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COLUMNISTAS


Bicentenario de Independencia

Carlos Camacho [email protected] | Martes 14 septiembre, 2021


Es motivo de gran alegría llegar a esta fecha con un país que -partiendo de puntos de salida análogos en la región- ha logrado un avance significativo en diversidad de materias, donde los pilares fundamentales han sido la educación y la abolición temprana del ejército.

Profundizar en la historia de una de las democracias electorales más estables del mundo es fundamental para plantearnos, como país, la hoja de ruta que nos distinguirá en las generaciones venideras.

Hoy Costa Rica, al igual que el resto de sus hermanas repúblicas centroamericanas, celebra la crítica noche de deliberación que se dio en la Capitanía General de Guatemala previo a la firma del acta de Independencia.

El bicentenario nos debe, a la vez, hacer asumir compromisos de cara a los próximos siglos por venir.

La diferencia entre los políticos y los estadistas es que los primeros se fijan en los efectos de las próximas elecciones y los segundos en los de las próximas generaciones. Una de las características a destacar de nuestra historia patria, está en manos de los estadistas que no han vuelto a retoñar.

Cuando un pueblo pierde estadistas, pierde la capacidad de sostener la conducción de asuntos que le harán, no solo sobrellevar, sino sobresalir en el elenco de la historia. Hace décadas enterramos a nuestros últimos estadistas, es tiempo de sembrar con urgencia ese espíritu histórico, que cambia el rumbo.

Así como lo hace el sembrador humilde en el campo, lo debe hacer el miembro de los supremos poderes en su posición. Es solo con independencia de si, que comerá de los frutos de lo que está sembrando. Debe hacerlo con hidalguía y con certeza de que su función en la historia es hacer lo que le corresponde, con claro compromiso de trascendencia, más allá de sus propios intereses y a pesar de estos mismos.

Somos una República joven, con un pacto social sui generis, que en el medio de una corta vida ha hecho grandes decisiones y acciones que nos encaminan a plantearnos como Nación una hoja de ruta marcada por el respeto mutuo y el aprecio de las grandes diferencias, como base para construir. Que permiten identificar cómo nos complementamos y cómo limar aquellas asperezas mezquinas que hacen imposible llegar a acuerdos.

Hoy más que nunca, estamos en un hito histórico. Más que una mera conmemoración, requiere de un momento de solmene reflexión: Qué tan, efectivamente, somos independientes hoy para dejar un legado a las generaciones venideras y que puedan levantar la antorcha de la libertad y la sinceridad como elementos claves de un pacto social sostenible y duradero.

En los últimos veinte años ha habido más cambios en el mundo, en velocidad y direcciones retadoras que, en todos los anteriores de nuestra vida independiente. Esto requiere de herramientas de construcción, ¿qué vamos a hacer con Costa Rica en los próximos doscientos años?

Costa Rica le entra a esta pregunta sumida en una gran crisis de valores, donde la corrupción y el engaño descarados hacen héroes de caricatura, que se espera sean los imitables de las generaciones venideras.

La corrupción debe ser erradicada de todos los ámbitos en que se manifiesta, viendo cómo resolvieron los padres de la patria incipiente de hace doscientos años esas mismas tentaciones humanas, que han existido y seguirán existiendo.

Fue la existencia recia de valores inalienables, en una moral, no en diversidad de versiones y colores de quien escoge el sabor del helado del día, que se construyeron los grandes acuerdos para que Costa Rica el país modelo para muchos. Una moral que llega rasgada y violentada en este momento de conmemoración.

No dejamos de celebrar lo bueno, aspirando a reforzarlo, a seguir caminando con alegría por un país que promueva la verdadera y efectiva libertad de expresión. Un país donde valga más saber, entender, estudiar y proponer, que sobornar, suplantar, prevaricar y una variada gama de otros verbos de connotación penal.

No podemos dejar de agradecer a los preclaros padres de nuestra historia. Quienes construyeron el terreno para que la educación fuera el medio de escalación en la sociedad y el modelo a seguir entre los héroes. Esos mismos que promulgaban valores, donde se tenía respeto por la autoridad, porque sin caer en autoritarismo, la autoridad se hacia notar, se hacía sentir. Esto empezaba por los padres en la casa y hasta los maestros en las clases. ¡Ni que decir de quienes ostentaban cargos de servicio público! Desde el más humilde síndico hasta el más preclaro presidente de cualquiera de los Supremos Poderes.

Hoy cuesta distinguir unos de otros. La autoridad es ejercida con temor, sin claridad, sin valores, con ausencia de principios y con una clara visión egoísta del hedonismo moderno, donde lo que interesa es la ostentación, más que el servicio, donde ser líder da miedo, pues implica responsabilidades de las que rehuimos muchos.

Cuesta encontrar quién sea libre, en un sentido de responsabilidad de ejercicio de sus funciones, ya sea en casa, el aula, el ámbito de la empresa privada, la función pública y la claridad de la necesaria responsabilidad y encadenamiento coherente de principios y valores que permita retomar el sendero de construcción de la Costa Rica que hoy conmemoramos. A la vez, con el amor que le tenemos, cumplimos el deber de hacer un llamado de atención, empezando por nosotros mismos y haciéndolo llegar a todos los hombres y mujeres que de manera histórica y heróica deseen, como corresponde, retomar el camino de los próximos doscientos años de vida independiente.

No seremos independientes mientras no salgamos del flagelo y esclavitud de la pobreza y la creciente condición de miseria, fomentada por el desempleo generado por condiciones de barreras de la acción del sector privado. Ese sector que tiene como responsabilidad el generar riqueza para luego repartirla en un sistema solidario de derecho que sea objetivo y no fastidie a quien trabaja y genera riqueza, manifestación de libertad.

Mientras no dejemos de vivir, más bien de comernos el pan del futuro, con deudas asfixiantes que no pagaremos, pero seguimos pidiendo como si fuéramos a pagar responsablemente, no estaremos en condición de llamarnos libres, independientes, sino siervos de la deuda y del servicio de esta.

Queremos una Costa Rica próspera, pero no la lograremos si no actuamos todos, desde nuestra función propia para hacer con excelencia cada día lo que nos corresponda para abonar una tierra fértil, de muchas personas honradas, que no se envilecen ante la tentación, a pesar de la necesidad de su condición social.

Podemos y debemos trabajar en esta construcción que permita al país recobrar la esperanza. Si no tenemos estadistas hoy, seamos cada uno una parte de la visión del estadista moderno en la economía colaborativa. Si los tiempos han cambiado tanto, no es a la sombra de caudillos, como lo fue en el pasado, que lograremos recuperar el camino del progreso, la paz y la justicia social, sino mediante lo que cada uno de nosotros aporte a esta noble causa.

Estamos en un punto de inflexión donde a la vuelta de pocos meses estaremos en las urnas de nuevo. ¡Qué orgullo saber que podemos elegir de forma libre nuestros próximos representantes en el Poder Ejecutivo y Legislativo!

Solo haremos una elección libre si la hacemos informados, de preferencia exentos de superficiales y aparentes temas de orden individual que, llevados al colectivo, le pongan de rodillas de la propaganda fascista - como en la última elección. Sepamos ser libres, informémonos y actuemos, no solo en las elecciones, pues la democracia no se reduce a un sistema electoral, sino que se extiende a un sistema de vivir con responsabilidades de todos, para con cada uno y para con la sociedad en su conjunto.

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