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Lunes, 25 de noviembre de 2024



COLUMNISTAS


Anabelle

Vladimir de la Cruz [email protected] | Miércoles 07 agosto, 2024


Vladimir de la Cruz

Historiador

(Palabras de Vladimir de la Cruz, en el acto de velación de su esposa Anabelle Picado Lagos)

Más de 50 años me unieron a Anabelle. Empezamos en la Academia de Natación de Alfredo Cruz, siendo yo instructor y ella una chiquilla. Según ella desde esos años me había puesto el ojo, como lo decía, más en broma que en serio, de vez en cuando.

La vida colegial la distinguió como reina estudiantil de un colegio. Nuestro querido amigo Marco Brenes la paseó por la Avenida Central en un carro descapotado, a finales de la década de 1960.

En 1970 cuando ingresó a la Universidad nos empezamos a conocer en medio de las luchas estudiantiles universitarias de esa gloriosa década de batallas políticas universitarias, nacionales e internacionales, lo que marcó su vida y la mía.

Desde temprano quiso ser médica como su padre, con quien trabajaba colaborándole, en su época colegial, en la preparación de vacunas antialérgicas.

Su vida fue multifacética.

Fue caballista desde joven, inducida por la afición de su padre a los caballos. Participó en cabalgatas, topes, siendo quizá la primera mujer que hizo un tope a pelo de caballo.

Fue deportista. Practicó la natación deportiva y el nado sincronizado, cuando esta disciplina no estaba desarrollada, como lo está hoy en el país. Compitió nacional e internacionalmente.

Practicó el karate hasta que la concentración de sus estudios de medicina se lo permitieron.

Practicó el canto. Lo hizo en el Coro Universitario, con el Maestro Oscar Scaglioni Galante, y con Cecilia y su grupo de compañeros que disfrutaban cantar, de manera recreativa, en restaurantes de vez en cuando, especialmente en un restaurante italiano que quedaba diagonal al edificio de la Corte Suprema de Justicia.

Con su padre, inicialmente, alimentó su espíritu de gran lectora asistiendo al Centro de Cultura Hispánica a sus diversos cursos y actividades culturales, lo que reforzó a mi lado abriendo otros horizontes en sus gustos literarios.

Una anécdota de ella. Al escritor venezolano Francisco Herrera Luque lo conocía a profundidad en su obra. Cuando me recibieron en el Palacio de Miraflores para entregar las cartas credenciales de Embajador al Presidente Hugo Chávez, provocó la sorpresa del Vicecanciller de Relaciones Exteriores de Venezuela, cuando iba describiendo el edificio, al punto que el Vicecanciller Arias Cárdenas le preguntó si había estado antes allí. Le dijo que no. Le explicó que lo conocía por las obras de Herrera Luque y nos ganamos, luego de la presentación de credenciales, un recorrido privado con el Vicecanciller por algunas partes del Palacio. Era lectora compulsiva y de lectura rápida.

En la Universidad le acompañé en algunos cursos de sociología. Igualmente la acompañe, ya como médica, a algunos Congresos Médicos Latinoamericanos, en Guatemala, Perú, Colombia…

Los años iniciales universitarios le vincularon e insertaron en las luchas políticas de esos días. Las luchas del Frente de Acción Universitaria, que marcaban profundamente a la Universidad, en ese entonces, de la única Universidad en el país, provocaron al calor de las batallas contra la aprobación del Contrato con la ALCOA, el origen de otras organizaciones estudiantiles de izquierda en Estudios Generales y el Universidad, a las que ella se ligó, al Frente Estudiantil del Pueblo y al Movimiento de Acción Revolucionaria Socialista.

Después siguieron sus años de militancia política en el partido Socialista Costarricense y más tarde en Fuerza Democrática, donde se constituyó en un bastión muy importante de apoyo, en las tras campañas presidenciales, en todo sentido: recorriendo el país, organizando, apoyando económicamente, sacrificando su tiempo personal y el de la familia. En la tercer campaña recorrimos muchas veces, en las dificultades organizativas que teníamos, el país solos, buscando personas dispuestas a apoyarnos o a formar parte de las Asambleas Cantonales, que era difícil hacerlas.

Sus años de estudio fueron intensos. La carrera de Medicina es muy sacrificada especialmente para las mujeres. En esos años más, porque había discriminación hacia las mujeres en las especialidades que querían seguir, bloqueadas de una manera machista. Finalmente, con mucho esfuerzo y mérito logró establecer su plaza en el Hospital San Juan de Dios, donde poco a poco fue creciendo en el área de la Patología.

Su vida académica inició en la Escuela Vitalia Madrigal, su secundaria en el Saint Clare College y los estudios superiores en la Universidad de Costa Rica, su Residencia y Post grado en el Hospital San Juan de Dios con una brillante carrera de 40 años como Especialista en Anatomía Patológica, estudios que fortaleció en el Karolinska Institute, de Suecia, y en la Clínica Mayo, de Minnesotta, en Estados Unidos, donde logró desarrollarse más en su campo con altísimo nivel profesional en el empleo de Aguja Fina y en los estudios de Tiroides, aunque en la realidad, por la formación académica en que fue formada, con sus grandes maestros, los doctores Rodolfo Céspedes Fonseca, Jorge Salas, Minor Vargas, Juan José Segura, Flora Müller, Jorge Piza, entre otros, abarcaba prácticamente todos los campos de la Anatomía Patológica con gran precisión y certeza diagnóstica. Este fue uno de su más destacados méritos. La seguridad de sus diagnósticos. Con frecuencia la vi enviar sus resultados en consulta, cuando tenía alguna duda, sin cargo alguno al paciente, a la Clínica Mayo o al Karolinska Institute, sin que le rebotaran lo que ella analizaba y diagnosticaba. Siempre le dieron la razón.

En uno de los Congresos Médicos nacionales fue premiada con el Dr. Rodrigo Cordero Zúñiga, y otros médicos, aparte de que en bastantes participó como conferencista en sus especialidades, tanto en el país como en el extranjero.

Era activa colaboradora de las Sesiones Anatomo Clínicas, de distintos servicios hospitalarios, del Hospital San Juan de Dios.

La técnica de la Biopsia por aspiración de aguja fina la adquirió en el Departamento de Patología y Citología del Hospital y del Instituto Karolinska, lo que la hizo prácticamente una pionera en el país en esta técnica. La patología hepática, la del hígado, la inmunohistoquímica, la hibridización in situ, la urología, la patología de la mama fueron fuertes áreas en su trabajo.

En sus trabajos de mama fortaleció la visión femenina de esta atención. En cierta forma, en su tiempo había más interés y enfoque patológico por los cánceres de los hombres que por los de las mujeres. Eso le dio cierta relevancia y reconocimiento.

Una experiencia importante de su vida fue cuando participó en abril de 1990, en Panamá, como observadora Interamericana de Derechos Humanos, en la exhumación de cadáveres de las fosas comunes, de los muertos producidos por la invasión de los Estados Unidos en 1989.

Perteneció a la Asociación Costarricense de Hepatología, y a la de Patología, a la Unión Médica Nacional, a la Sociedad Latinoamericana de Patología, a la Asociación Costarricense de Climaterio y Menopausia, a la Sociedad Latinoamericana de Patología Pediátrica. Tuvo una rica producción científica publicada nacional e internacionalmente, en trabajos e investigaciones.

El Colegio de Médicos en ocasiones la reconoció como Experta Nacional en distintos campos de su quehacer científico médico, en el campo de la ginecología y la obstetricia, la endocrinología, la patología de mama, en linfomas.

Ocasionalmente hizo de docente universitaria en su campo profesional, en el área de la neuropatología y la hematología. También desarrolló la histopatología de aspiración con aguja fina de la glándula tiroides, que era una de sus especialidades profesionales.

Una de sus facetas más importantes y discretas, de Anabelle, era el trabajo gratuito que hacía para diversas asociaciones, religiosas y no religiosas, que se preocupan por la atención de mujeres de escasos recursos, que no pudiendo pagar consultas y tratamientos, o procedimientos médicos, ella los hacía gratuitamente, como una labor social, que mucho le satisfacía.

Profesionalmente desarrolló su propio Laboratorio. Como emprendedora se podría afirmar que fue audaz, tenaz, muy responsable y muy exitosa.

Llegó a tener prácticamente la dirección de tres Laboratorios de Patología, el suyo propio y, luego, el de los hospitales privados de la Clínica Católica y de la Clínica Bíblica.

Tenía una gran capacidad y sentido humanístico para explicarle a los pacientes y a su familiares los alcances de sus resultados, cuando eran terminales, haciéndoles ver y valorar cuáles eran las mejores formas para atender esos finales de vida con la mayor calidad posible de vida, tanto para el enfermo como para sus parientes cercanos.

Le encantaba la música clásica y la ópera, no así la zarzuela. Un poco el ballet y la danza. Algunas cantantes eran de su segura audición Paloma San Basilio, Barbara Streisand, Celine Dion, Violeta Parra, por mencionar unas.

En el campo de las relaciones sociales Anabelle fue una gran amiga de sus amigas y amigos. Protectora al extremo de sus amigos, amigas y de sus parientes.

Sus núcleos sociales giraron alrededor de sus compañeras de colegio, de universidad, del coro universitario, de las actividades deportivas en la que participó directamente y de las que cultivó en la vida y el activismo político. Especial atención fueron sus relaciones familiares.

Como hija fue excelente. Protectora de su padre y de su madre, y de su abuelita paterna cuando vivió con ellos, cuando vivimos al lado de ellos, y cuando vivíamos a distancia. Regular era la visita a sus padres. Permanente y a todas horas su atención. Retribuyó a sus padres lo que nos colaboraron generosamente en los arranques de nuestra vida matrimonial.

Con las familias añadidas a su existencia, las mías, la materna y la paterna, cultivó las mejores relaciones con su trato afable, su respeto, por el amor que desarrolló hacia los las abuelas jefas de ambas ramas, Mis abuelitas Ofelia y Carmen, con los tíos, suyos y añadidos, lo que enriquecía la tradición familiar en que fuimos criados. Igual con mis primos de ambas familias, especialmente con los que llegó a tener un trato cercano o médico.

Protectora de la Familia en todos los extremos, con la suya, con lo que podía contribuir, con la de sus hermanos y hermana, con las de los primos cuando fue necesario.

Con la familia propia en extremo. Fue la madre especial de los niños adolescentes que tuvimos. Fue la preocupada constantemente de que tenían que practicar deportes y alejarse de los vicios. Por la experiencia de ella y mía todos fueron llevados a la natación hasta el nivel competitivo, lo que se ha repetido con los nietos. Fue la orientación que dio para enfatizar su futuro a través del estudio y del conocimiento de idiomas.

El elemento clave como madre fue el cultivo de valores familiares, de afecto, de respeto, de admiración por los parientes mayores, de amor, de integración familiar, de honradez, de honestidad, de comunicación. Esto fue muy importante en la formación de los muchachos, la comunicación, el respeto a las opiniones e ideas, a sus gustos y preferencias, a decir la verdad, a respetar las opiniones de los niños y tratarlos como personas pequeñas. Decisivo en ella era el estímulo por el estudio, la disciplina y la responsabilidad y la puntualidad. Lo más importante para ella era decir la verdad y decir lo que les molestaba. Se les educó en tolerancia, en amabilidad, en humildad, en solidaridad, en confianza. Esta era la escuela de Anabelle.

Pero, el mejor de todos los ejemplos de Anabelle para la familia fue ella misma que resaltaba esos valores con la lealtad a toda prueba, la fidelidad sin duda y la entrega total por las cosas que creía y amaba, y la protección que procuraba de sus seres queridos.

Como esposa no tengo casi palabras para describirla. Estaba en todas y con todo. Para ella el matrimonio fue una empresa de colaboración, fue una cooperativa, solidaria en todo, para superarnos personalmente, cada uno de los miembros, y como familia, en conjunto. El matrimonio lo entendía como un proyecto de vida, con planes, con propósitos, con objetivos, con calidad para quienes formábamos parte de este proyecto de vida.

Para quienes trabajaban con ella, en sus laboratorios y con nosotros puedo asegurar que fue excelente patrona y persona. Defensora de los derechos laborales y beneficios sociales de sus trabajadores. Preocupada siempre de mejorarles el salario, y respetarles sus vacaciones. Fue una mujer muy empática y muy sociable. No hacía distinción de clases sociales entre el personal de la casa, entre lo que era su familia y quienes le servían a la familia, así como con quienes trabajaba en sus laboratorios.

Para mí fue la esposa entregada en todo. La amiga, la crítica cuando tenía que serlo, y era dura en esa crítica si algo no le gustaba, estaba al tanto de los acontecimientos políticos. Era ilimitada en su amor, desprendimientos y apoyo en lo que emprendíamos juntos y como familia. Estimulaba siempre a la superación personal, profesional y laboral.

Para ella los padres, los hermanos, los hijos, y los nietos, eran su mejor tesoro. Adoraba a todos sus hijos, nietos y nietas. Por ellos su vida hubiera dado, y en vida dio todo lo que pudo y estaba a su alcance.

Después de su familia el estudio y el trabajo eran su principal atención y preocupación.

Y en todo esto, sus fortalezas fueron la honradez, la honestidad, la tolerancia, el respeto, el amor a hacer las cosas que emprendía y hacerlas lo mejor posible, a no dejar tareas inconclusas. La puntualidad era otra de sus características. Si enfrentaba problemas los atendía inmediatamente, no los incubaba. Detestaba la mentira y a los mentirosos.

Estas son algunas facetas de la Anabelle que hoy despedimos.

Despedimos una gran mujer, una gran hija, una gran hermana, una gran esposa, una gran madre, una gran abuela, una gran médica, una patóloga excepcional, una gran amiga; sobre todo una gran costarricense, preocupada siempre por los grandes problemas sociales y políticos del país y de pensar en cómo resolverlos de la mejor forma en beneficio de las grandes mayorías sociales y despedimos, sobre todo, a una gran mujer, a un gran ser humano y, especialmente, a una buena persona.

Muchas gracias.

Con esto cerramos este acto de despedida para Anabelle.

A quienes nos han acompañado nuestro mayor agradecimiento, afecto y cariño.

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