Crónica: La hilarante primera experiencia de practicar rafting en Costa Rica
Walter Herrera [email protected] | Martes 20 agosto, 2019
Miedo, incertidumbre y ansiedad se apoderaron de mí previo a realizar rafting por primera vez; luego de vivir la experiencia durante un fin de semana, la adrenalina, vitalidad y aprecio por las bellezas naturales que esconde el país me atraparon con la promesa de dar a conocer esta infaltable aventura que debería estar en la lista “Antes de partir” de cada tico.
La empresa Ríos Tropicales, con certificado de excelencia 2019 por Trip Advisor, se encargó de organizar la andanza de dos días.
Todo inició la mañana del sábado, una buseta me recogió a las 6 a.m. en San José y nos dirigimos a El Cairo de Siquirres en su centro de operaciones.
Pasadas las 8 de la mañana, desayunamos y luego nos trasladaron río arriba, alrededor de 45 minutos.
Una vez ahí, un “chapulín” nos recibió para bajar al cauce del Río Pacuare.
Nos colocamos el chaleco salvavidas y un casco de seguridad.
La charla de seguridad captó mi atención inmediatamente, si bien el rafting es un deporte y actividad recreativa, conlleva riesgos que se minimizan al seguir las indicaciones de los expertos.
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Las balsas tienen capacidad para cuatro y hasta ocho personas, y todas tienen un kit de primeros auxilios.
Debemos sentarnos en el borde de la balsa y no adentro, esto facilita al remar.
Mis compañeros de remada eran una pareja mayor de sudafricanos, Jorge, el guía turístico que los acompañaba, una colega y nuestro guía de rafting, Roy Alexander Obando, quien, para mi tranquilidad, ha bajado el Pacuare más de 6 mil veces.
Los comandos eran sencillos: avancen, izquierda atrás, derecha atrás; quienes estaban en el otro lado, debían realizar lo contrario para recuperar el curso de la balsa.
Los otros dos comandos eran muy divertidos: “Oh, my God”, debíamos tomar la cuerda al lado de la balsa e inclinarnos hacia el centro, esto lo hacíamos principalmente para los rápidos nivel III.
Para los de nivel IV, la instrucción era “Oh, shit”, donde había que meterse a la balsa con las rodillas flexionadas, levantar el remo, apretar todo el cuerpo y pasar el rápido.
El primer día recorrimos 12 kilómetros, tardamos alrededor de tres horas con rápidos clase I, II y III.
Estos tienen un grado de dificultad bajo, la balsa se mantiene muy estable, el agua salpica pero se ingresa y sale del rápido en el tiempo que la misma palabra lo indica.
A la mitad del recorrido, nos detuvimos para almorzar; un sándwich, fruta y agua eran suficiente para recuperar energía y continuar.
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Aprovechamos los segmentos serenos del río y piscinas que se forman para saltar desde las piedras y jugar como niños.
Luego, seguimos con nuestro curso, el escenario era magnífico, las enormes paredes de montaña virgen que nos rodeaban eran un poema de la naturaleza.
Pudimos ver diversos tipos de garzas, mariposas morfo y tucanes; simplemente increíble.
Finalmente, llegamos al lodge en la tarde para descansar y conocer la zona, con puentes colgantes, senderos y más.
Luego de remar tres horas, el cansancio se apoderó de mí, me marché a la habitación, donde el sonido del río me arrulló.
Al día siguiente, tras un buen desayuno regenerativo, comenzamos la segunda parte de 28 kilómetros que se concluye en unas dos horas y media sin parar.
El cielo totalmente cerrado y una llovizna nos dieron los buenos días; sin embargo, nomás en el primer rápido nivel III, ya estaba empapado.
Aunque parecía imposible, ese segundo día los paisajes me dejaron boquiabierto.
Cataratas caían a ambos lados del río.
Luego, salió el sol y aprovechamos los tramos tranquilos del río para meternos y refrescarnos.
Solo nos detuvimos en una pequeña playa del río a mitad del camino para estirar piernas unos minutos, donde aproveché para caminar.
De paso pude ver ranas cafés por doquier pero lo más especial fue una rana verde con manchas negras, que luego, cuando investigué en Google, era venenosa, pero de enorme belleza.
Los rápidos III y IV fueron extremos pero divertidos, en ningún momento estuvimos cerca de caer al río o lastimarnos.
Y lo mejor quedó para el final.
Cerramos con el rápido llamado “Dos Montañas”, una formación increíble en una angostura paradisíaca.
Este rápido era clase IV y el más fuerte de todo el tour.
Sabíamos que venía el “Oh, shit” y así fue, nos metimos en la balsa, y logramos superarlo con creces.
Al final, el éxtasis me consumió, la experiencia queda corta en palabras, fotos o videos.
Pacuare, hasta pronto.