Administrar la vida
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 01 abril, 2009
Administrar la vida
Vilma Ibarra
En este mundo tan acelerado dedicamos grandes esfuerzos a tratar de aprender cómo administrar con mayor eficiencia el tiempo limitado del que disponemos para todo lo que queremos o tenemos que hacer. Muchos de nosotros dependemos intensivamente de planificadores, agendas, calendarios computadorizados, notas adhesivas o aparatos electrónicos de alarma que nos recuerdan y, en definitiva, nos organizan la vida profesional y social… muchas veces hasta el agobio.
Y como producto de esa falta de equilibrio entre obligaciones e intereses, millones de personas tienen una pésima calidad de vida, independientemente de sus logros y sus “éxitos”. A eso debemos sumarle la mala alimentación y la falta de ejercicio. Pero otro elemento pesa tanto o más, para mejorar nuestra vida.
¿Se ha preguntado usted qué calidad de vida emocional y espiritual tiene? ¿Se ha puesto a reflexionar si vive guiado por sus convicciones y valores más profundos, si trabaja en usted lo suficiente como para controlar las inevitables reacciones de enojo, ira y dolor que los problemas, los obstáculos y las relaciones con los demás, necesariamente nos producen a todos? ¿Cómo se enfrenta a la gente irascible? Cómo reacciona ante el trato injusto o desleal de un amigo o un jefe? ¿Cómo responde al insulto o a la falta de consideración?
En algunos momentos o circunstancias de nuestra vida, cuando enfrentamos situaciones de ese tipo nos damos cuenta de que estamos —literalmente— al borde de un abismo. Y muchas veces nos sorprendemos porque no tenemos de dónde asirnos. Súbitamente caemos en cuenta de que todo nuestro tiempo y energía lo hemos invertido en logros, que si bien son importantes, no llenan ciertos vacíos que finalmente nos hacen sentir una vida carente de significado profundo, sin la realización y la plenitud que potencialmente todos podemos alcanzar.
Alguna gente cree entonces que tendría que ir en búsqueda de su mundo interior hasta el mismísimo Tíbet. Obviamente, eso significaría que la madurez, la plenitud y la realización estarían reservadas para muy pocos. Dichosamente nuestro mundo interior está siempre con nosotros. Solo tenemos que apartarnos del bullicio cotidiano y escuchar nuestra voz. Dedicarnos a pensar por momentos cada día en cuáles son nuestras prioridades, cómo queremos mejorar nuestra calidad de vida, cómo pretendemos lograr nuestras metas y propósitos y si queremos trascender nuestra existencia dejando huella en las personas a quienes amamos e incluso en aquellas que pasan temporalmente por nuestra vida. No importa cuál sea su convicción de fe; porque de seguro que tendrá alguna. Aférrese a ella, cuide su vida emocional y espiritual. Los problemas no desaparecerán por arte de magia, pero su forma de enfrentarlos cambiará radicalmente.
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