Querían ser Dios
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 26 marzo, 2012
Querían ser Dios
Uruguay es un país pequeño que ha destacado en los más diversos campos. Desde el fútbol hasta la música pasando por la ciencia y la literatura. Hace un par de semanas comenté la destacada labor del Plan Ceibal que dotó de computadoras portátiles a todos los escolares uruguayos.
Aunque es uno de los países con los más bajos índices de criminalidad en América Latina, la sociedad uruguaya no lo percibe así. En diciembre del año pasado hubo manifestaciones para repudiar el aumento de la delincuencia.
Esta semana, un caso sin precedentes, conmocionó a los uruguayos y al mundo. La historia eriza la piel. Dos enfermeros que trabajaban, uno en hospital público y el otro en uno privado, fueron detenidos luego de dos meses de largas investigaciones iniciadas por una llamada anónima. Eran amigos (uno incluso es el padrino de la hija del otro) que al parecer competían entre sí asesinando pacientes en los nosocomios. A veces les inyectaban morfina, otras, lidocaína, las peores, aire, que provoca una muerte muy dolorosa.
Los jueces han descartado la excusa argüida por los defensores que los dos hombres mataban por piedad: no todas las víctimas eran pacientes terminales o estaban sufriendo. Tampoco suena válido el argumento del estrés al que estaban expuestos trabajando en cuidados intensivos: no son los primeros ni serán los últimos.
Aunque hasta el momento las víctimas confirmadas son 16, la policía no descarta que sean muchísimas más. Ya han recibido más de 200 denuncias de muertes sospechosas y uno de los asesinos afirmó que mataba uno o dos pacientes por semana. Y tenía siete años de trabajar en un hospital… mejor no hacer números.
No se trata de un caso simple de criminalidad. En lo absoluto. Ni siquiera estamos hablando de un asesino en serie de los que de vez en cuando aparecen en cualquier sociedad. Se trata de algo excepcional: pocas veces aparecen dos asesinos seriales y si las víctimas llegan a 200, serán los mayores criminales de este tipo en el mundo.
Una desgracia para la sociedad uruguaya que debe recuperar su fe en el sistema de salud. Por supuesto se trata de un hecho aislado: entre los 80 mil trabajadores de la salud de Uruguay, surgieron dos asesinos. No eran enfermeros: eran dos psicópatas crueles, insensibles y egocéntricos que mataban por el placer que les producía hacerlo.
¿Dónde se inicia la crueldad en un ser humano? ¿Por qué una persona se convierte en asesino en serie? ¿Cómo se encontraron en el camino de la vida dos hombres con la misma psicopatía?
Puedo sentir la intriga de los familiares de los pacientes que murieron en esos dos hospitales durante los últimos años. Me identifico con el dolor de los parientes de las víctimas confirmadas. Considero a los enfermeros, hombres y mujeres nobles que tal vez sientan su uniforme manchado por culpa de dos asesinos. Lamento que la sociedad uruguaya esté sufriendo este desastre social por culpa de dos infames que querían ser Dios.
Claudia Barrionuevo
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