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El mundo no cambia, si...

Iris Zamora [email protected] | Lunes 05 enero, 2015


Quizá haya razón en nuestra queja, de nuestro enojo. Cada año cuando llega el 1° de enero, nos encontramos en esa realidad inamovible, como si despertásemos de un cuento surrealista


El mundo no cambia, si...

Nos lamentamos de la clase política (deporte nacional) de los “malos” empresarios o de los “vagos” de los empleados públicos (retóricas ideológicas). Las quejas llegan hasta los altares: de los sacerdotes, de los obispos y de Roma. Nos quejamos de los tipos que quieren “meterse a la fuerza” en nuestro carril, los que sabiendo que tienen un CEDA, absolutamente convencidos que los que pacientemente conducen en el carril correcto tienen que cederles a ellos la vía, de la falta de oficiales de tránsito en las horas pico, o del tránsito sin regulación a camiones pesados, nos quejamos de la atención deshumanizada en la consulta externa, del precio de los medicamentos, los libros y la gasolina… de las “extrañas” fortunas, también del lenguaje de los jóvenes…, del aletargado periodismo que se hace en Costa Rica… ¡no sé de cuantas cosas más!
Quizá haya razón en nuestra queja, de nuestro enojo. Cada año cuando llega el 1° de enero, nos encontramos en esa realidad inamovible, como si despertásemos de un cuento surrealista.
Quizá, solo quizá… ¿no es tiempo de que cambiemos nosotros?... Si el “mundo” no cambia (aun cuando hay evidencias geológicas, ambientales, económicas y sociales de que sí está cambiando), ¿por qué no detenernos en realidad? Sí, detenernos. Parar. No avanzar hacia ninguna parte conocida. ¿Qué ocurriría si por unos breves minutos de nuestro largo día de 24 horas, nos detenemos en ese tortuoso camino hacia ninguna parte, en el que transitamos? Conscientes de que nos hemos detenido. Presentes en el ahora. Esta vez, en lugar de continuar descorazonados porque el “mundo” no cambia; iniciemos un viaje hacia nuestro interior, ese “mundo” desconocido, oculto, cubierto, protegido, resguardado, solo nuestro…
¿En dónde nace el egoísmo del mundo? ¿En dónde la avaricia o la mentira? ¿De dónde la superficialidad o la arrogancia? ¿De dónde la falta de esperanza o el cinismo? ¿De dónde la indolencia, el conformismo, la corrupción, la intolerancia, la desigualdad, el deshonor, o la irresponsabilidad?... Si guardamos silencio y dejamos de escuchar al miedo, ese tramposo que nos impide ser libres verdaderamente; vamos a descubrir que: ¡Nosotros, yo, soy quien necesita cambiar¡
Puede resultar un viaje inquietante, estamos solas, solos, acompañados de nuestro “mundo” ¡Vale la pena! Uno puede quedarse en el mismo sitio lamentando lo mal que esta el mundo exterior o puede hacer diferencia. ¿Quién debe cambiar?
Nos llamaba el papa Francisco estos días a la quietud, al silencio, igual que Madre Teresa, o Gandhi… o Jesús.
En el silencio de la compañía de nosotros mismos, vamos a encontrar cómo derrotar el miedo; liberarnos de ese ego que nos habita… entonces no habrá tantos responsables de lo mal que está el “mundo”…; habremos iniciado el camino hacia un mundo mejor, el nuestro. Podremos perdonarnos, levantarnos, abrazarnos, reconocernos perfectibles, extraordinariamente humanas, humanos… son mis deseos para usted en este desafiante 2015.

Iris Zamora

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