De cal y de arena
Controversial y agitada gestión
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 29 julio, 2010
En medio de controversias, agitación y signos de polarización, concluye la gestión de don Francisco Dall’Anese Ruiz como Fiscal General de la Nación. Renunció para asumir la dirección de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, entidad creada por las Naciones Unidas tras constatar las renqueras, limitaciones y mediocridades de la administración de justicia en este vecino país. Verdadero hueso con hormigas, difícil de roer porque existe un contexto claramente influido por el crimen organizado, el narcotráfico y la inseguridad ciudadana alimentada por altas cotas de pobreza e inequidad.
Si Dall’Anese da con la respuesta eficaz y terminante al marasmo que descalifica ese aparato judicial, aunque solo sea para una fase inicial de saneamiento de las entidades involucradas en el problema, su nombre será recordado cuando se hable del salvamento in extremis de la institucionalidad de Guatemala.
No es audacia imaginativa pensar que don Francisco ha de contar con una refinada protección personal para salvar su pellejo y que si otra hubiese sido la atmósfera envolvente de su gestión en el Ministerio Público, habría preferido quedarse aquí y no solo para seguir ahí, también para optar a la magistratura. Opción problemática pues a lo interno de este Poder y del mismo Ministerio Público, Dall’Anese impuso un estilo autárquico y rígido, de choque, reacio a la crítica interna, nada parecido al “nadadito de perro” que domina esta sociedad.
Y por mucho que se predique la apoliticidad de las dependencias judiciales, los sonados procesos enderezados contra dos ex presidentes y unos cuantos cortesanos suyos terminaron por herir susceptibilidades políticas (claro que las hay) en los altos mandos de la Corte.
La corrupción en la administración pública, el delito de cuello blanco, la llegada del crimen organizado y del narcotráfico, han alcanzado niveles escalofriantes. Cuando don Francisco asumió la Fiscalía General, el país sintió vientos refrescantes. Hoy, cuando la deja, la percepción es que su gestión se quedó corta. No pudo con la aplastante dimensión del delito y la indigencia de diverso género presente en la Fiscalía.
Hay críticos, como “Iurisis”, que dicen que la persecución del delito se ha traducido en una raquítica cuantía de sentencias condenatorias. Y la percepción de que la corrupción es un extendido cáncer no sintoniza con el número de expedientes en estrados por gestión del Ministerio Público. Mucho se le mide por hechos puntuales: lo del padre Minor; el que al ex presidente Figueres no lo hallara incurso en delito; la condenatoria al ex presidente Calderón está en “alitas de cucaracha” pendiente de un consistente recurso de casación; y los asideros de la acusación contra el ex presidente Rodríguez dejan en entredicho el pregón de que el fiscal debe ser un investigador capaz de preparar meticulosamente su acusación y de defenderla apropiadamente en el debate. Estos, los más sonados procesos del mandato de Dall’Anese, pasan por el “Codo del Diablo”. Con su suerte, va la reputación de él y de toda su agenda de trabajo. ¿Delitos inexistentes, pruebas impertinentes o incompetente investigación? Ya veremos en qué va a quedar todo.
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