Anfitrionas
Claudia Barrionuevo [email protected] | Martes 20 noviembre, 2007
Mis dos abuelas —figuras fundamentales en mi formación y totalmente presentes en mi identidad actual— eran muy diferentes entre sí. Si en algo se parecían era en su capacidad para recibir invitados. Ambas estaban siempre contentas de atender a quienes las visitaran a ellas o a cualquier miembro de su familia.
Mi abuela Lilia —viva aún a sus casi 97 años— siempre fue una anfitriona austera en la presentación de las viandas pero absolutamente generosa en la cantidad. Siempre —aún hoy— debía sobrar comida.
Mi abuela paterna, Delia, que ya no está con nosotros, adoraba —sin lugar a dudas— sacar sus cubiertos de plata perfectamente acomodados en su fundas de fieltro, su vajilla inglesa (comprada en algún remate de embajada) y sus servilletas de lino, finamente bordadas por ella.
Yo sigo el mandato de ambas y con gran placer atiendo a mis amigos y a los de mi marido y mis hijas aunque lleguen muchas veces sin avisar. Me produce gran alegría preparar comida y servirla en platos bonitos. Compartir conversaciones, bebidas y tiempo. Soy una buena anfitriona sobre todo porque disfruto haciéndolo.
Por eso no puedo dejar de pensar en Michelle Bachelet, anfitriona de la XVII Cumbre Iberoamericana.
Sin descuidar ningún detalle, propuso como tema central la cohesión social, esperando que todos los jefes de Estado presentes tomaran conciencia de la importancia de construir sociedades más equitativas, democráticas e integradas que coloquen al ser humano en el centro de las políticas públicas.
Escogió los espacios adecuados para recibir a sus huéspedes ofreciéndoles cenas de gala, lució hermosos trajes de seda natural en colores vivos y se dispuso a atender a una buena cantidad de caballeros.
A pesar de todos sus esfuerzos y su buena voluntad, la malacrianza, la prepotencia, la insolencia, en fin, un reguero de testosterona, opacaron su reunión. Hoy hasta es criticada por no callar a algunos de sus maleducados invitados. ¿Dónde se ha visto?
Yo, que he sido testigo en mi casa de peleas verbales entre hombres de más de un metro ochenta, intervengo en ellas con la misma suavidad y feminidad con que lo hizo la distinguida señora Bachelet. Primero porque si los señores están en mi casa es de mala educación que yo los calle. Segundo porque una no debe interponerse en un pleito entre hombres a riesgo de terminar herida.
Por suerte algunos caballeros presentes en la Cumbre se comportaron como tales. Hay que reconocer la serenidad, el buen verbo y los excelentes argumentos del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y la siempre educada actitud —aun para continuar peleando por la merecida salida al mar de su país— del correctísimo presidente boliviano Evo Morales.
Por ahora Michelle Bachelet es la única jefa de Estado de Iberoamérica. Para la próxima cumbre que se realizará en El Salvador el próximo año, la Presidenta de Chile contará con la presencia de una colega de oficio y género, la señora Cristina Fernández. La esposa del actual gobernante argentino Néstor Kirchner tiene fama de ser muy polémica. Espero que tenga la suficiente solidaridad femenina para unirse a Bachelet y la elegancia y delicadeza para no caer ante las provocaciones de ninguno de sus colegas masculinos.
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