Costa Rica descarta elementos claves del boom energético mundial (II)
Roberto Dobles [email protected] | Lunes 22 abril, 2019
En mi columna anterior quedó claramente demostrado, con base en estudios y otras publicaciones internacionales, que la energía solar y el gas natural están liderando el cambio y el boom energético mundial.
Estas dos fuentes de energía son las que internacionalmente están impulsando la reducción de los costos de la energía, la competitividad energética, la transición energética y la descarbonización progresiva de las economías con costos bajos, lo que está induciendo continuamente progresos significativos en el desarrollo económico y social, la prosperidad y el bienestar de los países.
También señalé en esa columna que en Costa Rica estas dos fuentes de energía no tienen prioridad.
A la energía solar se le limita fuertemente a través de la planificación centralizada y de la reglamentación (por decreto) y al gas natural se le prohíbe del todo a través de una moratoria (también por decreto) hasta el año 2050.
En el 2018, la participación de la energía solar en la generación eléctrica nacional fue apenas del 0,09%, lo que representó menos del 0,005% del consumo total de energía del país. A título de comparación, los derivados de petróleo representan casi las dos terceras partes del consumo nacional de energía.
Y hacia futuro, las perspectivas para el desarrollo de la energía solar no son muy halagadoras ya que las limitaciones que han sido impuestas por la planificación eléctrica centralizada y por la reglamentación nacional subsisten en este momento.
I. Reducción de los costos de la energía en el mundo
Con respecto a la energía solar, sus costos han venido bajando significativamente en el tiempo como consecuencia de los continuos adelantos tecnológicos.
Un reportaje publicado en octubre del año pasado con el título “Competitive Auctions and Ultra-Low Solar Bids” señaló que “el record global de precios bajos de la electricidad se redujo sin precedentes para proyectos de energía solar fotovoltaica a escala de servicios públicos” y que “desde el 2016 este record se ha roto siete veces, todo en un entorno de subastas, con las más recientes ofertas líderes con precios por debajo de los US$ 0,02/kWh”.
Otro reportaje titulado “World’s cheapest solar power to be generated in Mexico” señaló que “el precio más bajo para la energía solar en México se ha establecido justo por debajo de Arabia Saudita en 1,77 ¢/kWh (1,77 centavos de dólar por kWh)” y que “se espera que el precio continúe disminuyendo para llegar a 1 ¢/kWh en el 2019 o antes”.
Con respecto al gas natural, los costos han venido bajando también rápidamente como consecuencia de los continuos adelantos tecnológicos en materia de exploración y de producción.
Los precios mayoristas del gas natural confirman sus ventajas competitivas sobre todos los otros combustibles, incluyendo el petróleo y sus derivados. Estos precios fueron los siguientes la semana pasada:
• El precio del Petróleo en EE.UU. (WTI) estuvo en $64,35/Barril, el precio del Diésel (de bajo contenido de azufre) en $86,52/Barril, el precio de la Gasolina (regular) en $84,84/Barril y el precio del Búnker en $85,68/Barril.
• El precio del Gas Natural, que se vende en $ por MMBtu, estuvo en $2,57/MMBtu ($14,91/Barril equivalente de petróleo).
El precio del petróleo es así unas 4 veces más caro que el del gas natural y el precio del diésel, de la gasolina y del búnker son aproximadamente unas 5,5 veces más caros que el precio del gas natural.
II. ¿Qué significa descartar las tendencias mundiales en el país?
1. Aspectos económicos y sociales
El descartar las tendencias mundiales significa costos nacionales de la energía mucho más altos y crecientes, lo que crea un deterioro continuo de la competitividad nacional (que es la que incide en el crecimiento económico, el empleo, los niveles de pobreza, la generación de recursos fiscales, entre muchas otras cosas) y un deterioro permanente de la economía del país.
Los medios de comunicación han estado llamando la atención sobre este tema. Por ejemplo, un artículo publicado hace un tiempo titulado “Inversión se aleja de Costa Rica para no pagar la electricidad más cara del Istmo”, señalaba, entre otras cosas, que “Es conocido que Costa Rica ha incorporado proyectos muy costosos en su matriz eléctrica durante los últimos años” y que el “Precio (de la electricidad) en la región para consumo industrial era de 13,48 centavos de dólar en el 2016; en Costa Rica llegó a 18,47”.
Desde el 2016 a la fecha las tarifas eléctricas han venido aumentado, por lo que el efecto en la economía nacional y en la pérdida de competitividad energética se está agravando.
Las diferencias entre las tarifas de la electricidad con otros países, como México, Colombia y los EE.UU., son aún mayores.
Muchas organizaciones (como CINDE y la Cámara de Industrias) han venido llamando la atención sobre la pérdida incesante de la competitividad energética nacional y sus nefastos efectos en el desarrollo económico y social del país, sin que haya una respuesta para reducir los costos de la energía.
La Cámara de Industrias ha sido clara en señalar de manera contundente que “necesitamos energías limpias baratas, no limpias caras, porque nos sacan de competencia” y que “el industrial debe producir para competir con el mundo y en el mundo donde las tarifas son mucho más bajas”.
En materia de atracción de inversión externa, CINDE ha llamado la atención sobre este tema al señalar que “el alto costo de la energía eléctrica en nuestro país y el modelo imperante en el sector afectan directamente la llegada y permanencia de compañías multinacionales, fuentes indudables de trabajos de calidad para los costarricenses dentro y fuera de la Gran Área Metropolitana”.
A pesar de todo lo anterior, el costo de la electricidad ha seguido creciendo aceleradamente y ya se han dado dos importantes aumentos en las tarifas eléctricas en lo que va del 2019: 7,89% en enero y 4,82% en abril. Los aumentos de este año ya suman el 12,71%.
Parte de los muchos problemas que están conduciendo a los altos y crecientes costos de la electricidad en el país se encuentra en la matriz energética de alto costo que se ha venido desarrollando en el subsector eléctrico.
Esta matriz energética no solamente es cara, sino que a su vez obliga a mantener altos niveles de capacidad ociosa durante el año, lo cual encarece aún más los costos.
En el 2018, la demanda máxima (potencia máxima) del sistema eléctrico nacional fue de 1.713,99 MW, mientras la capacidad instalada fue de 3.616,83 MW, lo que da un exceso de capacidad instalada sobre la demanda máxima de 1.902,84 MW, lo cual representa una sobrecapacidad instalada del 111%. Esto es muy costoso.
Y si además una gran parte de las plantas eléctricas se construyen con altos sobrecostos, la situación se vuelve aún crítica. Entre estos casos podemos citar los siguientes proyectos:
• El Proyecto Eólico Valle Central, cuyo costo inicial era de $21 millones, al final terminó en $53 millones para un sobrecosto de $32 millones (un 152% más).
• La Planta Hidroeléctrica Pirrís, que tenía un costo inicial de $300 millones, terminó costando $630 millones para un sobrecosto de $330 millones (un 110% más).
• El Proyecto Hidroeléctrico Reventazón, cuyo costo inicial fue calculado en $633 millones, terminó en una inversión de $1.567 millones para un sobrecosto de $934 millones (un 147% más). Esta inversión será aún más elevada cuando se terminen los trabajos que buscan reparar la filtración de agua que está debajo de la fundación del vertedero. Adicionalmente, tal como ha salido a la luz pública, desde el inicio de operaciones esta planta ha tenido además “un rendimiento inferior respecto a lo indicado por el Instituto Costarricense de Electricidad en sus propias estimaciones anuales”.
• Hay casos donde inclusive el costo casi se cuadruplicó, como el Proyecto Hidroeléctrico Balsa Inferior, donde la inversión prevista al inicio fue de $94 millones y terminó costando $361 millones, lo que generó un sobrecosto de $267 millones.
• Los sobrecostos en la construcción del Proyecto Hidroeléctrico El Diquís iban en ese camino antes de ser cancelado el año pasado. Un reportaje publicado en mayo del 2018, señalaba que “en diciembre del 2010, el proyecto (El Diquís) tenía un costo de $1.779 millones. Luego el ICE lo estimó en $3.694 millones en su Plan de Expansión de la Generación Eléctrica 2016-2035 conocido en mayo del 2017, el más reciente”.
Aún sin construir, el aumento de los costos previstos a esa fecha ha sido de $1.915 millones, lo que representa un 108% más. De haberse construido este proyecto, su costo habría sido aún mayor de la última estimación que se tenía de los costos de construcción.
El uso de combustibles caros (derivados de petróleo importados) en la generación eléctrica en la época seca, donde la capacidad instalada disponible de energías renovables no es suficiente para enfrentar la demanda, es otro problema de la matriz energética del subsector eléctrico nacional que no hace más que agravar la situación.
Un reportaje publicado la semana pasada señalaba lo siguiente sobre este tema:
• “¡Adiós a la producción limpia! ICE recurre a más combustibles para generar electricidad”.
• “Sólo lo que llevamos de abril la dependencia de hidrocarburos prácticamente se duplicó con el promedio de lo que habían utilizado durante el mismo mes de marzo de 2018”.
Se prefiere, entre otras cosas, no seguir las tendencias mundiales de reducción de los costos de la electricidad. Esta política produce un aumento la costosa sobrecapacidad de generación eléctrica, una limitación al desarrollo de la energía solar, el uso de combustibles caros e importados (búnker y diésel) para generar electricidad en la época seca (en lugar de gas natural que es 5,5 veces más barato y genera menos emisiones al ambiente que el búnker y el diésel). Obviamente, no es así que vamos a bajar los costos de la electricidad en el país.
Con respecto al subsector combustibles, y como ha sido expuesto en columnas anteriores, los precios en el país también generan una alta y creciente desventaja competitiva no solamente en relación con respecto a los precios de los derivados de petróleo en otros países, sino que también, en una gran magnitud, con respecto a los países que han venido sustituyendo derivados de petróleo por gas natural, que es varias veces más barato y genera menos emisiones al ambiente.
Todo lo anterior sin perjuicio de seguir impulsando fuertemente las fuentes renovables de energía.
2. Aspectos fiscales
El descartar las tendencias mundiales significa también no acceder a una enorme cantidad de recursos fiscales potenciales que se encuentran en el subsuelo. Los países en el mundo tienen claro que la producción local de gas natural, además de generar una altísima competitividad energética que fortalece el crecimiento económico y social, también genera una enorme cantidad de recursos fiscales.
Pero aquí se prefiere descartar también esta posibilidad utilizada en el mundo para generar grandes cantidades de recursos fiscales, como si la situación fiscal nacional fuera boyante, como si la deuda pública no estuviera creciendo a pasos agigantados (lo que agravará aún más los problemas fiscales del país en el futuro), como si la economía nacional tuviera un altísimo crecimiento y como si los niveles de pobreza fueran ínfimos.
Teniendo opciones para fortalecer competitivamente la generación de grandes cantidades de recursos fiscales frescos (por el crecimiento económico adicional que da la competitividad energética y por la eventual producción nacional de gas natural), aquí se opta también por descartar estas posibilidades fiscales que en el mundo están siendo utilizadas.
Todo esto ocurre a pesar de la crítica situación fiscal que tenemos. Tan es así que los medios de comunicación han informado que “el Presidente Alvarado no descarta que su gobierno vaya a presentar ante la Asamblea Legislativa un nuevo proyecto de impuestos”.
A pesar de los altos impuestos aprobados recientemente, los medios de comunicación informaron la semana pasada que “el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó el 15 de abril su informe sobre Costa Rica con base en el artículo IV del Convenio Constitutivo, en el cual recomienda al país realizar un ajuste fiscal adicional al aprobado”. No es con más impuestos que la economía nacional se va a reactivar, que se va generar más empleo y que se va a eliminar la pobreza.
Actualmente el pago de la deuda pública consume la mayor parte del presupuesto nacional y le resta cada vez más recursos a todas las otras partidas presupuestarias (educación, salud, infraestructura, vivienda, lucha contra la pobreza, etc.).
Los medios de comunicación han venido reportando activamente esta seria situación con reportajes que señalan lo siguiente: la “mitad del presupuesto del Gobierno deberá suplirse con deuda”, el “gasto en deuda pública se dispara en un 50% para el 2019”, los “pagos a la deuda crecen un 80% en el Presupuesto Nacional del 2019”, el “pago de bonos consumirá el 41% del presupuesto 2019”. A título de referencia, los presupuestos del MOPT y del Poder Judicial representan cada uno el 5,1% del presupuesto.
Los medios de comunicación también han informado que la “deuda del Gobierno estruja obras, salarios y gasto social”, que “para poder pagar la deuda y sus intereses el Gobierno ha tenido que estrujar el dinero destinado a las obras públicas, a los salarios de sus trabajadores y hasta el gasto social”, que “la inversión del Gobierno en obras cae un 12,5%” y que “el gasto social baja de 13,1% a 12,6% del PIB”.
III. Conclusiones
El descartar las tendencias mundiales y los componentes claves del cambio y del boom energético mundial no solamente significa tener costos de la energía mucho más altos y crecientes, sino que también significa un deterioro continuo de la competitividad nacional (que es la que incide en el crecimiento económico, el empleo, los niveles de pobreza y la generación de recursos fiscales por crecimiento económico, entre muchas otras cosas), un deterioro fiscal y un deterioro económico y social.
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