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COLUMNISTAS


Costa Rica: De babor a estribor

Carlos Camacho [email protected] | Martes 23 agosto, 2022


Nota previa: babor: lado izquierdo de los barcos, estribor lado derecho de los mismos


En la navegación del gobierno de Costa Rica experimentamos un notorio giro de babor a estribor en estos 100 días. Los pasajeros del barco nacional podríamos estar experimentando una especie de mareo, el conocido mal de mares, característico mareo y náuseas que es normal consecuencia a los cambios de timón repentinos.

Después de ocho años de una clara y avanzada curva a babor – sea a la izquierda del barco, caracterizada por el buenismo del discurso vacío, dulce al oído pero carente de contenido y acciones concretas que resultó en una economía adormecida, en actores somnolientos y ánimos bajos de hacer empresa, ¡hemos dado un giro!

Este giro notorio, drástico y contundente aleja al país de las piedras peligrosas y los témpanos fríos del socialismo galopante que traíamos a lo venezolano. Entra en una etapa a estribor, donde los valores de promoción de la empresa, el emprendedor, la iniciativa privada toman sentido, deja atrás la condición de estado totalitario, donde el estado era el todo, tan peligroso como los peligrosísimos témpanos con los que sucumbió el Titanic, que dejaba en nihilismo puro el rol de la iniciativa privada.

Además, el cambio de capitán se da en una noche oscura, nublada por el desconocimiento e incertidumbre que nos acompaña en una transición sin tiempo ni datos del estado de navegación del país. Un Ministerio de Hacienda que debe administrar cifras aún por determinar, luego de un eclipse total de sol durante meses.

Un fenómeno que se comió la atención de propios y extraños y que ahora, al aparecer la luz, iluminando además el oscurantismo del medioevo en el que nos mantuvo la Administración Alvarado Quesada, en estos primeros destellos del alba, nos encandila a todos las consecuencias del giro.

Estuvimos durante tantos años de búsqueda, haciendo lo mismo, pero esperando resultados diferentes, con una tozudez característica del vacío de creatividad y liderazgo de quienes nos gobernaron por ocho años. Nos dieron a cucharadas recetas de propuestas para seguir, con esfuerzo, manteniendo la morbidez del exorbitante gasto público, donde una parte significativa de los costos viene dada por los altos salarios de funcionarios y por el servicio de deuda.

La propuesta de venta del Banco de Costa Rica, el Banco Interamericano de Costa Rica, y el 49% de las acciones del Instituto Nacional de Seguros ha causado gran revuelo durante la última semana. El desconcierto de la propuesta contrasta con el “buenismo” de las propuestas difusas, inconclusas y carentes de sentido de vinculación al ¿Qué vamos a hacer? ¿Y para qué lo requerimos hacer? a las que estábamos acostumbrados.

Es llamativo… A pesar del mareo que genera el cambio de babor a estribor, empezando por llamar las cosas por su nombre y abandonar el mundo del eufemismo, a la mayoría de costarricenses les ha gustado el nuevo gobierno.

Por dolorosas que sean las noticias, se deben dar así, sin anestesia, sino las medidas pueden parecer carentes de proporcionalidad.

Nos traían acostumbrados al oscurantismo, a llamar las cosas por nombres diversos a su contenido esencial. Nos hacían creer que nuestro país progresaba cuando en realidad estábamos encallados en riscos que nos hacía continuar a babor. Venimos de un período en que el papel de los que creamos riqueza a través del trabajo se percibía como perverso y pernicioso, en el que se desalentaba la creación de empresa y el advenimiento de nuevos empresarios. Quienes estábamos adentro evitábamos, salvo algunos pocos, el riesgo de seguir creyendo en la realidad de lo digno que es el trabajo del empresario, tanto como lo es el del colaborador o trabajador.

El gobierno liderado por Rodrigo Chaves ha gustado, a pesar de que a los trasnochados les disguste levantarse temprano para ver el amanecer, luego de esta condición incómoda, de despertar después de una noche de borrachera y desorden por ocho años.

Cuando empezamos a ver el solo podemos sentir que ha faltado noche, pero lo que ha sobrado es esa oscuridad en la que, en vez de percatarnos del amanecer, nos enfrascábamos en cómo mantener el estatus quo, a pesar de los cambios que el entorno retador plantea.

En congruente, por tanto, que, a los 100 días, período arbitralmente escogido para evaluar la gestión del gobierno, se caracterice por más popularidad y aceptación que la que ha tenido gobierno alguno en años.

El presidente tiene claro que este no es un concurso de simpatía, que fue electo con una gran responsabilidad histórica, la de devolver a Costa Rica a la senda del progreso, fomentando un Estado subsidiario y solidario, que procure el bien común sin caer en la fangosa arena del socialismo rancio que tanto daño nos ha causado.

Síntomas de esta realidad son las manifestaciones hechas por los empresarios a través de la Unión de Cámaras, que aplauden la claridad de rumbo que tiene el país, no así la forma de comunicar del presidente. Destacan el evidente norte que se requiere, como estrella orientadora para navegar en la noche, para llevar a nuestro país a ver de nuevo el sol del progreso.

Más valor tiene aún el optimismo y valoración positiva cuando estamos en medio de una guerra mundial, donde la atención de los países y organismos internacionales es evidentemente distinta a la de procurar ayudar a aquel que no quiere dejarse ayudar. Estamos en esa realidad.

Estamos ante los coletazos de una guerra mundial, devastadora en lo económico, donde mayoritariamente se veía como un problema localizable entre Ucrania y Rusia, que duraría pocos días, por mucho, semanas, pero nos hemos encontrado con un alargue y profundización del conflicto, inclusive con efectos sistémicos en flancos de nuevo riesgo como el conflicto China - Taiwán que, por ser de vieja data, se ha despertado como en nuevos tiempos de guerra.

Para una economía como la costarricense este entorno ayuda poco a las soluciones caseras como remedio del resfrío. Estamos con enfermedad terminal en materia de las finanzas públicas.

Las medidas a tomar deben ser heroicas e innovadoras, no podemos comernos el queque y pretender guardarlo a la vez. Es indispensable que entiendan, aquellos que se rasgan las vestiduras por la reciente propuesta clara, concreta, sin ambages, con propósito de reducir la deuda, que, aunque es una medida en la dirección correcta para paliar los disparadores del déficit fiscal, en realidad es insuficiente. Debemos advertirlo.

El gobierno de la República debe lograr traer a la mesa de discusión temas bastante escabrosos, como ya lo ha hecho en materia de asignaciones específicas de recursos a la educación superior universitaria como un porcentaje fijo del producto interno bruto. Otro reciente ejemplo de valentía e innovación.

No se puede ni se debe administrar, y mucho menos gobernar, con miedo al qué dirán. Una característica de posiciones populistas y blandengues.

Lo que debe primar es el bien común, pero especialmente enfocarnos los más desprotegidos. Aquellos que, por vivir condiciones resultantes de la desigualdad creciente, simplemente carentes de músculo gremial, pues no existe el gremio de los pobres a pesar de superar el 25% de nuestra población. Los intereses mezquinos, de orden particular, deberán ceder a la mejora de las condiciones de igualdad de acceso, que son, además, garantes de la paz y estabilidad social.

Hay pocas cosas que están en manos de los países pequeños como el nuestro en una guerra mundial, más que repudiar las acciones bélicas. Lo segundo más concreto y contundente que debemos hacer es cubrir los básicos. Defender nuestra democracia económica, tan vapuleada y venida a menos en los últimos años de estar a babor, insistiendo a los témpanos de hielo que se retiren, pues de forma terca e insensata solo íbamos para peor.

Veremos acciones adicionales en la composición de las finanzas públicas. Pasaremos momentos dolorosos donde debemos abandonar nuestra condición de confort sin ceder en derechos, pero entendiendo que para que estos tengan valor, es fundamental recordarnos el necesario cumplimiento de los deberes.

No debemos lanzar campanas al aire los que creen que con solo los recursos de estas posibles ventas de instituciones públicas y otras que se puedan adicionar vamos a resolver el problema. Tendremos que tocar sectores privilegiados, como pensionados de lujo, manifestaciones de riqueza y capacidades contributivas que incumplen con el deber de contribuir, tanto con los impuestos actuales como con los que en adición haya que traer a la mesa en una futura reforma fiscal.

Debemos exigir al Ministerio de Hacienda hacer lo propio en el cobro de los impuestos existentes. Aunque esto, por sí solo, tampoco resuelve la precaria situación de las finanzas públicas.

Es curioso que quienes esgrimen este argumento de cobrar los impuestos existentes antes de crear, ya sea nuevos impuestos o de incluir a nuevos obligados, son quienes han gozado de privilegios históricos de exención, son los que menos pagan y menos cumplen. Siempre es mas verde el zacate del vecino y en esta materia no estamos ante una excepción a ese adagio.

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