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Nuria Marín [email protected] | Lunes 13 junio, 2011



Creciendo Junt@s
Advertidos

Hace unos pocos días el Ministerio de Obras Públicas y Transportes advertía sobre la necesidad de abstenerse de transitar en horas de la noche con lluvia en al menos ocho de nuestras carreteras.
No se trataba de vías cualquiera. Se incluían las llamadas a ser nuestras arterias más importantes, las vías a nuestros puertos, Limón y Puntarenas, así como las que nos conectan con nuestros mercados más importantes del hemisferio, la Interamericana Norte y la Interamericana Sur.
En un país en que llueve al menos seis meses al año y los horarios nocturnos, dada nuestra cercanía al ecuador, son de 11 a 12 horas, significa que nuestra capacidad de movilización personal y de bienes de exportación e importación están coartadas al 50% gracias a la ineficacia de los llamados a brindar un servicio básico y vital para cualquier persona y economía.
Una declaración del Ministerio responsable resulta incomprensible para cualquier extranjero de otras latitudes, para quienes las carreteras se mantienen como un servicio a la ciudadanía 24/7 y que como parte de un ordenamiento lógico los países incluso exigen horarios nocturnos a determinados tipos de transporte. La suspensión del servicio vial se da solo en casos extremos y su reapertura se convierte en tema de prioridad estatal o nacional.
Tal parece que, gracias a las omisiones de muchos gobiernos, perdimos como ciudadanos nuestro derecho a carreteras seguras, situación que nos pasa una cruel factura cada semana con decenas de muertes y que nos convierten en país líder en el mundo en mortandad por accidentes, y ni qué decir de las lesiones e incapacidades producto de lo anterior.
El argumento de la falta de recursos es inaceptable, pues basta cruzar nuestros vergonzosos puestos fronterizos, para ver la abismal diferencia en la calidad de la infraestructura de nuestros vecinos, uno de ellos la segunda economía más pobre del hemisferio.
Me resulta difícil de aceptar como país que quienes son los llamados a velar por nuestra seguridad se escuden o traten de aliviar sus deficiencias con el acto de advertir.
Cómo comprender que en Costa Rica antes de ingresar a un puente se advierta sobre su peligrosidad y no se prohíba de inmediato su uso, como sucedió en el trágico accidente sobre el río Tárcoles hace un año.
Mientras en otros países se utiliza el talento e ingenio para sacar provecho y potenciar el cambio, no vayamos muy lejos, Panamá está ampliando el Canal y en pocos años sustituirá todo su sistema de transporte público, incluyendo un metro, el nuestro continúa estancado en platinas y colapsadas carreteras incluso antes de su inauguración.
Frente a esa realidad contamos con dos opciones, o nos dejamos abatir por las mismas recetas que nos condenan al subdesarrollo mental y económico o finalmente nos decidimos a despertar el valiente y pionero ingenio tico que en el pasado nos permitió soñar y actuar como los grandes.
¡Dense por advertidos que escojo la segunda opción!

Nuria Marín Raventós

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