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Adiós

Arturo Jofré [email protected] | Viernes 21 diciembre, 2012


Marielos personifica fielmente a esas mujeres incansables. Ella fue una impulsora de grandes proyectos pioneros para el Tecnológico y para el país. Todo lo hizo en silencio


Adiós

Es difícil escribir una columna para decir adiós a alguien que ha sido parte de uno. Cuando concluye un año, es irremediable no hacerlo. Algo tiene el calendario que no nos permite dar vuelta la hoja sin hacer un alto en el camino, especialmente en estas fechas.
La sociedad se va fortaleciendo con gente que, en un relativo anonimato, va construyendo día a día lo que terminamos disfrutando todos. Son hormigas sociales que nos permiten tener una Costa Rica con bases sólidas, desde donde emerge un desarrollo silencioso, pero de enorme significación.
Marielos personifica fielmente a esas mujeres incansables. Ella fue una impulsora de grandes proyectos pioneros para el Tecnológico y para el país. Todo lo hizo en silencio.
Hace 20 años impulsó la creación de la primera maestría en administración de empresas que se gestó en las universidades públicas. La dirigió durante más de una década, con una triple visión: seleccionar a los mejores profesionales como estudiantes, atraer a un destacado cuerpo académico y llevarla a muchas ciudades del país. Cientos de profesionales han hecho su formación gerencial en este prestigioso programa.
Hace un par de décadas el Tecnológico creó el Centro de Incubación de Empresas, con el propósito de iniciar en el país el desarrollo de emprendedores, siguiendo el modelo de una universidad de Quebec, Canadá.
Desde el inicio Marielos impulsó este proyecto e integró su primera Junta Directiva, tomando el Tec el liderazgo en este campo.
Marielos se dedicó de lleno a la academia, ayudó a formar a miles de jóvenes y siempre lo hizo con vocación, cariño y rigurosidad. “El buen labrador siembra cantando”, era su frase favorita, recordando a la poetisa y Premio Nobel Gabriela Mistral.
Aunque ella tenía una buena razón para no cantar cuando estaba sembrando, nunca se rindió. Era una joven estudiante de la maestría en administración de empresas en el Instituto Tecnológico de Monterrey en México, cuando se le descubrió una enfermedad que la acompañaría por siempre.
Podría haber dejado de estudiar o haberse pensionado joven, pero eso nunca pasó por su mente. Ante el dolor, siempre mostró una valentía extrema y nunca se preguntó “por qué a mí”. En vez de rendirse, entregó su inteligencia y su esfuerzo hacia obras que permitieran abrir nuevos caminos a la juventud, como lo hizo ella misma cuando medio emigró de Naranjo.
El 27 de agosto Marielos Mora Cubero dejó de esparcir su bondad, su solidaridad, su amistad, a una amplia red de gente que la apreciaba. Para su familia y para Rosa María, su fiel amiga y asistente en el TEC, ya nada será igual. Ese silencio que la caracterizaba y que transmitía paz y tranquilidad, se hizo definitivo.
Yo tuve la suerte de compartir mi vida con ella, fue una mujer realmente extraordinaria, fue más que una esposa, fue una parte esencial de mi existencia. Ella me hizo crecer, me hizo mirar al mundo de una manera diferente, me enseñó que la felicidad es algo compartido. Dios la bendiga.

Arturo Jofré
[email protected]

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