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Carne molida electoral

Luis Alberto Muñoz [email protected] | Viernes 02 octubre, 2009



Carne molida electoral


No hay necesidad de ser un sabio o tener un doctorado para darse cuenta de que la violencia e inseguridad son el mayor sufrimiento y desvelo en este país.
Compararnos con El Salvador, Guatemala u Honduras, no es un argumento válido, al menos para una sociedad que cuenta con expectativa de vida, salud y alfabetismo similares a los de países con el índice de desarrollo humano más alto del mundo.
Entonces, ¿qué sucede con la delincuencia y por qué ha logrado superar a todo el sistema?
La inseguridad ciudadana es en realidad una sumatoria de factores, o condiciones que van por muy mal camino en Costa Rica.
Entre ellos, el mayor problema es la destrucción sistemática de la familia.
Todo nuestro orden social procede de una estructura básica que es la familia, la cual ha sido sometida a un crónico desmantelamiento por parte del sistema político-jurídico, no por un plan conspiratorio o maligno, sino tal vez por estar más preocupados por asuntos materiales.
El descontento generalizado y confirmado por las encuestas de opinión respecto a la inseguridad no es ninguna sorpresa, más bien representa una reafirmación del desmoronamiento y la pérdida paulatina de las bases morales que sostienen todo nuestro edificio social.
¿Cuáles valores?
Aquellos que en primera instancia respetaban la vida, la dignidad del ser humano y sobre todo observaban al individuo como algo más que un mero factor económico productivo.
La política costarricense se ha prestado en este sentido a la promoción de la explotación del hombre por el hombre, y a estas alturas de la conciencia humana está claro que esto es un juego sin ganadores.
Por esta razón, el debate y las soluciones se han orientado más a ser parches para los problemas esenciales.
Por ejemplo, ¿para qué más policías, si sus propias familias se fragmentan por la misma desintegración que ellos supuestamente atacan?
La realidad nos ha superado.
Los políticos no son los únicos responsables de nuestra debacle.
Cada costarricense que se ha dejado llevar por las emociones, la politiquería, los discursos adornadamente vacíos y no ha pensado con la mano en la conciencia a la hora de decidir nuestro futuro en las urnas, es responsable directo del hundimiento de este país.
La salida no es la represión ni la mano dura sino lograr que los costarricenses se transformen de simple carne molida electoral, es decir votantes manipulables cada cuatro años, a ciudadanos pensantes.

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