A la medida no solo los trajes
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 23 diciembre, 2010
De cal y de arena
A la medida no solo los trajes
“Quien con leche se quema, hasta la cuajada sopla”. En el sombrío mundo de las tristes experiencias que nos han dejado Alterra, Autopistas del Sol y Riteve, entre otros procesos de concesión, lo que está sucediendo en torno a la delegación a la empresa privada de la construcción y explotación de la terminal de contenedores de Moín (TCM) despierta los más variados resquemores, brotes de desconfianza también. Es un proyecto ciertamente descomunal en el volumen de la economía y las inversiones en Costa Rica. Bajo el modelo licitado, se construiría una plataforma enclavada en el mar que actuaría como muelle de atraque para seis barcos con capacidad de transporte de 12 mil contenedores, servidos por 13 grúas pórticas y protegida, la plataforma, por un rompeolas de 1,6 kilómetros de extensión. Es una obra a construir por etapas y con un costo anunciado de $950 millones. Evidentemente cuantioso y por lo mismo, de obligada minuciosa y aséptica reflexión. También, porque la concesión se extendería por 33 años (una tercera parte de los años cedidos a Minor C. Keith en el siglo XIX) y porque impondría costos de servicio altos, tan altos como que suscitan dudas sobre su impacto en la capacidad competitiva de las exportaciones costarricenses externadas por la respectiva Cámara patronal, en gracia entre otros factores a una generosa tasa interna de retorno del 17% que con evidente angurria plantea el interesado en lo que visualiza como un exquisito banquete.
No está en discusión la obsolescencia de las actuales instalaciones portuarias ni sus onerosos efectos, en grave padecimiento esclerótico idéntico al de la red de carreteras que “sirve” a las importaciones y exportaciones nacionales y de las que no se escucha, por cierto, ningún planteamiento con el sentido de urgencia con que se contempla lo de los muelles. Tampoco se discute la experiencia del único oferente, la holandesa APM Terminals, para acometer una obra de esta envergadura. Lo que sí debe someterse al escalpelo de experto cirujano es el proyecto tal y como está planteado y la oferta hecha por ese único interesado CONFESO (debe haber otros que no dan la cara). Quienes han seguido de cerca este expediente —y muy significadamente el ex diputado Mario Quirós Lara— acusan la presencia en él de los síntomas propios de una mala gestión, el más abultado es el cambio de los contenidos del cartel licitatorio una decena de veces y el que no se presentara más que una oferta, como si estuviésemos ante una licitación hecha a la medida. ¿No es sensato y afín al interés nacional reconsiderar lo actuado y promover la competencia en el proceso, licitar con base en otro modelo de obra pública, sobre todo en torno a una atadura de tan largo plazo, con tan altos costos y por derivación de un proyecto faraónico? ¿Por qué no librar a Japdeva de las ataduras legales y financieras que le impiden una prestación eficiente de servicios (igual efecto que las gollerías concedidas al sindicato) y la modernización y ampliación de sus equipos, como paso de más inmediatos efectos para encarar el presente colapso?.
El hambre se abate comiendo. Pero el hartazgo produce empacho. Cuidado, el país puede terminar empachado.
Alvaro Madrigal
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