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Autocrítica

Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 11 marzo, 2015


Tomar hechos informativos y convertirlos en proyectiles molotov ya nos resulta como el pan de cada día


Hablando Claro

Autocrítica

Si una quisiera rebatir al Presidente de la República, respecto de su acusación de acoso mediático y justo antes de hacerlo revisa la primera página de La Nación del lunes o La República del martes, sencillamente se tiene que poner roja de la congoja y admitir que, efectivamente, hay una carga innegable de valoración negativa y magnificada contra prácticamente cualquier insignificancia o peor aún, artificio, al que se le concede condición de hecho relevante de interés público para convertirlo en un proyectil contra la gestión del gobierno.
Claro que lo que digo no es políticamente correcto porque en los medios somos ultrasensibles y no aceptamos críticas a nuestro desempeño. Pero, admitámoslo: andamos mal. Muy mal. Y para no ir a buscar la paja en el ojo ajeno, voy a revisar la viga en el nuestro.
Tengo 20 años de escribir esta columna y nunca he recibido ninguna censura por mis opiniones. Es el baluarte de la defensa de la libertad de prensa y del derecho a la libertad de expresión de las ideas. Por eso, y porque me estoy haciendo mayor y me voy deshaciendo cada vez más de temores, poses y composturas, le tuve que decir a mi colega Esteban Arrieta que el titular y las dos páginas de ayer “¿Adiós, Melvin?” no constituían una noticia sino una verdadera fabulación; imperdonable para calificarla siquiera con insuficiente en un ejercicio básico de taller de periodismo escrito de una universidad de garaje.
Es cierto que estamos viviendo en la era de la banalización de los hechos noticiosos, que estamos tomados por asalto en los medios por la espectacularización de los hechos políticos, y la potenciación de los sucesos. Tomar hechos informativos y convertirlos en proyectiles molotov ya nos resulta como el pan de cada día. Y ya eso es de por sí complejo de digerir para una ciudadanía perdida en un mundo plagado de informaciones. ¿Pero inventar noticias? Es ir demasiado lejos. Sencillamente no se sostiene argumentar que un sondeo telefónico de 900 personas pueda ser una “herramienta de medición científico social” para extrapolar a partir de ahí que si el Sr. Ministro de la Presidencia recibió la peor nota, el Presidente debería correr a destituirlo. Peor aún, utilizar los criterios de muy destacados colegas columnistas del mismo diario para, digámoslo así, acomodarlos a la “noticia” de que el ministro debería ser cesado de su cargo. Y para rematar la fabulación, una fotografía en la que, no hay duda, pusieron a posar al señor Jiménez para que quedara tan mal como el texto mismo. ¡Qué vergüenza de ejercicio periodístico!
No creo que el presidente Solís haya seguido una correcta estrategia al definir el momento y la forma de lanzar la acusación de acoso mediático. Es más, he sido abiertamente crítica de la proyección del Ministro de la Presidencia en el engranaje de articulación del gobierno. Pero eso no significa que me parezca bien en términos periodísticos que inventemos pseudonoticias para alentar su remoción.
“Discutir sobre el papel que juega en democracia un medio que no dice toda la verdad, que tergiversa o que enteramente dice cosas falsas, es lo que reclamo…” Dicho así, parece que el mandatario tiene mucho de razón.
 

Vilma Ibarra

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