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Brújula electoral en aprietos

Arturo Jofré [email protected] | Viernes 10 enero, 2014


El próximo presidente puede establecer un hito histórico: Iniciar el descenso del desempleo y la pobreza, tomar las tres decisiones “duras” que requiere el sistema educativo, y salvar a la Caja


Brújula electoral en aprietos

Estas elecciones serán unas de las más extrañas de las últimas décadas. De pronto la brújula social empieza a saltar de manera alocada, en que los enanos crecen, los grandes se reducen y las explicaciones no calzan… pero en realidad lo que está claro es que algo no huele bien, como diría el certero Hamlet.
Después de los duros golpes recibidos por los partidos tradicionales, que terminaron con uno de ellos muy lesionado, la mayoría de los partidos emergentes, incluso los de propósitos presidenciales serios, han tenido fuertes terremotos internos, que no les han permitido consolidar una fuerza homogénea poderosa. Pocas veces se ha visto tanto cruce de diputados y políticos en general de un lado a otro, como ha ocurrido en este último año.
En el ambiente hay una desilusión creciente por la política y por los frutos de la democracia. La política es un desafío que atrae a gente que busca construir una sociedad mejor, pero también hay gente que busca ansiosamente riqueza, honor y placer (para usar las tres palabras que el filósofo Spinoza señala como el sumo bien al que aspiran las personas). Para los primeros, la misión es de sacrificio; para los segundos, de interés personal.
Es difícil cuantificar cuántos son unos y otros, pero sí hay una regla cierta: los segundos son los que hacen que la política huela putrefacta.
En ciertas sociedades (no muchas) han logrado superar este problema. De todas formas, los partidos debieran seguir la sabiduría de la vieja Grecia, que nos enseña que la trayectoria de una persona es la mejor forma para pronosticar su comportamiento futuro.
Pero la honestidad no es un atributo, no debería serlo. Cuando se muestra como una condecoración, es porque estamos mal. Lo que sí es un atributo, es la capacidad para hacer cosas relevantes, para enfrentar desafíos con criterio y visión.
Cuando los gobernantes tiran millones de dólares en decisiones mal tomadas o mal ejecutadas una y otra vez, la gente se decepciona y pierde la confianza en la política en general.
Con la excusa de mis lectores, voy a citar a Sabina, refiriéndose a la catastrófica situación de su país: “No sé hasta cuándo aguantarán los españoles. Somos resignados, pero, carajo, nos están meando en la sopa una y otra vez”. Los pueblos se cansan.
El próximo presidente puede establecer un hito histórico: revertir las grandes tendencias. Iniciar el descenso sólido del desempleo, sacar definitivamente del pantano a la línea de la pobreza, tomar las tres decisiones “duras” que requiere el sistema educativo, y salvar a la Caja (tarea iniciada por la Presidenta Ejecutiva actual).
Para avanzar en estos puntos (no resolverlos en cuatro años) hay que tomar decisiones importantes en muchos ámbitos, pero hay que alinearlas hacia estos grandes objetivos. Si mantenemos un buen ritmo de crecimiento económico y una inflación controlada como hasta ahora, creo que podríamos mirar el futuro con más optimismo. Y no es una utopía.

Arturo Jofré
[email protected]

 

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