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Biodiversidad, un bien mundial

Alberto Salom Echeverría [email protected] | Martes 18 mayo, 2021

Alberto Salom

Interesado por el tema del deterioro de la biodiversidad a escala mundial, he decidido escribir este artículo, con el fin de honrar tanto el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que entró en vigor el 29 de diciembre de 1993, como la declaratoria por las Naciones Unidas del Día Mundial sobre la Biodiversidad, adoptado en diciembre del año 2000. El último es una consecuencia del primero.

Desde luego, que me interesa además intercambiar con ustedes la preocupante información que poseo fruto de mi todavía discreta investigación sobre este tema. Pronto verán que, todo ser humano con ética debe comprometerse a fondo con la lucha por salvar el planeta, así lo planteo: es la lucha más importante de nuestros días. Los convenios y declaraciones que se han tomado a escala internacional son muy importantes, pero en general todavía no se ha logrado detener el grave deterioro de la biodiversidad.

Comparto con todos ustedes primero, un somero estado de situación. La Tierra tiene unos 4.300 millones de años de haberse formado (cálculo estimado), la vida en el planeta se estima que surge entre 3.800 y 3.225 millones de años atrás. Puede que hasta un poco más. Empero, datos científicos nos dicen que hace unos 600 millones de años lo único que había de vida eran bacterias y microorganismos. La diversidad biológica experimenta una aceleración a partir de apenas 400 millones de años, con la aparición de los primeros organismos multicelulares. Sin embargo, la biodiversidad no se desarrolla de manera constante, debido a períodos en que se producen extinciones masivas. Como puede observarse, nuestro “hogar común” tuvo períodos de destrucción sucedidos por otros de regeneración, en los que obviamente los seres humanos no contábamos para bien ni para mal; sencillamente aún no se habían dado las condiciones que favorecieran la aparición de nuestra especie, de las demás especies de mamíferos; así como tampoco de otras especies superiores y menores de fauna silvestre, ni de la flora tal como hoy las conocemos.

Desde su aparición, la vida evolucionó interactuando constantemente con el medio circundante. Por esa razón, el australiano Dr. Brendan Mackey, dice que tal interacción entre organismos vivientes y su ambiente, es lo que explica “la transformación en la composición química de la atmósfera, el equilibrio energético de la Tierra, y como consecuencia, el clima mundial.” (Cfr. Mackey, Brendan. “La Integridad Ecológica: Un Compromiso hacia la Vida en la Tierra.” En: “La Carta de la Tierra en Acción. KIT Publishers BV, Amsterdam, Los Países Bajos, 2006.) La primera evidencia del género “Homo” se encuentra, según los estudios paleontológicos, hace 2,6 millones de años porque era una especie capaz de laborar la piedra de manera sencilla. De acuerdo finalmente con los análisis arqueológicos combinados con los exámenes de ADN mitocondrial y del cromosoma Y, que son características de nuestros antecesores por línea directa, tanto materna como paterna, los humanos habrían comenzado a migrar desde el norte de África hace unos 90.000 años.

Como puede deducirse con facilidad de lo anterior, nuestro Planeta tiene 4.300 millones de años de venir generando y regenerando la biodiversidad, sin que en dicha actividad el ser humano haya intervenido excepto, como lo acabamos de mencionar en cuanto era un ser vivo que, como todas las demás especies intercambiaba gases continuamente con su medio circundante, cuyo resultado fue la formación de la actual atmósfera terrestre. (Cfr. Ibidem). A su vez, afirma nuevamente el Dr. Mackey, “El funcionamiento continuo de los ecosistemas no necesita de la intervención humana, ya que son tanto autogeneradores como autosostenibles.” (Ibid).

Ya sabemos que, desde la época industrial, más o menos desde el año 1.500 de nuestra era, los seres humanos a causa de nuestra actividad industrial, comenzamos a provocar emanaciones de gases a la atmósfera de efecto invernadero que, en el siglo XX con las explosiones nucleares (las principales fueron producidas a partir de la segunda guerra mundial en adelante) y mediante la producción masiva de la industria basada en combustibles fósiles (en particular: carbón, petróleo, gas natural y gas metano), dieron lugar al calentamiento de la tierra, generando a su vez el cambio climático que hoy padecemos.

En otras palabras, hace tan tolo unos 70 años, léase bien, la actividad humana comenzó a alterar las ¾ partes del medio ambiente terrestre y alrededor del 66% del medio marino. (Cfr. Último informe de la plataforma intergubernamental sobre la Biodiversidad y los servicios Ecosistémicos -IPBES-). Por esta razón repito, debido a la actividad productiva del ser humano, más de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción; siendo que, como lo expresan diversos informes de las Naciones Unidas, la biodiversidad es clave para enfrentar las diversas pandemias que hoy enfrentamos, incluidos los diversos tipos de “coronavirus.” Hay pruebas en el sentido de que, a menor biodiversidad, más casos de “zoonosis” o sea, enfermedades contagiosas que provienen de animales y se traspasan a los humanos. Se ha constatado que poco más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina y de los litorales para subsistir; otros 1.600 millones dependen de la de los bosques. Por lo consiguiente, la conservación de las especies de flora y fauna es imprescindible para nuestra supervivencia y la de las demás especies de seres vivos.

En síntesis, afirmamos con evidencia contundente en los casos expuestos y en muchos otros que por razones de espacio no podemos insertar en este artículo, que la especie humana, entre todas las especies vivas de animales, es la única que ha atentado contra la biodiversidad y la integridad de los ecosistemas, al extremo de poner en riesgo toda la vida sobre el Planeta, en el caso de que el calentamiento global siga el curso ascendente que trae. Debido a la intervención humana, el ritmo de desaparición de especies ha aumentado casi 100 veces en las últimas décadas. Deseo dejarles la siguiente cita, del Dr. Claudio Ghersa, ecologista profesor de la UBA: “Los ecólogos -dice- estudian las funciones biológicas que desempeñan las especies en el ecosistema y han descubierto que algunas de ellas son indispensables para que el sistema permanezca como tal. En este sentido algunas especies desempeñan funciones tan importantes que si se extinguen el sistema deja de ser funcional. Son análogas al cerebro o al corazón de un cuerpo humano…” (Ghersa, Claudio. Biodiversidad y Ecosistemas. Buenos Aires, Eudeba, 2006.)

De modo que, como expresara Humberto Maturana en una feliz ocasión en que fue entrevistado e intentó ser didáctico: “…la conservación no es por la tierra, no es por la biosfera, es por nosotros. La biodiversidad es importante por nuestro bienestar fisiológico, psíquico, relacional, estético. El gran don de los seres humanos -agregó- es que podemos crear tecnología, pero también podemos detenerla, desenchufar las máquinas cuando dejan de adecuarse a lo que queremos; es un problema de deseo.” (Entrevista a H. Maturana. “Un problema de deseo”, por Omar Sarrás Jadue -fragmento- http:/www.tierramérica.net/2.000/suplemento/preguntas.html).

Celebremos todos, de corazón, el próximo 22 de mayo como Día Internacional de la Diversidad Biológica.






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