Anticonceptivos y pandemia
Marilyn Batista Márquez [email protected] | Martes 25 mayo, 2021
En abril del año pasado la Organización de Naciones Unidas pronosticó que el COVID-19 tendría un impacto catastrófico para millones de mujeres, porque además del aumento en la violencia de género, la falta de anticonceptivos provocaría embarazos no queridos. Aseguró que si los confinamientos permanecieran por seis meses adicionales, 47 millones de mujeres en países de renta media y baja no tendrán acceso a anticonceptivos modernos, y “si las interrupciones del coronavirus continuaran por un año, podría haber hasta 15 millones de embarazos no deseados”.
Esta fuerte declaración y pronóstico poco discutido me hizo rememorar la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, de 1994, en donde 179 gobiernos acordaron que la salud sexual y reproductiva es la base del desarrollo sostenible. Por primera vez a nivel mundial líderes del mundo, la mayoría de ellos hombres, aceptaron que las mujeres tienen el derecho a tomar sus propias decisiones sobre el embarazo.
Esta Conferencia tomó en consideración diversos temas relacionados con población y el desarrollo relevantes para las personas, entre ellas la reducción de la pobreza y de las desigualdades de género, la promoción de la salud y derechos reproductivos, equidad de género y el empoderamiento de las mujeres y los cambios en las familias, entre otros.
Han pasado casi tres décadas de la realización de esta cumbre en El Cairo, y hoy podemos afirmar que hemos visto cambios significativos en el comportamiento de los hombres en algunos países, aunque lamentablemente poco en América Latina.
La planificación familiar en pocos países en el mundo sí se ha convertido en “cosa de hombres”, rompiendo estereotipos y roles tradicionales que los excluían, y hasta enajenaban de los métodos anticonceptivos, incluyendo la vasectomía.
En el 2013 un informe de Naciones Unidas, del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, evidenció que un porcentaje significativamente mayor de hombres, que de mujeres se esterilizaron en seis países. Liderado por Canadá, con 22% hombres, en comparación con 11% de las mujeres, Reino Unido 21% / 8%, Nueva Zelanda 19,5% / 14,6%, Bután 12,6% / 7,1% y los Países Bajos: 7% / 3%
En América Latina el informé reveló que prevalecía la esterilización femenina sobre la vasectomía, con un 23,3% de mujeres en contraste al 3,1% de hombres.
Aunque el informe no precisa las razones por las cuáles en nuestra región las mujeres se someten a una operación (tubectomía) que es más costosa y riesgosa que la vasectomía, todo hace suponer que el origen es cultural y religioso, unido a la desinformación en relación a los efectos secundarios de la esterilización masculina.
Para aquellas mujeres que todavía no quieren esterilizarse, el uso de anticonceptivos, aún con los efectos secundarios que producen, se convierte en la mejor opción –con muchos métodos alternativos– para prevenir un embarazo no deseado.
Espero que nuestro sistema de salud siga brindando durante esta pandemia los anticonceptivos en forma ágil y accesible, y que cada día más hombres sean corresponsables de la planificación familiar, asumiendo la esterilización cuando decidan no tener hijos.
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