Cambio climático, suelos, alimentación y previsión
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 09 septiembre, 2019
Alimentarnos adecuadamente ha sido un reto que desde siempre ha acompañado a la humanidad. Pero desde la revolución industrial primero, y sobre todo con la revolución verde del siglo XX, los avances que se han dado han sido espectaculares.
Entre 1940 y 1970 se dio en Estados Unidos la revolución verde, encabezada por Norman Ernest Borlaug, que la introdujo en México en 1943 y en Asia en 1961, y es considerado el padre de la agricultura moderna. Con nuevas variedades de maíz, trigo y arroz resistentes a plagas y con cambios en las prácticas de cultivo se obtuvieron cosechas de dos a cinco veces mayores a las tradicionales, lo que permitió menores precios y mayor acceso a los alimentos. Gracias a estos avances en el cultivo de los granos se estima que salvaron sus vidas de la inanición más de 100 millones de personas, y hay quienes estiman que puede hablarse incluso de 1.000 millones de seres humanos que no murieron de hambre.
El reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) “El Cambio Climático y la Tierra” nos dice: “Los datos disponibles desde 1961 muestran que la oferta por habitante de aceites vegetales y carne se han más que duplicado y la oferta de calorías de alimentos por persona han aumentado en más de una tercera parte”
Datos de FAO establecen que a pesar de esos cambio en 1990 la tasa mundial de desnutrición era todavía de 18,6%, este porcentaje cayó a 15% en el año 2000 y el descenso continuó en los años que siguieron, hasta llegar a 10,9% en 2017, a pesar de haber aumentado desde 2016 cuando llegó a su nivel más bajo de 10,6%. Estos progresos de las últimas décadas han estado relacionadas con La Segunda Revolución Verde (Disyuntivas, www.rodriguez.cr) y con el acelerado crecimiento de China, India y otras economías, disminuyendo la pobreza y dotando de medios para la adquisición de alimentos a millones de familias.
No obstante todos esos progresos, la FAO estima que todavía 821 millones sufren desnutrición, y el citado informe del IPCC nos señala los riesgos que el cambio climático presenta para el futuro de la alimentación de la población mundial.
Específicamente indica el ICPP que el cambio climático, que incluye aumento en la frecuencia y la intensidad de temperaturas extremas, ya ha afectado negativamente la seguridad alimentaria, ha deteriorado los ecosistemas terrestres y ha contribuido a la desertización y a la degradación de la tierra en muchas regiones. Específicamente afirma, que entre 1980 y el 2000 unos 500 millones de personas (casi un 7% del total de los habitantes de nuestro planeta) viven en zonas que se han desertizado.
Estos procesos se provocan mediante aumentos en la intensidad de las lluvias, inundaciones, sequías más frecuentes y severas, períodos de temperaturas extremadamente altas, sequías, vientos, acción de las olas y elevación del nivel de los mares, deshielo de capas del suelo permanentemente congeladas.
El continuado aumento de la temperatura de la tierra tornará cada vez más nocivos estos negativos efectos, afectando la provisión de alimentos para una población mundial que seguirá creciendo durante este siglo, lo que demanda acciones mitigadoras del cambio climático, así como medidas para previsoramente adaptarnos para aminorar sus negativas consecuencias.
Cómo país tropical importador de granos, los efectos del cambio climático en los suelos, nos afectarán negativamente por el incremento posible en el precio de esos bienes.
Las zonas tropicales y subtropicales, afirma este informe de ICPP, son las zonas más vulnerables a una disminución en la producción de sus cosechas, así que el cambio climático también nos afecta como exportador de alimentos tropicales. La caída en la cantidad exportada de bananos en los últimos dos años nos indica el impacto que estos adversos cambios climáticos ya tienen en nuestro país.
Este reporte “El Cambio Climático y la Tierra” señala una serie de medidas de manejo de suelos y de comercialización de gran valía para prever las negativas consecuencias que tendremos.
Hace unos seis años (www.rodriguez.cr Mitigación y Adaptación al Cambio Climático) comenté las importantes medidas de obtención de información sobre estos hechos que CORBANA viene realizando para poder adoptar medidas previsoras en las zonas productoras de bananos, que se preveía serían afectadas por períodos más concentrados de lluvias más intensas. Esas medidas previsoras -se ha señalado por expertos del BID- resultan en un costo de solo una cuarta parte del que se tendría si simplemente reaccionamos una vez sufrido el daño.
Los siniestros incendios en el Amazonas iluminan con fulgor la imprescindible necesidad de que Costa Rica siga ejerciendo un liderato moral a nivel mundial en los esfuerzos para contener el calentamiento de la tierra, y de abocarnos con gran intensidad -no solo a la descarbonización que por nuestra pequeñez tiene más bien un efecto ejemplarizante- sino en mayor medida a la adaptación previsora para menguar los daños que causara en nuestro territorio el calentamiento global.
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