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COLUMNISTAS


Carmen Lyra, la política y la narradora

Vladimir de la Cruz [email protected] | Miércoles 06 mayo, 2020


Se acaba de cumplir el centenario de la publicación de “Los cuentos de mi Tía Panchita”, quizá la obra más conocida y difundida de María Isabel Carvajal Quesada, la escritora, que nacida en San José el 15 de enero de 1888, escribió su obra literaria, bajo el seudónimo de Carmen Lyra, nombre que le fue sugerido por el escritor, y su amigo, Joaquín García Monge, quien durante sus estudios de pedagogía en Castellano en Chile, vivió entre las calles Carmen y Lira. Carmen Lyra se destaca, normalmente, en sus referencias por su obra narrativa, más casi no por su compromiso polìtico, militante de luchas sociales, de movimientos obreros, de luchas antiimperialistas y de su vida intensa en el Partido Comunista de Costa Rica, desde su fundación, en 1931.

Sus estudios primarios los realizó en la escuela del Edificio Metálico y los secundarios en el Colegio Superior de Señoritas, donde se graduó y obtuvo el título de maestra normalista en 1904, como se acostumbraba en esos años, continuando los estudios de secundaria.

En 1906, ingresó como novicia de las Hermanas de la Caridad en el Hospital San Juan de Dios, pero, por su condición de ser hija de madre soltera, y “por falta de vocación”, como decía ella, abandonó el noviciado y se dedicó al magisterio, al oficio de escritora y a la vida intelectual y, además, a la lucha social y política, de una época, la primera mitad del Siglo XX, muy intensa en aspectos nacionales como internacionales. En lo nacional bajo el influjo del movimiento liberal que venía desde el último tercio del siglo XIX, de las luchas obreras que habían surgido en esos años, del Gobierno reformista de Alfredo González Flores, y de los gobiernos liberales de Ricardo Jiménez Oreamuno, principalmente, con la dictadura de Federico Tinoco, a la cual contribuyó a derrocar, y a enfrentar junto a los gobiernos anticomunistas de la década de 1930, de los cuales ella fue víctima cuando le cerraron sus Escuela Maternal, y en el plano internacional, la época de las dos grandes guerras mundiales, con sus repercusiones económicas, sociales y políticas en el país.

Carmen Lyra se desempeñó como maestra en varias escuelas de San José, iniciándose en la escuela rural de San José de la Montaña, en la provincia de Heredia. Como educadora escribió para textos escolares y obras de teatro infantil.

A principios del Siglo XX, se vinculó a un grupo de jóvenes intelectuales, críticos sociales, algunos de ellos ácratas y simpatizantes del anarquismo, entre ellos, el profesor Joaquín García Monge, Omar Dengo, José María Zeledón, y con éste compartió labores editoriales, codirigiendo la revista de crítica social y literaria llamada Renovación. Con ellos también se vinculó a los movimientos sindicales de Chile y de México, durante el período de la Revolución Mexicana.

En 1909, junto a estos intelectuales y dirigentes obreros destacados, funda el Centro de Estudios Germinal, el cual tenía entre sus propósitos elevar el nivel cultural y político, así como promover la organización, de los artesanos y obreros. En este sentido daban cursos de economía y sociología política e impulsaron la organización sindical, logrando en enero de 1913, fundar la Confederación General de Trabajadores, y celebrar el primero de mayo de 1913, como Día Internacional de la clase obrera, por primera vez en Costa Rica, evento en el que ella tuvo una actuación destacada y participó como oradora en una de las actividades principales de ese día.

En el mundo literario, a principios del siglo XX, empieza a destacar como escritora de periódicos y en revistas, entre ellas “Páginas Ilustradas”, “Pandemonium”, “Ariel” y “Athenea”.

Participa en la Revista CARETA, dirigida por Antonio Zelaya, quien la consideraba su codirectora. En 1912, primero, y luego, en 1923, impulsa la Revista “San Selerín”. Se vinculó también a la librería “La lectura barata” abierta en San José en 1914. Este año también participa de la Revista “Renovación” con José María Zeledón. En 1917 formaba parte de la Comisión de literatura del Ateneo de Costa Rica.

Su obra literaria, como cuentista, novelista y narradora, empieza a destacar a partir de 1918 cuando publica “En una silla de ruedas”. Un año después publicó el libro de cuentos “Las fantasías de Juan Silvestre”. En 1920 publicó, con la ayuda de su amigo Joaquín García Monge, por primera vez, “Los cuentos de mi tía Panchita”, quizá su obra más conocida y difundida.

Sus cuentos y narraciones se caracterizan por el realismo, el humor y la burla, la ironía y la sátira, y por exaltar la tradición. Personajes de su narrativa se vuelven cotidianos como el Tío Conejo o la Cucarachita Mandinga.

Su sensibilidad social desarrollada desde el gobierno del Dr. Carlos Durán se fortalece con las reformas económicas del gobierno del Lic. Alfredo González Flores, las penurias causadas por los efectos de la primera guerra mundial, y desarrolla su sensibilidad política al calor del naciente movimiento obrero organizado, de los postulados de la Revolución Mexicana, de la lucha contra la intervención norteamericana en Nicaragua y de la Revolución Rusa de 1917.

Durante el gobierno dictatorial de Federico Tinoco, 1917-1919, Carmen Lyra, se incorporó de lleno a la oposición política y al movimiento constitucionalista que se enfrentaba a la dictadura, apoyando la lucha insurreccional y militar jefeada por Julio Acosta. El 13 de junio de 1919, participa activamente como una de sus principales dirigentes en la manifestación de maestros y estudiantes dirigida a expresar el repudio a la dictadura, manifestación que terminó con la quema del periódico gobiernista “La Información”. Los sucesos del 13 de junio y el asesinato de Joaquín Tinoco, hermano del dictador y Ministro de Guerra, aceleran la caída del régimen tinoquista y la posterior salida del país de Federico Tinoco.

Al finalizar la dictadura, don Joaquín García Monge fue nombrado Ministro de Educación del gobierno provisional de Francisco Aguilar Barquero, entre septiembre de 1919 y mayo de 1920. García Monge, había establecido vínculos con el movimiento obrero internacional, desde principios de Siglo XX, y representa al movimiento sindical costarricense en la fundación de la Confederación Obrera Panamericana en 1919, en Nuevo Laredo, Estados Unidos, donde el movimiento obrero nicaragüense también fue representado por el poeta y escritor Salomón de la Selva. Ya se había hecho un esfuerzo a principios de la década de 1910 de impulsar la Confederación Obrero Centroamericana, en la cual el movimiento obrero costarricense se vinculó.

En este contexto se le otorga a Carmen Lyra, ya de 32 años, por parte del Gobierno de Julio Acosta, una beca para viajar a Europa, con el fin de que estudie las nuevas experiencias sobre enseñanza preescolar y escolar, donde aprende y asimila la enseñanza montessoriana, con ventaja en cuanto ella dominaba los idiomas inglés y francés. Le toca vivir ese final de la Primera Guerra Mundial, el surgimiento de la Liga de las Naciones y de la Organización Internacional del Trabajo, y los primeros años de la Revolución Rusa, en los impactos que tuvieron estos sucesos en Europa.

A su regreso de Europa, Omar Dengo la llama a desempeñar y dirigir, en 1921, la Cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Normal de Costa Rica, que había sido fundada en 1914.

En 1925 Carmen Lyra funda su Escuela Maternal Montessoriana, que se la cierran en 1933, en el tercer Gobierno de Ricardo Jiménez, y la expulsan del magisterio nacional, junto a otros educadores, por presión anticomunista del entonces Secretario de Educación, Teodoro Picado Michalski, por motivo de estar militando y ser una activista del recién fundado Partido Comunista de Costa Rica.

Carmen Lyra impulsó, a partir de 1920, las “Colonias Escolares Permanentes” orientadas a mejorar la salud de los escolares enfermos, por los problemas que sufría un importante sector de la niñez costarricense, sus altas tasas de mortalidad y morbilidad, el abandono, la pobreza y la desnutrición.

Esta sensibilidad y compromiso por el bienestar de los hijos de los trabajadores, la lleva a organizar en febrero de 1929, el Comité del Niño Obrero y a proponer, al igual que Luis Felipe González Flores, y otras personalidades de la época, la creación de un Patronato Nacional de la Infancia en 1930, siendo su primer director Luis Felipe González Flores. Carmen Lyra integra la primera Junta Directiva, la única mujer, en reconocimiento y valoración oficial de su trabajo y su obra literaria dedicada a la niñez costarricense. También colabora con la Biblioteca Nacional.

El segundo lustro de la década de 1920 fue muy agitado por la lucha antiimperialista y nacionalista en Costa Rica contra los contratos con compañías extranjeras que se querían aprobar por parte del Gobierno y del Congreso Nacional, como los contratos bananeros, el de la Electric Bond and Share, el de la Pan American Airways Company, y otras luchas que hicieron surgir organizaciones como la Liga Cívica Juan Rafael Mora (1928), el Comité Seccional del Partido Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, (1928), fundado por el joven estudiante Víctor Raúl Haya de la Torre, La Liga Antiimperialista de la Américas, la Sección de Costa Rica (1928). Además, contribuyó a impulsar un Centro de Estudios Económicos.

Carmen Lyra y Joaquín García Monge participaron en la seccional del APRA y en la fundación del Partido Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (1929), nacido al calor de estas lucnas antiimperialistas con el propósito de “sanear las prácticas políticas” y participar en las elecciones de medio período -1930- a nivel de diputados por la provincia de San José, postulando de candidato a diputado al maestro Joaquín García Monge, quien había fundado la Revista Repertorio Americano en 1919 y en la cual también Carmen Lyra colabora.

En esos años también formó parte de las luchas sufragistas a favor del reconocimiento del voto de la mujer, pero consideraba que la lucha de la mujer debía darse junto a los hombres, en unidad con la clase trabajadora, como parte de una visión social única y no como una lucha separada, feminista. Se preocupó por la organización gremial y sindical de las maestras costarricenses.

En el contexto de la crisis mundial de 1929, y sus efectos en Costa Rica, hasta 1934, de creciente organización de estudiantes, trabajadores e intelectuales, de trabajadores desocupados, de reorganización del movimiento obreros, de intensas luchas políticas, de tipo socialista, un grupo de estudiantes de Derecho, encabezados por Manuel Mora, funda el la Asociación Revolucionaria del Cultura Obrera, ARCO, donde se fusionaron estudiantes y obreros de la Unión General de Trabajadores, surgidas en esos años, que publica un periódico “Revolución”, donde se incuban los impulsos inmediatos para la fundación del Partido Comunista de Costa Rica, el 6 de junio de 1931, cuya primera reunión del Comité Ejecutivo se realiza el 16 de junio, que es la fecha en que oficialmente se celebra la fundación de este Partido.

Carmen Lyra, que desde 1930, se le reconocía como una “comunista”, se integra rápidamente a este partido, desde su nacimiento, y en agosto de 1931 participa activamente en la organización del periódico Trabajo, órgano de este Partido, donde llegó a dirigir su página editorial y a formar parte de su núcleo director hasta el fin de la guerra civil de 1948.

A principios de la década de 1930 escribió sobre la situación de los barrios pobres de San José y de la educación costarricense. También lo hizo sobre la vida en los bananales, alrededor de los cuales escribió los artículos “Bananos y Hombres” y, con Luisa González, “Una gira por la zona bananera”. Igualmente, escribe el ensayo “El grano de oro y el peón”, publicado en 1933.

Durante la década del 30 desarrolla campañas de solidaridad a favor de la República Española, la lucha antifacista junto a Joaquín García Monge, Vicente Saénz y otros intelectuales.

En 1935 fue invitada a participar al VII Congreso de la Inrernacional Comunista en Moscú, actividad a la que no pudo asistir en representación del Partido Comunista de Costa Rica, sustituyéndola el dirigente sindical Rodolfo Guzmán en esa representación.

Parte de sus preocupaciones fueron la creación de colonias escolares, casas cunas y de maternidad, y escuelas maternales, compromiso político que condujo al despido de su trabajo en la Escuela Maternal, en 1933.

Junto a su Partido Comunista participó activamente, en esta década, en la lucha de solidaridad internacional por la República Española, con los costarricenses Adolfo Braña Rosas y Rafael Angel Llubere, que se encontraban en el Frente revolucionario español y luego antinazi, se enfrentó fuertemente al gobierno pro fascisa de León Cortés, y cuando llegó al Gobierno el Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, apoyó las reformas institucionales que él impulsó, así como la Reforma Social y la aprobación del Código de Trabajo, que fusionaron, en los segundos dos años de gobierno, al Partido Comunista, la Iglesia Católica y al Gobierno de Calderón Guardia, e impulsaron la coalición política electoral que llevó a la Presidendica a Teodoro Picado en 1944, compromiso militante que llegó hasta los sucesos y eventos que culminaron con la guerra civil de 1948, y resultado de esta guerra salió forzada al exilio en 1948 junto con Manuel Moral Valverde a México, donde falleció el 13 de mayo de 1949.

En 1943 puso en marcha la idea de fundar una Universidad Popular, impulsada por el Partido Comunista, como se había tratado de impulsar otro proyecto similar a principios de la década de 1910, por el Centro Germinal.

En 1947 fue electa la Presidenta de la Unión de Mujeres del Pueblo, una organización que impulsó el Partido Comunista.

Con motivo del centenario de “Los cuentos de mi Tía Panchita”, he repasado, esta Obra, que he releído una vez, pero, especialmente, para recordar a la Carmen Lyra más militante, más comprometida social y políticamente, invito a los lectores de este artículo, a que se lean la Obra “Narrativa de Carmen Lyra. Relatos escogidos”, publicada por la Editorial Costa Rica, donde se aprecia mejor su visión, desde la narrativa literaria, de importantes problemas sociales de su época, desde 1911 hasta 1940.

En este libro se recogen 18 Relatos escogidos, narraciones, publicadas entre 1911 y 1936, algunos de ellos más conocidos y divulgados que otros, rescatados de Revistas y Periódicos.

Estas narraciones no son inverosímiles, ni son resultado de su imaginación literaria, sino que tienen un gran contenido de la realidad que le tocó vivir, por lo que abundan en la descripción de escenas y personajes blancos, negros, nacionales y extranjeros, paisajes geográficos, costumbres, detalles de la vida cotidiana de esta época y elementos de la psicología social y de los personajes que aborda al tratar la familia, la mujer y la madre, la iglesia, la penetración de la iglesia metodista y de los llamados polacos, el trabajo, del intimismo del mundo familiar donde evidencia las contradicciones y las pésimas relaciones que existen al interior las clases altas, y su hipocresía social y religiosa, objeto de estos relatos.

Por más fantasiosas que se les quiera ver, a estas narraciones, están tejidas, como Carmen Lyra misma dijo, con hilos de la realidad, al referirse a las Madamas Bovary, en 1918.

Como narraciones guardan bien su carácter discursivo de hechos y situaciones, a veces como resultado de anécdotas que le tocó vivir, presenciar o conocer que destaca con fisga, burla y mofa, con bastante sentido de sátira por la crítica ridiculizadora que expresa en estas narraciones de carácter social y político que sacuden la tradición literaria costumbrista y conformista social de la época.

La Costa Rica de estas narraciones es la del período de crítica del liberalismo político, del desarrollo de los movimientos sociales y sus luchas laborales, de las cuales Carmen Lyra fue promotora desde el Centro Germinal y desde la celebración del Primer Primero de Mayo de 1913, que ella también ayudó a organizar.

Es cuando en Costa Rica surgen movimientos políticos nuevos frente a esas corrientes liberales, como fueron el Partido Socialista de Aniceto Montero en 1919, el Reformista de Jorge Volio en 1923 y el Partido Comunista en 1931 del cual fue activa militante y activista, codirectora de su Semanario Trabajo donde mucho publicó anónimamente.

Es la Costa Rica que en la literatura social de esta época empezaba a traslucir los grandes problemas sociales asociados a la concentración de tierras y la presencia de las grandes compañías de capital extranjero.

Es también la Costa Rica de medio millón de habitantes, de las grandes trasformaciones urbanas y de infraestructura, y de espacios públicos, principalmente en San José y en algunas capitales de provincias, no solo la de los grandes edificios, el Teatro Nacional parecido a la Opera de París, sino también industrial o la construcción de los grandes barrios como el Amón y Aranjuez, de casas con corredores exteriores y zaguanes, del Parque Morazán, muy cercano a la casa de Carmen Lyra, jardín público que parece ser la propiedad de la juventud de nuestra burguesía, dice.

El peso social de fondo de estos relatos es sin duda el elemento trabajo, el actor obrero o trabajador y sus condiciones de miseria y de trabajo y la insensibilidad hacia ellas y ellos por parte de los políticos, los patronos y los capitalistas en general, quienes en estas narraciones quedan constantemente como viles ladrones.

Evidencia una Costa Rica dual, de ricos y de pobres, de opulencia y de miseria, de lujos y de austeridad extrema. Mantiene de fondo la opresión y la explotación socioeconómica sobre estas capas y clases de la población.

Nos refleja una Costa Rica de movimiento y vida social en la calle, de flores y pajarillos, que difícilmente hoy tienen las jóvenes generaciones, que se disfrutaban con la flor del tuete, flores luminosas, flores silvestres, flor de itabo, claveles, azucenas, varitas de San José, reinas de la noche y pastoras, jazmines, el perfume exquisito de la flor de dama, amapolas, flores del piara, bandadas de pajarillos que cantaban, yigüirros de plumaje humilde, jilgueros de vestido azulado, mosotillos diminutos y caciques de traje vistoso negro y rojo, comemaíces, canto de palomitas moradas y palomitas yuré, guarias florecidas, árboles de poró, flores de san miguel, gallinas, guabas, tranquilidad de los campos, y de animales como serenatas de grillos, ardillas, tigres y manigordos, chompipes, chanchos y chanchos de mote, congos, tiburones, culebras y serpientes, lagartos, garzas, , avispas y panales, carracos y junto a esto, de vez en cuando nos recuerda el traqueteo de la carreta, yeguas, potros y bueyes, cabezas de ganado, caballos, enlazamiento de toros.

Igualmente, los perfumes sagrados del bosque, campos olorosos, heno seco, olor a café, potreros medio secos, plazas desnudas de árboles, edificios pesados y ruinosos, casuchas bajas y sucias, casa con barrotes de hierro, en 1912, pero también flores adornando humildes hogares.

Esta era la Costa Rica en que todavía se hablaba de reales y de pesos, y raras veces de colones, y se usaban las candelas, vestidos de manta y de zaraza, sombrero de paja y hatillo con sus los trapitos, chozas con techo de hojas de suita.

Se mueven estos relatos entre los paisajes de la capital expresada de muchas formas como la Escuela Maternal, donde 30% de los niños eran hijos de mujeres solas, el Colegio de Sión, el Seminario aunque para algunos su vida en él era de verdadero suplicio, en ciudades o pueblos, Hatillo, Luna Park y Barrio Keith, Cartago, Pejiballe, Turrialba, Tres Ríos, La Carpintera, Barba, San Carlos, Florencia, Villa Quesada, Grecia, Bahía Salinas, Bahía Culebra, el Atlántico, El Carmen, Siquirres, Limón y su Zona blanca, los ríos Torres, María Aguilar, Reventazón, Parismima, Térraba, Caños y San Carlos y los Caños de Tortuguero, las zonas bananeras, Parrita, Quepos, el Valle Central, Guanacaste y Puntarenas, la marca Gallito en 1916, hombres del campo y la ciudad, de diferentes oficios y trabajos y de aquellos que vivían holgadamente, parásitos honorables, a expensas, como parásitos de estos trabajadores, sometidos a duros trabajos y extenuantes labores, por su naturaleza y la extensión de jornadas, que hasta 1920 se logra la de 8 horas de trabajo pero que no se cumplía en la década del 30, cuando termina de hacer estos relatos.

Respecto a los relatos de Bananos y Hombres, de 1931, cuando ella ya es comunista militante, destaca el papel principal que ocupa la fruta antes que los hombres, de trabajos con agua a la rodilla y cubriendo los rieles del ferrocarril, y guaro para alegrarles la vida, siempre expuestos a las picaduras de serpientes y culebras venenosas, de la aplicación de cepo cuando ya era prohibido como castigo.

La pobreza, al describir a la niña Rosario, como quietecita, pálida y flaca que se le doblan las piernas, rostro amarillento, arrugado y triste, sin alegría en el corazón, sin fuerzas, o gente que vive en el cieno, con excusados de hueco sin puerta, rebosando la inmundicia, camas donde duermen seis chiquillos, a pesar de que la higiene indica que deben dormir solos, porque cuando un adulto duerme con un niño es como un vampiro que chupa la voluntad del niño, cobijas de gangoche, con los frijoles, el maíz y el dulce por las nubes.

Ilustra la pobreza con pieles ennegrecidas por la intemperie y arrugas, palidez calavérica del desnutrido, quietud de niños hambrientos con ojos en que parece está oscureciendo, encías sin dientes, senos flácidos en la mujeres, raquitismo y anemia.

Habla de los miles de niños que mueren al año resultado de su pobreza, sin asistencia médica.

Nos refleja la tuberculosis y otras enfermedades de la época asociadas a la pobreza y a la mala educación en los hábitos de salud como la anemia, sífiles, lombrices, solitaria, amebas, anquilostomas. Pero también los males sociales, como se les llamaba en aquellos años, a la prostitución, prostitución infantil, el alcoholismo y la drogadicción, especialmente de marihuana, la vida en los chinchorros, equivalente hoy de los tugurios, de riñas en las calles, de robos de gallinas,

Y en la clase alta nos recuerda la sífilis y sus estragos en generaciones.

El problema del alcoholismo lo recuerda a veces como generación de alcoholizados, abuelos, padres e hijos, de malas e irresponsables gentes, y de borrachos sentimentales, de palabras tiernas, de las personas que se hundían en el vicio, en el caso de mujeres, a veces por acallar el hambre de su corazón.

Nos refleja el embarazo infantil, el de Chica, una madrecita de once años.

Cuando describe algunos personajes de familia y de clases altas los trata de hombres de malas entrañas, gente irresponsable, repugnantes, de flacas figuras y de rostro afilado, a mujeres con trenzas en el pelo que parecían dos malas serpientes que tentaban a su portadora.

Señala personajes que pasean grandes nombres que no los han sacado de lugares limpios. Y describe sacerdotes deslizándose como sin ruido, semejantes a grandes y lúgubres pájaros negros, habla de viejos verdes, de hijas que no querían a sus padres y que los miraban con desconfianza, madres autoritarias y antipáticas en la clase alta, de relaciones no cordiales de pareja, clase alta paseadora en Europa, jactanciosa de sus viajes, suscrita a revistas, de mujeres que hablaban de amor y de hombres lo que sonaba a campanas rotas.

Señala familias distinguidas, socialmente superiores y socialmente inferiores. En las narraciones de 1918, bajo el período de la Dictadura de Tinoco, asoman en sus relatos los oficiales de la alta clase.

A algunos ricos los describe como ególatras, vulgares y egoístas, comodidosos, cínicos, que dan codazos y patadas, inescrupulosos, asaltadores del tesoro público, cómplices con el Ministro de hacienda, con facilidad de arrastrar su conciencia camino a la grandeza, los señala visitadores de hosterías, como se llamaban en la época los prostíbulos. Maridos infieles y conversaciones de las operaciones que se hacían en la Clínica Mayo o en Panamá, jugar tenis, tomar el té servido con todas las reglas y jugar bridge, y de quienes iban a Roma a buscar la bendición papal, preocupados de importar perros… y la boda de los perritos (Raleigh con Copy, p. 88) y de discutir sobre la forma que los perros de raza hacen el amor de modo diferente a los perros ordinarios, situación que sus dueños a veces imitaban con las hijas de los peones.

Indica que a pesar de parecer iguales tienen sus divisiones, a los que les gusta casar sus hijas con extranjeros. Otros los señala ganadores de honores en el campo del robo y de la explotación de legalizados, incendiarios, que pagaban jornales miserables a sus peones, apenas para que no se mueran de hambre.

También destaca el personaje servil, grosero y gavetudo, a los abogados que despiden tras de sí un aire espeso, comerciantes de mala fe pero de mucho prestigio, al usurero.

Señala burgueses que quiebran bancos para hacer negocios con los ahorros depositados, con negocios oscuros y hediondos, alguno de ellos hasta candidato presidencial, y a los ricos verdaderos bandoleros que no iban a la cárcel porque robaban de 10.000 pesos para arriba.

Igualmente, señala a los que se casan interesadamente con cálculo económico. Destaca el caso de ricos sin talento, sin cerebro, de sus hijas bobas como gallinas, cuya importancia está en sus valiosos cafetales y millones en bancos extranjeros, sin importar lo desteñido de sus lóbulos cerebrales.

Describe como con terrenos robados hicieron un barrio aristocrático, con gente que creía tener sangre azul y con diplomáticos que se creían decentes.

A veces refiere a ciertas familias de ricos como las familias de dinosaurios, que recuerdan animales prehistóricos, con papadas y barrigas que modela el ocio próspero, de carne fofa, con iguales ambiciones y prejuicios, con carros para cada uno de sus miembros, algunos gente sin abolengo que trata de olvidar sus antepasados, con gran idea de sí mismos, miembros de sociedades de caridad para comprar asiento en la platea celestial, y para ascender en la escala zoológica en donde la tontería humana coloca los altos valores sociales, con conciencia elástica.

¿Qué hacer frente a todo esto? Esto no lo responde Carmen Lyra pero sí evidencia sus deseos constantes de sublevarse contra la pobreza, la miseria, deseos de gritar contra los padres que traían hijos al mundo de la pobreza.

De plantear, constantemente, no estar en la luneta del teatro social observando, despreciando la actitud de no hacer algo, de no tender la mano hacia quien la necesita, y la impotencia de la debilidad humana de actuar cuando se conoce.

En uno de sus relatos de 1911 llama a ser buenos y misericordiosos y a tener piedad de las mujeres, pero señala fuertemente el corazón de Jesús sonriente con su inútil sonrisa mostrando su corazón sangriento que no puede dar amor a los que tanto necesitan en la vida.

Invita a la solidaridad, a la palabra cariñosa, a sacar del agua al que se ahoga.

En su relato sobre las Damas samaritanas, de 1936, les dice a las ricas que no se sientan deprimidas por las nuevas ideas socialistas o comunistas, que lo mismo ocurrió durante la Revolución Francesa, cuando la burguesía llegó al poder, en que hubo banqueros y burgueses que se enfrentaron a la nobleza al lado de la plebe.

Termina sus relatos indicando que no hay que resignarse, aunque el cura así lo diga, porque eso solo asegura que los ricos gocen en paz sus privilegios, porque los pobres sirven únicamente para que los ricos den limosnas con las que se gana el palco de platea en el Cielo.

Esta descripción de los relatos de Carmen Lyra no está lejos de la situación actual de Costa Rica. No está descrita allí la Costa Rica de 1910 a 1940. Es el espejo de la actual Costa Rica, son los mismos problemas y los mismos personajes, en la época actual, pero, ¡cuidado!, puede ser más aguda si esa descripción narrativa la proyectamos a la Costa Rica post coronavirus, con el desempleo creciente y agudo, el subempleo, la caída de los salarios y las pensiones, la arremetida que se tiene contra los ingreso reales de los trabajadores públicos, y por rebote privados, con el aumento de la pobreza y la pobreza extrema, con la situación del hambre que puede explotar.

Los invito leer con pasión “Los cuentos de Mi Tía Panchita”, en su centenario de edición, pero los invito a leer con cuidado estos 18 relatos de Carmen Lyra.

A Carmen Lyra se le han hecho reconocimientos públicos. La Junta de Educación de Cóbano, distrito del cantón central de Puntarenas, acordó bautizar a la escuela de ese lugar con su nombre, en 1962. Posteriormente, la escuela de Concepción de Alajuelita adoptó también el nombre de Carmen Lyra. La Municipalidad de San José denominó la Biblioteca Infantil, ubicada, en 1971, en la planta baja del Kiosco del Parque Central con su nombre.

En 1976, la Asamblea Legislativa la declaró “Benemérita de la Cultura Patria”, por decreto No. 1679 de 28 de julio de 1976, y por iniciativa del diputado Claudio Monge, exmilitante comunista, del Partido Acción Ciudadana, se presentó un Proyecto de Ley para Declararla Benemérita de la Patria, lo que se aprobó en el 2016, siendo la única persona que ostenta dos reconocimientos de esta naturaleza por el Poder Legislativo.

También, se le han hecho estos otros reconocimientos, en el 2007, Correos de Costa Rica hizo una emisión postal titulada “Literatura Infantil: Cuentos de mi tía Panchita”, con cuatro motivos, en el 2010 el Banco Central puso en circulación el billete de 20.000 colones, de la nueva Familia de Billetes, en cuyo anverso aparece un retrato de Carmen Lyra y una ilustración de sus Cuentos de mi tía Panchita, el Quinteto Miravalles estrenó, en el 2011, en el Teatro Nacional su obra “Homenaje a Carmen Lyra”, en el 2013 como parte del Programa de Orquestas Nacionales del Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem), se conformó la primera orquesta infantil, llamada Orquesta Nacional Infantil Carmen Lyra (ONICL) y, en el 2017, el grupo Fase Luz, estrenó en concierto su canción María Isabel.

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