Aires de populismo
Jonathan Prendas [email protected] | Lunes 21 marzo, 2022
Jonathan Prendas
Diputado
Nueva República
Las más recientes noticias políticas en América Latina y en otras regiones del mundo vuelven a poner sobre el tapete un tema recurrente: el surgimiento cíclico del populismo. Aunque aún hay quienes insisten en limitarlo a la simplista y acomodada definición de “el pueblo contra las élites”, los expertos concuerdan en que definirlo no es tan útil como estudiarlo por lo que hace.
Y ese es justamente el meollo: estadísticamente lleva a la pobreza, la desigualdad, el estancamiento de la economía, profundiza la polarización, genera la destrucción del sistema productivo y el deterioro educativo. La inexperiencia y la irresponsabilidad que lo acompañan no producen los frutos que se prometen.
Costa Rica no debe transitar por ese sendero, pues el populismo no resuelve los problemas de los países en donde se instala. Su prioridad no es lograr la solidez de las finanzas públicas, la eficiencia en la administración, la reestructuración del Estado ni aspira en convertir a las naciones en importantes socios comerciales en el ámbito internacional.
El país tiene que ser capaz de notar que el populismo es camaleónico: en ocasiones llega vestido de izquierda, y en otras se pone el traje de la derecha. Florece y se desarrolla debido a la debilidad institucional de las naciones, situación que se refleja en el deterioro de los partidos, en la corrupción, en la desigualdad socioeconómica, en la inestabilidad política y social.
Este fenómeno también se alimenta de la impaciencia de la gente, de sus necesidades y temores. Sabe que muchos desean un cambio instantáneo, casi mágico, un salvavidas inmediato; muchos votan en medio de la desesperanza y apuran su elección porque buscan modificar su realidad en el tiempo más corto posible.
Por eso, el populismo les devuelve –con gran habilidad- discursos con frases comunes como que es necesario librar al país de sus males, sacar a los corruptos del poder o dar paso a una nueva revolución de ideas y de formas de actuar. Sus representantes se disfrazan de héroes.
El populismo vende humo a través de mensajes que aparentan sentido. Pero si se le conoce bien, es fácil notar que no tiene planes concretos ni una hoja de ruta clara; habla de los problemas, los expone, critica y señala, pero en realidad no tiene ideas precisas para resolver las crisis.
Su trampa consiste en hacerle creer a sus seguidores que las propuestas no son tan importantes, en un momento histórico particular, como los principios políticos y éticos que sus líderes ostentan. Esa autoridad moral será suficiente –dicen- para promover las profundas transformaciones que se requieren realizar.
Hoy, cuando las más recientes noticias y hechos en la región colocan este tema en discusión, los costarricenses debemos recordar que este país está fundado sobre otras bases; por esas razones, las circunstancias de los vecinos nos llaman a blindar a Costa Rica de los aires del nefasto populismo