Cien días a baja revolución
Natalia Díaz [email protected] | Jueves 09 agosto, 2018
Cien días a baja revolución
Los famosos cien días que en teoría marcan la orientación de lo que sería la ruta escogida de este y otros inicios de administración cuatrienal, es poco tiempo para vaticinar el rumbo y las expectativas a mediano y largo plazo.
Sin embargo, las primeras conjeturas nos muestran un estilo gubernamental de tránsito lento, en procura de no levantar polvorines, que en las actuales circunstancias se deben levantar de manera inevitable si se quiere nivelar el tesoro público y otras áreas de la administración.
En materia de seguridad ciudadana vimos un ministro con muchos bríos preliminares en las tres semanas iniciales con incursiones, confiscaciones, detenciones y decomisos de vehículos y armamento. Luego el impulso original se esfumó y el mismo ministro ha desaparecido del panorama cotidiano. Los asaltos violentos y las muertes subsecuentes se han incrementado de forma alarmante; de eso no tengo la menor duda.
En el aspecto de la educación pública también observamos un ministro con deseos de cambio y afán protagónico, con empujes inaugurales visitando escuelas y colegios en lamentables condiciones de infraestructura y supraestructura. También él ha perdido esos bríos y se ha desdibujado, producto de salidas no muy afortunadas en la prensa.
Las relaciones exteriores y comerciales, en su política general, me parece que muestran cambios positivos; se aleja del ALBA; censura los regímenes oprobiosos que se consolidan en nuestra geografía política y busca mayores acercamientos con la Alianza del Pacífico, la OCDE y otras vinculaciones externas positivas para el país.
En cuanto al transporte público, sí vemos un retroceso al libre emprendimiento y a la libre competencia. El proteccionismo estatal a grupos y gremios de presión para apadrinar mercados cautivos no es una buena señal para los meses venideros. Luchar contra plataformas tecnológicas mundiales que ofrecen un servicio expedito y de calidad en el transporte de personas, denota una absoluta incomprensión de hacia donde se mueve el conocimiento humano en materia de ofertas de servicio al cliente.
La parte fiscal tampoco ha sido una luz que brille a plenitud. Los pequeños esfuerzos de contención del gasto no sobrepasan los ¢49 mil millones durante todo el ejercicio presupuestario del presente año 2018.
Empecinarse en que solo por la vía de nuevos y mayores impuestos se atenúa el déficit, ha sido una pésima política, no solo de los gobiernos anteriores, sino del presente también.
Los presupuestos extraordinarios multimillonarios, bien conocidos a lo interno pero maquillados por estrategia electoral, afloran 100 días después y complican aún más el panorama fiscal.
En el gabinete, notamos ausencias evidentes de algunos jerarcas, quienes pareciera no realizan actividades que aporten valor al equipo, tales como los ministerios de Economía, de Energía, de Trabajo, entre otros.
Si no abrazamos una agenda de reactivación económica agresiva, con reducción de cargas tributarias en renta y ventas; eliminación de decretos y directrices obstructivas y añejas, jamás lograremos estimular emprendimientos productivos ni generar empleos, única manera de ir reduciendo los índices de pobreza estancados durante los últimos 20 años.
Las “pintas” como dicen nuestros agricultores, no son nada halagüeñas, pero es prematuro emitir un vaticinio serio en el contexto actual.
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