Cuando despiertan las emociones
Candilejas [email protected] | Viernes 17 marzo, 2017
Puede estar solo, ensimismado, en medio de la oscuridad de una sala que comparte con otras cosas igualmente solitarias, recogidas en su intimidad.
Pero de repente, todo despierta. Como si una varita mágica le diera vida a ese escenario, a esas butacas. Esto ocurre porque hay hombres y mujeres en cuya mente bullen siempre historias, personajes, épocas y situaciones. Son los dramaturgos. Artistas que crean obras de teatro cuyos personajes encarnan después actores y directores para que despierten los escenarios y nos hagan vibrar de emociones.
Escenógrafos, iluminadores, montajistas, vestuaristas y más, forman parte también de ese enjambre talentoso que pone en escena las obras de teatro.
Nace así esa comunicación incomparable, única, entre lo que ocurre en el escenario y lo que palpita en los corazones y las mentes del público.
Ahí no hay barreras, las vibraciones de los actores se entrelazan con las de los espectadores creando inquietud, curiosidad, alarma, paz, agitación, conmoción, alegría y mucho más. Entretenimiento que, al caer el telón, puede dejarnos pensando en cosas en las que nunca habíamos cavilado.
¿Qué pasa con los dramaturgos en Costa Rica? ¿Los conoce? ¿Sabe qué han escrito y están creando hoy?
Son muchos. Unos de larga trayectoria y otros empezando el duro y apasionante arte de escribir obras de teatro.
¿Cómo les va? ¿Cuánto de esa producción vemos en los escenarios y cuánto duerme en páginas que esperan cobrar vida?
Muchos dramaturgos son además actores y directores teatrales. Candilejas habló con algunos.
En el caso de Arnoldo Ramos, dramaturgo, director de teatro y actor de larga y exitosa trayectoria, a quién muchos conocen por sus actuaciones en la teleserie El Barrio y en el cine en películas como “Caribe” (2004), ha escrito nueve obras de teatro de las cuales siete han subido al escenario. “He tenido suerte porque todo lo que he escrito lo han montado otros o yo mismo”, exclama.
Ana Istarú, poeta, dramaturga y actriz, ha confesado: “tengo que escribir obras para poderme subir al escenario a actuarlas”.
La razón es que son unipersonales, o de más de un personaje que ella misma encarna. Esto baja los costos y permite llevar sus obras a diversos espacios.
Istarú, además de montar sus creaciones en teatros, realiza giras como las que hace para el Instituto Nacional de Aprendizaje, que, como sabemos, busca acercar a sus estudiantes y sus familias al arte. Así, con ocasión del Día de la Mujer, escenificó sus reconocidas “Baby Boom” y “Hombres en escabeche”.
Y auspiciada por la Caja de Seguro Social, presentó su obra “Virus”, en diferentes lugares del país.
Por otro lado, muchos años escribiendo obras cortas “para gente que solo quería reir”, como lo explica el dramaturgo y guionista de cine y televisión Walter Fernández, lo llevaron luego a incursionar en lo que llama “la dramaturgia seria”, con obras como “Mentiras añejas”, en cartelera actualmente en el Teatro Coluche.
“He escrito 22 obras para adultos y niños y de ellas se han llevado a los escenarios el 75 % dice Melvin Méndez, escritor y director teatral cuya obra “Un viejo con alas” fue traducida al inglés y presentada en Pensilvania, Estados Unidos.
Méndez, que ha recibido el Premio Nacional de Teatro en seis ocasiones, dice que “si una obra tiene más de cinco actores solo se puede aspirar a un montaje en los teatros oficiales”. El asegura que las nuevas generaciones no aprecian mucho el teatro realista y por eso a veces se montan obras pertenecientes a una corriente llamada “narraturgia”, en las que los actores van contando lo que sucede en vez de encarnar personajes.
“Son los grupos independientes los que experimentan con la narraturgia, que por cierto no es un teatro de interés únicamente comercial, es también teatro arte” concluye.
“A veces, aunque uno tenga el dinero para alquilar una sala estatal, la otorgan por muy poco tiempo y entonces el montaje no es rentable”, dice Claudia Barrionuevo, quien ha escrito nueve obras de teatro de las cuales se han escenificado ocho.
“La principal tragedia del dramaturgo es esperar que caiga un ángel del cielo y logre montar su obra en una sala. Sin embargo, una de las cosas más asombrosas en Costa Rica es la alegría con que la gente recibe al teatro. Eso es muy esperanzador” dice el actor y director de teatro Luis Fernando Gómez.
Mucho esfuerzo de nuestros dramaturgos y mucha afición al teatro en los costarricenses. Vale la pena pues, impulsar este género de las artes para el escenario. •
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Editores jefes y Directores de proyectos
Fotos: Cortesía Pablo Molina y Shutterstock