60% y la flotilla vehicular (automóviles, autobuses, motos, etc.) aumentó en un 435%” y que “durante cada año de la última década, la cantidad de vehículos que son inscritos ante el Registro superó los nacimientos reportados en el territorio nacional, lo que disparó la proporción de vehículos por habitante”. Esta publicación también indicó que “desde el 2006, cada año “nacen” muchos más vehículos nuevos que personas en Costa Rica”.
A pesar de las políticas sin sustento en estudios técnicos y económicos y sin recursos financieros para llevarlas a cabo y de los eslóganes de ciertos grupos, la realidad es contundente en mostrar que las importaciones de vehículos de gasolina y de diésel están creciendo aceleradamente y que están entrando a circular en una infraestructura vieja y muy limitada, lo que aumenta continuamente el colapso vial.
El desarrollo de ferrocarriles eléctricos y de otros medios eléctricos de transporte público, que es uno de los factores claves de la modernización del transporte público y del desarrollo de la movilidad eléctrica, sigue siendo un sueño muy lejano.
Si no se generan nuevas e importantes fuentes de recursos, continuaremos con el creciente colapso vial y con los obsoletos, limitados y pequeños trenes de diésel, que además son contaminantes y muy peligrosos por los descarrilamientos y choques que ocurren a menudo entre si y contra vehículos.
Los resultados de las políticas vigentes, que se elaboran como si no existiera una realidad de creciente y agobiante carencia de recursos, confirman de manera contundente una realidad totalmente diferente a lo que se manifiesta en estas políticas.
Las políticas nacionales, por sus dogmas y por la gran carencia de recursos que existe, están conduciendo a resultados totalmente opuestos al desarrollo sostenible y están generando la caótica y nefasta realidad nacional que estamos viviendo.
Las políticas vigentes en Costa Rica rechazan además las políticas internacionalmente reconocidas de países que son muy exitosos en lo económico, lo social y lo ambiental, que más avanzan en el desarrollo de la movilidad eléctrica pública y privada y que son líderes mundiales del desarrollo sostenible, como Noruega.
Las políticas que se rechazan aquí están posicionando e impulsando fuertemente hacia el futuro a los países exitosos, incluyendo, entre otras cosas, un avance rápido y sostenido hacia un nuevo paradigma energético y de transporte público y privado basado en la movilidad eléctrica. Y todo esto lo están haciendo, en gran medida, gracias a la enorme cantidad de recursos fiscales y no fiscales que generan en su territorio con el desarrollo y uso sostenible de toda su riqueza nacional.
Los datos sobre los resultados de las políticas nacionales están mostrando de manera contundente que no solamente no se está desarrollando la infraestructura moderna de transporte público y privado multimodal basado en la movilidad eléctrica que el país necesita y que no se está dando ninguna transición energética, sino que además están mostrando otra cruda realidad que es igualmente contraria a lo que se predica, porque está ocurriendo también un aumento acelerado de:
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La flota vehicular basada en los vehículos de combustión interna (de gasolina y diésel) que entran a circular todos los años en una infraestructura obsoleta altamente deteriorada y colapsada
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Las emisiones de gases de efecto invernadero, de partículas (hollín) y de gases contaminantes que son muy dañinos para la salud, como por ejemplo, el dióxido de azufre (SO2), los óxidos de nitrógeno (NOX) y el monóxido de carbono (CO)
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Las importaciones de petróleo explorado, producido y refinado en otros países
- Las transferencias de enormes cantidades de recursos fiscales y no fiscales a los países productores de petróleo que los enriquecen aún más, cuando estos recursos debieran utilizarse aquí para financiar, entre otras cosas, las crecientes necesidades nacionales de infraestructura multimodal de transporte enfocadas en la movilidad eléctrica pública y privada. Todo esto mientras dure la transición energética en el mundo, tal como lo están haciendo exitosamente los países que más están avanzando en éstas y otras áreas, como Noruega.
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