Competitividad energética: el eslabón perdido de la política económica y social del país
Roberto Dobles [email protected] | Lunes 09 abril, 2018
Competitividad energética: el eslabón perdido de la política económica y social del país
La energía, llamada a menudo el oxígeno, la sangre o el motor de una economía, se ha convertido en un factor clave de la competitividad de los países y es cada vez más un elemento fundamental para tener éxito en la competencia global por el desarrollo y la prosperidad.
A mayor competitividad energética mayor es el impulso que se da al desarrollo y a la prosperidad nacional. Por el contrario, el deterioro o la falta de competitividad energética en un país disminuye significativamente sus oportunidades de desarrollo y crea importantes obstáculos a la prosperidad nacional.
Sobre este tema, el Foro Económico Mundial señala lo siguiente:
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“La energía es la sangre de la economía y es un insumo crítico para casi todos los bienes y servicios. Los precios asequibles y estables de la energía impulsan el crecimiento económico”.
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“El acceso a una energía asequible y confiable es fundamental para reducir la pobreza, aumentar la productividad, mejorar la competitividad y promover el crecimiento económico”.
Por estas razones, los países en el mundo se esfuerzan fuertemente por implementar políticas que aumenten continuamente la competitividad energética.
No obstante lo anterior, la competitividad energética de Costa Rica se ha estado deteriorando de manera sostenida, tanto a nivel de la energía nacional (la electricidad que representa casi la cuarta parte del consumo energético nacional) como a nivel de la energía no renovable importada (el petróleo explorado, producido y refinado en el extranjero que representa casi las dos terceras partes del consumo nacional de energía).
Mientras que la mayoría de los países con los que competimos comercialmente y por atraer inversión externa, que van mucho más allá de los países de Centroamérica, avanzan rápidamente en el desarrollo de las fuentes de energía de menor costo, aquí seguimos aumentando las importaciones de energía (derivados de petróleo) a un ritmo muy superior al consumo de las fuentes renovables de energía nacionales y desarrollando proyectos de fuentes nacionales de alto costo (incluyendo altos costos financieros), los cuales terminan además siendo construidos con grandes sobrecostos.
Con respecto a la energía producida en el país con fuentes renovables de energía (electricidad), diversos consumidores y organizaciones, entre ellas la Cámara de Industrias y CINDE, han venido llamando la atención sobre los altos y crecientes costos de la energía y sobre la urgente necesidad de reducirlos.
En 2016 el presidente de la Cámara de Industrias reiteró el llamado de atención sobre esta situación indicando, entre otras cosas, que “necesitamos tarifas de electricidad más bajas”. El director ejecutivo de esta Cámara señaló en el Foro Propuestas para la Competitividad del Sector Industrial que “necesitamos energías limpias baratas, no limpias caras, porque nos sacan de competencia”.
Recientemente, el presidente de esta importante Cámara señaló lo siguiente:
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“En diez años, mientras en Estados Unidos las tarifas eléctricas subieron un 10% y en Europa bajaron un 1%, en Costa Rica subieron un 94%”.
- “El industrial, que debe producir para competir con el mundo y en el mundo, donde las tarifas son mucho más bajas”.
CINDE, que es la organización nacional responsable de la atracción de inversión externa al país, señaló hace poco tiempo lo siguiente:
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“El alto costo de la energía eléctrica en nuestro país y el modelo imperante en el sector afectan directamente la llegada y permanencia de compañías multinacionales, fuentes indudables de trabajos de calidad para los costarricenses dentro y fuera de la Gran Área Metropolitana”.
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“En el año 2005, el costo promedio de la energía eléctrica en Costa Rica para consumidores industriales de media tensión fue de 6,2 centavos de dólar por kilovatio hora (kWh). En ese año, nuestro costo era similar al de Estados Unidos y era la mitad del de México; sin embargo, en el 2016, nuestro costo por kWh llegó a ser tres veces más alto que el de Estados Unidos y el doble de México”.
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“Es necesario entender que la generación de empleo y la energía son elementos que van tomados de la mano”.
Los derivados de petróleo importados muestran igualmente problemas de competitividad en el mercado nacional cuando se les compara con los mismos combustibles en otros países.
Los problemas de competitividad de los combustibles derivados de petróleo aumentan significativamente cuando se les compara con otras fuentes de energía sustitutas del petróleo que son mucho más baratas y ambientalmente superiores, las cuales son utilizadas ampliamente en muchos países con los que competimos comercialmente y por atraer inversión, como el gas natural.
El jueves pasado, los precios mayoristas del petróleo (WTI) y del gas natural en EE.UU. fueron respectivamente de $63,79/barril y de $15,43/barril equivalente de petróleo. Los precios mayoristas de los principales derivados de petróleo fueron ese día los siguientes: diésel $83,29/barril, gasolina regular $79,30/barril, búnker $81,52/barril y GLP (Gas Licuado de Petróleo) $32,34/barril.
Las cifras anteriores son claras en demostrar que en materia de combustibles, los países que producen y usan gas natural tienen un nivel de competitividad energética muy superior al de Costa Rica que usa exclusivamente derivados de petróleo, lo cual crea serios obstáculos para el desarrollo y la prosperidad.
El problema en materia eléctrica y de combustibles es que la competitividad energética del país no ha tenido la importancia que tiene en otros países, lo que nos ha conducido a una situación de creciente desventaja.
En los países con los que competimos comercialmente y por atraer inversión externa la competitividad energética sí es una prioridad nacional, lo que les ha permitido ampliar aún más sus ventajas competitivas sobre nosotros.
La competitividad energética en Costa Rica no solamente no ha sido una prioridad, sino que el desarrollo energético se ha basado además en dogmas con fuertes sesgos ideológicos.
No es con dogmas e ideologías políticas sin sustento técnico que se lograrán los niveles de competitividad de clase mundial que el país requiere para potenciar su desarrollo y su prosperidad.
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